El elegido por Trump para el Pentágono promete restaurar la cultura «guerrera»

El que puede ser el próximo secretario de Defensa afronta acusaciones de racismo, sexismo, acoso sexual y malas gestiones financieras, entre otras cosas. Cree que las mujeres «no deberían estar en puestos de combate, punto», porque además de ser «inferiores» son «una distracción». Considera que el Pentágono ha degenerado en una organización en la que «se le quita el rifle a cualquier soldado que cometa un error, pero se asciende a los generales que pierden guerras». En su opinión, el respeto a la Convención de Ginebra y a otras normas internacionales de defensa de los derechos humanos «hacen imposible ganar guerras», insistió este martes, porque los enemigos no respetan ninguna de esas normas «y se aprovechan de ellas», como en la prisión iraquí de Abu Ghraib.

La OTAN es, «en el mejor de los casos, una reliquia», ha escrito, y no dudaría en utilizar la fuerza para tomar Groenlandia o el Canal de Panamá si se lo pidiese su comandante en jefe, Trump, aunque esto no lo admitió expresamente, sino tácitamente, a pregunta de los senadores que consideraron su silencio como una afirmación a la que él no objetó.

Su verdadera audiencia este martes era el hombre que lo ha elegido para el cargo y del que realmente depende su confirmación. Por eso su estilo era combativo y desafiante, como le gusta al magnate. Se había preparado las respuestas para esta cita televisada ante unas cámaras a las que está acostumbrado. Las acusaciones, refrendadas con nombres y apellidos, lugares y fechas, eran todas «difamaciones anónimas». Cualquier pecado que se le pueda demostrar ha sido «redimido» por Jesucristo y por su esposa, «Jenny». Su propia madre dice ahora que su hijo ya no es la persona de hace siete años, cuando lo calificó de «despreciable» por ser un hombre que «menosprecia a los demás, miente, engaña, es infiel y utiliza a las mujeres para su propio ego».

Penélope Hegseth diijo a la agencia Associated Press que lo que escribió en un email en 2018 fue un exabrupto provocado por el segundo divorcio de su hijo. No es la única que ahora se retracta de las acusaciones lanzadas ante el que, a los 44 años, puede liderar pronto el ejército más poderoso del mundo. El senador Wicker, presidente del comité de Servicios Armados, lo considera una elección tan «poco convencional» como la del hombre que lo ha seleccionado para el cargo con la intención de que sacuda los cimientos del Pentágono. Muchos están entusiasmados con esa idea, al considerar que la política 'woke' ha penetrado a la organización castrense, que en palabras -falsas- de uno de los senadores, «gasta ahora más dinero en baños para transexuales que en aviones».

De ser confirmado para el cargo, esta cara de Fox promete poner en su sitio la cultura militar. Sacará a las mujeres de los puestos de combate y a los transexuales del ejército, porque «la diversidad no trae la fuerza, la unidad sí». Se ha propuesto eliminar «la corrección política», modernizar las Fuerzas Armadas, aumentar el reclutamiento restaurando «el ethos de los guerreros», obtener el respeto de los enemigos «no por el efecto disuasorio de la reputación, sino por disuasiones reales» y mantener «la paz a través de la fuerza». Para eso necesitará el voto de 51 senadores, dos menos que la actual mayoría conservadora en la Cámara.