Biden despliega el Ejército en la frontera para contener la oleada de migrantes

El presidente, Joe Biden, asegura que las 1.500 tropas que ha mandado para contener la presunta avalancha no ejercerán labores policiales, «sólo están allí para asistir a las patrullas fronterizas». El Pentágono describe entre sus funciones detectar, monitorear, proporcionar la logística para el transporte y, en general, «mejorar la capacidad de Custom Border Patrol (CBP) para impedir o negar el cruce ilegal y aplicar la respuesta adecuada a la seguridad de la frontera».

Biden ha ordenado el despliegue de 1.500 pero el gobernador de Texas, Greg Abbott, quiere ver entre 15.000 y 150.000. Su sola presencia intimida a los migrantes de países centroamericanos y sudamericanos, donde la figura de los militares está grabada a sangre y fuego en el subconsciente colectivo. Cuando al exmilitar venezolano Pedro Manuel Silva Barrera, de 50 años, le secuestraron los cárteles mexicanos en esa misma franja de la frontera en la que este jueves aguardaba su última posibilidad de cruzar antes de que se endurecieran las medidas, le encontraron en el teléfono numerosos vídeos de cursos de entrenamiento con las fuerzas especiales israelíes. «Querían obligarme a que trabajara con ellos para entrenarles, pero yo no quiero enseñarles esas tácticas, se cómo las usarían aquí», explicó.

Su odisea empezó con dos camionetas blancas de las que se bajaron varios hombres armados para obligarles a subir a punta de pistola. Al principio corrió pidiendo auxilio hacia un coche de las patrullas fronterizas que pasaba por allí, pero éste le ignoró. «Me llevaron a una casa donde me madrearon con un tablón, me partieron un diente con la culata de la pistola y hasta vi violar a una chamaca delante mío».

Nadie sabe si al otro lado se encuentra realmente el sueño americano que persiguen a través de varios países, pero no cabe duda de que de este lado están en el infierno. A la mayoría les dejan ir una vez que les quitan todo el dinero y agotan los recursos de los familiares a los que piden rescate. A Pedro no le soltaban porque su entrenamiento militar valía más, pero al final una inesperada llamada de teléfono que apareció en su móvil le salvó la vida. «Se les cambió la cara cuando vieron el número. Se asustaron de pensar que habían torturado a un amigo del jefe». El acaudalado empresario que le llamaba era alguien a quien había hecho trabajos de albañilería. Los nexos del poder en México están intrincados con el submundo más oscuro.

El país azteca otorga a los inmigrantes que vienen del sur un permiso de trabajo temporal por treinta días prorrogables, pero nadie quiere venir de Guatemala para quedarse en Guatepeor. El rumor este jueves era que a las cinco de la tarde se cerraría el hueco que las mismas patrullas habían abierto en la alambrada para dejarles pasar a esa franja en tierra de nadie donde esperaban a pleno sol del desierto a que les procesasen. Entregarse y recibir una cita con el juez de Inmigración para dentro de dos o tres años antes de ser puestos en libertad condicional les da la esperanza de gestionar el asilo político y comenzar el sueño americano.

La oportunidad de la alambrada en la Puerta 40 no duró tanto como a Pedro le habían dicho. Al amanecer las patrullas cerraron la alambrada y los que se dirigían hasta allí desde Ciudad Juárez tuvieron que seguir caminando unas horas más hasta la 42. El paraíso americano está cada vez más lejos y el camino hacia el purgatorio es más largo y peligroso. Antes encontraban esos huecos junto al mismo Puente del Norte que entra directamente a la ciudad de El Paso en apenas quince minutos. Ahora familias enteras, cargadas con niños de brazos, tienen que seguir el polvoriento camino que bordea la carretera de Zaragoza directamente a tierra de cárteles.

De vez en cuando las gigantescas puertas de acero se abren y dejan pasar a unos cuántos, no más de diez o doce cada vez. Creen que todo lo que necesitan es atravesarla y caminar hasta la iglesia del Sagrado Corazón en El Paso, donde el último rumor de Radio Macuto dice que les darán papeles. Prueba de que el párroco jesuita Rafael García es capaz de multiplicar el pan para alimentarles, pero no de convencer a San Pedro para que les abra las puertas del cielo es que las redadas y los trucos de las autoridades han despejado en dos días los alrededores de la parroquia.

No se sabe si el Gobierno de Biden quiso dejar paso a los que se avecinan o de verdad cree que está limpiando las calles de El Paso, en manos del Partido Demócrata, que este viernes abre tres nuevos albergues. Tampoco se sabe qué va a pasar mañana. «Llevará tiempo poner en pie lo que queremos hacer», ha reconocido el presidente Biden. «Necesitamos fondos para contratar más patrullas fronterizas, funcionarios de inmigración, jueces de asilo y muchas otras cosas, pero el objetivo es que la gente sepa que hay una forma legal de llegar aquí y no la ilegal que se usa ahora».

Su Gobierno se propone también denegar las peticiones de quienes no hayan solicitado el asilo político en alguno de los países por los que han atravesado antes de llegar a Estados Unidos. «Y no nos olvidaremos de que quién lo hace es Biden, un presidente demócrata que prometió dar respuesta con una reforma migratoria amplia», avisa con rencor Fernando García, director de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos.