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Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Viernes, 9 de febrero 2024, 07:17
La Casa Blanca sabía que tenía que hacer algo. Necesitaba que el presidente saliera a desmentir categóricamente las devastadoras acusaciones que ha vertido el fiscal especial sobre su alarmante deterioro cognitivo, pero en lugar de eso el presidente ratificó las dudas al estallar frente al ... cuerpo de prensa, olvidarse del nombre de la Iglesia a la que iba su hijo, confundir al presidente de Egipto con el de México, y a Hamás con «la oposición».
La comparecencia de Biden había empezado bien, con un mandatario encendido por la indignación de un informe de 345 páginas que, si bien lo exonera del delito de haberse llevado de la Casa Blanca material clasificado, que él mismo reportó al FBI y a los Archivos Nacionales, entra a juzgar su deterioro cognitivo de forma frívola, ya que no hay ningún experto médico.
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El fiscal especial Robert Hur, que trabajó en el gobierno de Trump, relata que ya en 2017 las conversaciones grabadas entre Biden y el escritor que contrató para escribir sus memorias eran «dolorosamente lentas», con el presidente agonizando para recordar los acontecimientos y «esforzándose para leer y relatar sus propias anotaciones», pero para cuando le entrevistó personalmente en octubre pasado, su memoria era «todavía peor», porque «no se acordaba ni de cuándo había muerto su hijo».
Lo explica para justificar su decisión de no presentar cargos contra él, porque considera que a sus 81 años el jurado lo vería «como un anciano amable, bienintencionado, con mala memoria».
En su comparecencia Biden se defendió airadamente de las críticas, asegurando a los periodistas que su memoria «simplemente está bien», y responsabilizándolos de lo que él considera una falsa percepción de que a los votantes les preocupa su edad, pese a que las encuestas demuestran repetidamente que lo sienten tres de cada cuatro votantes (75% en la última encuesta de NBC publicada esta semana). Con ello demostraba estar ajeno a la realidad, pero su rueda de prensa para atajar la crisis de imagen se vino abajo justo después de que alcanzara su momento álgido al confrontar frente a la cámara al fiscal especial por hacerle preguntas personales sobre su hijo.
«Cómo te atreves, cómo te atreves a sacar eso», dijo con rabia. «Francamente, cuando me lo preguntó estaba pensando 'eso no es asunto tuyo'», confesó. «Dejadme deciros algo, que algunos de vosotros ya sabéis: desde el día en que murió (su hijo), cada día me pongo el rosario que tenía de Nuestra Señora de…». Ahí es donde se quedó paralizado, incapaz de completar el nombre de la Virgen en cuestión.
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Mercedes Gallego
Aquello podía haber pasado por un lapsus de un momento pasional, de no ser porque poco después confundiría al presidente de Egipto Abdel Fattah El-Sisi con el de México, en el tercer cruce de mandatarios que expresa esta semana. El miércoles se refirió dos veces al canciller alemán Helmut Kohl, fallecido en 2017, en lugar de a Angela Merkel, al contar que en 2021 le preguntó por el asalto al Capitolio del 6 de enero. Y el domingo, en Las Vegas, dijo haber conocido en su primer año en el cargo a Francois Mitterrand, que murió en 1996, cuando se refería a Emmanuel Macron.
Las meteduras de pata de Biden no son nuevas, pero en el ocaso de su vida refuerza la percepción de que es demasiado viejo para desempeñar el cargo de presidente durante casi cinco años más. Con su informe, el fiscal especial ha puesto por escrito por primera vez lo que hasta ahora era un rumor a gritos, objeto de bromas de mal gusto: que el presidente «parece tener significativas limitaciones» cognitivas, que solo van a crecer con el tiempo y la presión electoral.
Los demócratas están alarmados con la idea de que eso les haga perder las elecciones frente a Trump, que a pesar de tener solo cuatro años menos parece más en forma. Los republicanos elevan la preocupación al extremo de querer invocar la 25 enmienda constitucional para relevarle del cargo, pidió ayer el presentador de Fox Sean Hannity, al considerar que no tiene las facultades necesarias, algo que solo podría hacer su propio gabinete. «Si no es apto para ser juzgado, tampoco es apto para ocupar el cargo más importante del país», decidió. En los círculos de la derecha se especula con su presunta senilidad y con quién está realmente gobernando a su sombra.
En cualquier caso, la carrera electoral se presenta ahora más tortuosa que nunca, dado que la edad de Biden no va a mejorar, lo que lleva a la pregunta inevitable de si podrá mantenerse en la competición hasta noviembre para dar la batalla a Trump.
Una pregunta más, antes de desaparecer. Cuatro meses y 28.000 muertos después, Joe Biden calificó el jueves la respuesta de Israel como «excesiva», su crítica más fuerte hasta el momento.
Con el voto musulmán y el de los jóvenes en contra por su apoyo a Israel en la carnicería, Biden reconoció que «esto tiene que parar» porque «hay mucha gente pasando hambre». Sin embargo, su gobierno es uno de los que ha suspendido la financiación a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), tras enfrentar acusaciones de que doce de sus 30.000 empleados participaron en los ataques de Hamás del 7 de octubre.
«Estoy presionando mucho para negociar el alto al fuego y la liberación de los rehenes», aseguró. «Estoy trabajado incansablemente en ello, porque creo que si podemos prologar la pausa inicial, también prolongaríamos la posibilidad de que esta lucha en Gaza cambie».
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