Casi medio centenar de consejeros delegados de empresas representadas en Fortune 500 se sientan cada día en su oficina de Manhattan, a unas manzanas de donde Brian Thompson fue asesinado el miércoles a plena luz del día. Con el eco de esos disparos, un escalofrío ... les ha recorrido el cuerpo. ¿Podría cualquier perjudicado con su gestión vengarse a tiros?
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UnitedHealthcare, la octava mayor empresa del mundo, no es la única que ha implementado nuevas medidas de seguridad tras el asesinato de su consejero delegado a la puerta del Hotel Hilton. Esta semana ha suspendido las conferencias y apariciones públicas de sus ejecutivos y prohibido la entrada de visitantes en sus oficinas de Minnesota y Nueva York. Le han seguido en esta política de prevención docenas de jefes de seguridad de las principales empresas del mundo, que pocas horas después del asesinato de Thompson se conectaron a una videoconferencia de la consultora DSKomendat Risk Managemente Services.
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Daniel de Lucas
Todos querían revisar sus prácticas y recibir consejos para reforzar la protección. ¿Deberían llevar chalecos de blindaje? ¿Guardaespaldas? Thompson había recurrido a ellos en el pasado, según ha contado Philip Kleim, una empresa texana que le había proporcionado escoltas. «Dadas las prácticas de la industria, relacionadas con la vida y la muerte de la gente, yo recomendaría hasta diez (vigilantes)», declaró el experto en seguridad. En su opinión, este crimen debería ser una lección para el resto de las grandes corporaciones.
La aseguradora no ha explicado por qué ese día a las 6:45 de la mañana Thompson no iba escoltado cuando entró al Hotel Hilton de la sexta avenida a practicar el discurso que iba a dar. Como solo tenía que cruzar la calle, el ejecutivo, que todos recuerdan por su amabilidad, debió de pensar que no necesitaba vigilancia a una hora tan temprana. Nueva York tiene el mayor cuerpo de policía del mundo, con casi 40.000 agentes. Dispone también de más cámaras de seguridad que ninguna otra ciudad, con unas 18.000 en Manhattan.
Thompson era un ejecutivo que siguió siendo accesible a medida que escalaba en la mayor aseguradora médica del país, según contó su colega Matt Burns a 'The New York Times'. «Era un hombre maravilloso, con un gran corazón, que vivió la vida plenamente», declaró su esposa, Paulette Thompson, a un canal de Minneapolis, KARE11.
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Nadie lo duda, pero el mensaje que el asesino inscribió en las tres balas que le metió por la espalda -Delay, Deny, Defend (Retrasar, Denegar, Defender - ha abierto un debate necesario en la sociedad estadounidense: las prácticas de las empresas de seguros para negar sistemáticamente a los pacientes el tratamiento que le recomiendan sus médicos. Con pólizas mensuales que ascienden a miles de dólares, el resentimiento hacia las aseguradoras sigue creciendo.
UnitedHealthcare, que se había hecho con una considerable cuota del mercado de ancianos asegurados bajo Medicare Advantage, había sido investigada por el Subcomité Permanente del Senado por haber duplicado de un año a otro el número de reclamaciones de prestaciones que rechazaba, pasando del 10,9% en 2020 a 22,7% en 2022. La cifra es particularmente alarmante dado que el 99% de los asegurados bajo ese programa necesitan obtener previamente una preautorización del seguro, según Kaiser Family Foundation, por lo que rechazar el pago pese a haberlo preautorizado deja a los pacientes colgados.
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Nadie sabe si las políticas de la empresa estaban relacionadas con el móvil del crimen, más allá de las pistas que dejó el asesino inscritas en el casquillo de las balas. Tampoco se trata de justificar un asesinato que tiene en vilo a toda la policía del país. Se cree que el pistolero llegó a Nueva York diez días antes en un autobús procedente de Atlanta y se estableció en un hostal del Upper West Side, donde cometió el mayor error de su aventura: retirarse la mascarilla un momento para flirtear con la recepcionista. Su sonrisa a cara descubierta frente a las cámaras de seguridad ha proporcionado a la policía la única fotografía de su rostro, que ahora está en todas las portadas.
Existe también una huella dactilar borrosa que se obtuvo de un botellín de agua que compró, junto a dos barritas energéticas, poco antes de apostarse en la puerta del Hotel Hilton por la que entraría Thompson a las 6:45. Mientras accionaba la pistola con un silenciador, otros peatones se quitaron de su camino espantados, pero el asesino no parecía tener interés en nadie más. Terminó la faena, después de desencasquillar hábilmente la pistola, y huyó por un callejón, donde le esperaba una bicicleta eléctrica.
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A tres manzanas de Central Park, se perdió rápidamente entre los árboles del parque. Para cuando salió en la calle 85, ya no llevaba la mochila que ha servido a la policía para distinguirlo en las cámaras de seguridad. Es probable que la arrojara al lago del parque y que a estas alturas, ni siquiera esté en la ciudad. Lo que no deja de estremecer a propios y extraños.
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