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Aitor Alonso y Óscar Beltrán de Otálora
Viernes, 28 de junio 2024, 06:04
Quizás el momento más surrealista de todo el debate se produjo cuando Joe Biden retó a Donald Trump a un partido de golf. Los moderadores les habían preguntado por su salud física, algo clave para dos aspirantes de edad y que, en el caso del ... demócrata, está desgastado por su declive. Trump comenzó contando cuántos análisis se hacía, en los que los médicos no podían creerse el gran estado de forma del que, supuestamente, goza. Entonces Biden miró a su rival y dijo: «Miren su estatura y su peso». Y luego llegó lo del golf. Incluso Trump, cuando Biden alardeó de tener un buen handicap, se dio cuenta de que aquello no iba a ninguna parte y dijo: «Vamos a dejar estos temas infantiles»
Todo la discusión entre Trump y Biden en la CNN estuvo marcada por un demócrata débil y en momentos errático y un republicano agresivo, pero sin llegar a entrar en el insulto o las salidas de tono que le caracterizan. Fue como si al magnate le hubieran dicho que destrozar en público a Biden era demasiado fácil y podía conseguir que se le viera como alguien despiadado y cruel. Solo una vez llegó a decir tras una confusa declaración de Biden: «No sé qué ha querido decir», en referencia a la dificultad para comprender su discurso.
Trump, que en ocasiones se dirigió al actual presidente por su nombre de pila, le acusó en todo momento de destrozar el país, de ser un criminal por «abrir la puerta a los asesinos de otros países» y de haber destrozado ciudades enteras. La mayor dureza de sus frase fue a la hora de describir una inmigración en la que se permite llegar a Estados Unidos a «criminales, terroristas y enfermos mentales». En su diagnóstico, estos «ilegales» se quedan con los empleos de negros y latinos, saturan la Seguridad Social «y hacen que los veteranos estén muriendo en las calles». Este fue el tono de un Trump, que convirtió la inmigración en uno de los puntales de su mensaje, sin necesidad de respaldar sus afirmaciones con datos y lanzando una cascada de falsedades.
Con ese punto de partida, Trump acusó a su contrincante de ser «el peor presidente de la historia». «Lo que estamos pasando es terrible, ahora somos un país incivilizado. No nos toman en serio porque somos un país del tercer mundo». El diagnóstico del multimillonario se convirtió entonces en una especie de profecía del apocalipsis si Biden vuelve a ser elegido. «Con usted vamos a tener una tercera guerra mundial», le espetó en las fases finalesdel evento.
Donald Trump
Pero Trump, además, había elevado las apuestas, sin temor ya a recurrir a las mentiras más burdas, al ser preguntado, por ejemplo, por el aborto. «En Virginia han propuesto incluso matar al bebé cuando ya ha nacido», afirmó. Por toda respuesta, Biden le acusó de mentir. «No he oído a nadie decir tantas tonterías», dijo el ocupante de la Casa Blanca. Lo mismo sucedió cuando Trump le acusó de haber conseguido que se disparase la inflación mientras que en su mandato no existía. «Usted no para de mentir», reiteró Biden. Pero no se defendió más. En los temas económicos, por ejemplo, reiteró como uno de sus logros el haber conseguido que la insulina tuviese un precio de 35 dólares, una defensa paupérrima ante las acusaciones de Trump de hundir la economía.
Porque Biden, ante los ataques de su rival, tuvo respuestas erráticas y sin contundencia. Cuando Trump le acusó en el tramo final del debate de «estar pagado por China» para rendir la economía estadounidense a Pekín, Biden ya ni siquiera contestó. Quizás era fruto de su cansancio, porque en los primeros compases del programa, Biden sí que había mostrado cierta energía al asegurar que la propuesta del republicano ante la pandemia «fue beber lejía».
Biden también fue especialmente incisivo cuando sacó a la luz un par de veces un reportaje publicado la revista The Atlantic en septiembre de 2020, en el que se aseguraba que Donald Trump, en una visita a Europa, se negó a visitar un cementerio de caídos americanos en la Primera Guerra Mundial y consideró que los allí enterrados eran unos «perdedores y capullos». Trump ha negado haber realizado tal afirmación y aseguró que se van a tener que disculpar quienes han usado ese argumento. «Nunca me voy a disculpar ante usted», le dijo Biden.
El demócrata ni siquiera supro aprovechar algunas debilidades de su enemigo, por ejemplo cuando se hizo referencia a las condenas que pesan sobre Trump por sus pagos ilegales a la actriz porno Stormy Daniels o su relación con los radicales que asaltaron el Capitolio. Trump, por ejemplo, aseguró que el asalto fue responsabilidad de la expresidenta del Congreso, Nancy Pelosi, por no haber llamado a la Guardia Nacional. «Estoy hablando con un delincuente convicto y lo que dice no es cierto», le llegó a decir Biden. Pero a su rival ya le daba igual. Trump quizás se había dado cuenta de que no iba a recibir grandes ataques y podía decir lo que quisiera. «Joe, has destrozado el país y lo peor está por venir», le dijo Trump, ya casi con condescendencia.
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