Hacía mucho que el anfitrión estadounidense no se encontraba tan a sus anchas en la Asamblea General de la ONU, que cada año reúne a una ingente cantidad de mandatarios. Ningún otro país con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tomará ... este martes el micrófono en Nueva York. Esa circunstancia deja inesperadamente a Joe Biden el protagonismo de la cumbre, en un momento en el que necesita destacar su papel internacional de cara a la galería doméstica y, a la vez, ejercer su influencia sobre otros países menos desarrollados de África y Asia, donde compite con China. Son estos los que no pierden la oportunidad de figurar en una cumbre de alto nivel.
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Con la guadaña de una orden de detención del Tribunal Penal Internacional cerniendo sobre su cabeza por los crímenes de guerra cometidos en Ucrania, Vladímir Putin esquiva estas citas por temor a que la diplomacia se torne en detención. Xi Jinping, que ya esquivó hace dos semanas la cumbre del G-20, vuelve a estar ausente de esta cita para desconcierto de los analistas, incapaces de decidir si obedece a problemas internos o a un desdén por las instituciones multilaterales en las que Estados Unidos domina. Otros líderes, como el presidente galo, Emmanuel Macron, o el primer ministro británico, Rishi Sunak, han decidido que su asistencia a la cumbre del G-20 en India hace innecesaria otra reunión dos semanas después, a tanta distancia.
Preguntado al respecto la semana pasada, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, contestó que en su opinión la presencia de un líder u otro «no es más o menos relevante», dijo. «Este no es un asunto de vanidad. Lo que cuenta es la relevancia de los compromisos con las metas de Naciones Unidas que cada gobierno esté preparado para hacer». Incluso en ese sentido, los que tengan que retratarse ante el micrófono estarán más dispuestos a presentar compromisos.
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El propio director del grupo de crisis internacional de la ONU, Richard Gowan, dijo en esa cumbre del G-20 que «para algunos políticos europeos no hay grandes ganancias en dejarse ver en grandes cumbres internacionales porque lo que necesitan es más visibilidad en casa». En el caso del presidente español, Pedro Sánchez, su viaje relámpago de tres días a Nueva York, recién salido del covid, presenta ventajas en ambos frentes. En un momento de incertidumbre política en el que las urnas no han arrojado un claro gobernante, ni los partidos políticos parecen ponerse de acuerdo, España necesita transmitir a la comunidad internacional una imagen de estabilidad y, en su caso, de continuidad para mantener la relevancia. «La democracia tiene sus tiempos», dijeron fuentes de Moncloa. Ese será el mensaje que transmitirá el mandatario a quien le quiera escuchar, aunque tampoco son muchos. Solo tiene previstas bilaterales con Libia, Irak y Mauritania.
Está claro que la presencia de líderes en la ONU responde a las necesidades domésticas y globales de cada uno, como la del cubano Miguel Díaz-Canel, cuyo país aspira a uno de los asientos de la Comisión de Derechos Humanos que se votará en octubre. Hay, sin embargo, indicios de un nuevo orden mundial que se está gestando. Y no solo por la ausencia de Rusia y China, sino por la presencia este lunes de Benjamín Netanyahu en la bahía de San Francisco, donde se reunió con el fundador de Tesla y propietario de Twitter, Elon Musk, que ha rebautizado esta red como X.
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En los últimos tiempos su control sobre la red de satélites StarLink, que permite operar a Ucrania sus drones contra Rusia, le ha dado una relevancia oficiosa en la escena internacional. Al estilo del empresario libertario que intenta dar imagen de transparencia a la vez que impulsa el protagonismo de su plataforma, la discusión sobre inteligencia artificial en la que Netanyahu confrontó a Musk sobre comentarios antisemitas fue retransmitida en directo a la vez que el resto de los líderes debatían el compromiso sobre los 17 objetivos de desarrollo más relevantes que la ONU ve en peligro, desde la erradicación de la pobreza a la educación.
La Casa Blanca admite que ve «señales de una fuerte demanda para que Estados Unidos se involucre más» y tenga «mayor presencia en todos los continentes», dijo el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, al anticipar el discurso con el que Biden abrirá este martes la reunión de alto nivel, después de que hable Brasil y el secretario general de la ONU de acuerdo a la tradición. El plato fuerte vuelve a ser el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que depende más que nunca de Estados Unidos y de la comunidad internacional para continuar la guerra contra Rusia. El domingo por la noche los republicanos de la Cámara Baja introdujeron una ley de continuidad de fondos que no incluye ayudas a Ucrania. Eso hace pensar a Moscú que su mejor apuesta es aguantar hasta las próximas elecciones estadounidenses por si la vuelta de Trump cambia su suerte.
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Biden sabe que la política internacional trae pocos votos, pero necesita proyectar la imagen de liderazgo global que dará en esta cumbre.
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