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El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se encontró este jueves en Washington con que todo ha cambiado de la noche a la mañana. No fue el presidente, Joe Biden, el que salió a dar declaraciones después de reunirse con él, sino la vicepresidenta, Kamala Harris, ... que ha sustituido al mandatario en la carrera presidencial.
A cuenta de eso tuvo que adaptarse a la agenda de la nueva candidata y posponer para este viernes la reunión que tenía prevista anoche con Donald Trump en su mansión de Mar-a-Lago (Palm Beach, Florida), agendada cuando todo hacía pensar que él sería el próximo presidente de Estados Unidos. Ahora las tornas han cambiado y las encuestas apuntan a que cualquiera de los dos podría ganar las elecciones de noviembre. Lo que es seguro es que hay un nuevo jefe en la ciudad. Uno que a veces viste pantalones y otras faldas. Uno al que no pudo calificar de «orgulloso sionista irlandés americano», como dijo de Biden, pese a que la propia vicepresidenta contase que de joven recaudaba fondos para plantar árboles en Israel.
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Casada con un judío y ardiente defensora de la seguridad israelí y de su derecho a defenderse frente al terrorismo de Hamás o Hezbolá -«aunque la forma de hacerlo importe», apostilló-, las palabras de Harris supusieron un cambio en el discurso de Washington. «Lo que ha pasado en Gaza en los últimos nueve meses es devastador», denunció. «Las imágenes de niños muertos y gente desesperada y hambrienta que huye por su seguridad, a veces desplazada por segunda, tercera o cuarta vez … No podemos mirar para otro lado a la luz de estas tragedias. No podemos quedarnos anestesiados ante el sufrimiento y no me quedaré callada», prometió.
Desde cualquier otra parte del mundo, reconocer el sufrimiento de Gaza parecería una obviedad, pero en la Casa Blanca es novedad. Una docena de altos funcionarios del Gobierno estadounidense han dimitido en este tiempo en protesta por la política del presidente Biden, al que acusan de ser cómplice del asesinato y el hambre que sufren los palestinos. Lily Greenberg Call, la primera judía con un alto cargo político que dimitió por ello, recordó que Harris fue la primera persona del Gobierno que utilizó la palabra «alto al fuego». Fue durante un discurso pronunciado en Selma (Alabama), en marzo pasado, durante el aniversario de la mítica marcha por los derechos civiles de Martin Luther King, que fue sangrientamente reprimida. «Hubo reportes de que los asesores del presidente intentaron rebajar su discurso», contó la exfuncionaria del Departamento de Interior, que trabajó en la campaña de Harris en 2009, al programa Democracy Now. «Creo que ella estará más dispuesta a romper con Biden en el tema de Israel y Gaza», vaticinó.
No se equivocaba. Sin aceptar preguntas y tras alabar los esfuerzos de su jefe para liberar a los rehenes, Harris presionó públicamente a Netanyahu para que acepte el trato sobre la mesa y ponga fin a la campaña militar. «Le he expresado mi seria preocupación por la escala del sufrimiento humano en Gaza, incluyendo la muerte de demasiados civiles inocentes», contó.
Tras haber emitido esa misma mañana un duro comunicado de condena a los violentos manifestantes que la víspera quemaron banderas estadounidenses en los alrededores del Capitolio durante la visita de Netanyahu, Harris tuvo en su discurso un guiño de complicidad con quienes expresan su opinión de forma pacífica. «A todos aquellos que han estado pidiendo un alto al fuego y que ansían la paz, os veo y os oigo. Sellemos este trato para obtener un alto al fuego y acabar la guerra».
Su compromiso no acaba ahí. La mujer de color que aspira a ser la primera presidenta de EE UU reiteró su apoyo a la solución de dos estados para que «los palestinos puedan alcanzar finalmente la libertad, la seguridad y la prosperidad que merecen». Con todo, no llegó tan lejos como algunos deseaban. Son muchas las voces que piden que suspenda la ayuda militar a Israel, ya que la propia legislación estadounidense prohíbe que se utilice para perpetrar flagrantes abusos de derechos humanos. En mayo pasado el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional de la ONU pidió órdenes de captura para los líderes de Israel y Hamás «por crímenes contra la humanidad cometidos en el territorio del Estado de Palestina».
La decisión del panel de tres jueces está pendiente de las objeciones del Gobierno conservador británico, que perdió las elecciones el pasado 4 de julio. El nuevo primer ministro, Keir Starmer, podría retirarlas esta misma semana. Cerca de 40.000 palestinos han muerto ya en los bombardeos de Gaza y más de 90.000 personas han resultado heridas, el 70% mujeres y niños.
En respuesta al atrevido discurso de la vicepresidenta, altos funcionarios israelíes en Washington la acusaron de estar poniendo en peligro la firma del acuerdo de alto el fuego para liberar a los rehenes, que estaría «más cerca que nunca». Netanyahu no permitirá que Harris se lleve el crédito, afirmaron al diario 'Hareetz'.
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