Un hombre blanco de buen parecer y sonrisa de dentífrico es el asesino que el miércoles mató de tres disparos a Brian Thompson, el consejero delegado de la octava mayor empresa del mundo, UnitedHealthCare, un gigante de los seguros médicos que debe tener muchos enemigos ... por sus prácticas para denegar el pago de cobertura médica. Pese al pago de miles de dólares en primas mensuales, las aseguradoras dejan frecuentemente a los clientes sin atención médica vital aprobada por los médicos. O lo que puede ser peor, con decenas de miles de dólares en deudas.
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En los casquillos de las tres balas de apenas 9 mm de calibre que le metió en el cuerpo dejó grabado un poderoso mensaje que resume el móvil: «Delay, Deny and Defend» (Posponer, Denegar y Defender), han dicho algunas fuentes policiales a medios estadounidenses, aunque otras cambian la última palabra por «Depose» (Deponer). Se trata del título de un libro de 2010 agotado en imprenta, al que sigue un subtítulo clarificador: «Por qué las compañías de seguros no pagan las reclamaciones y qué se puede hacer al respecto», dice la obra escrita por el profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Rutgers, Jay M. Feinman.
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«Desde comienzos de los años 90, muchas aseguradoras reconsideraron el trabajo del Departamento de Solicitudes de Prestaciones», escribió el profesor emérito, que, impactado por su repentina relación con un crimen de película, este jueves optó por no hacer declaraciones. «La estrategia era sencilla», escribió. «El mayor gasto de una compañía de seguros son los pagos que en reclamaciones de prestaciones hacen sus clientes. Cuanto menos pague, más beneficios tiene».
El minucioso mensaje inscrito en las balas que mataron a Thompson, de 50 años, parece indicar que se trataba de un crimen deliberado y pasional. La vendetta de alguien que no tiene miedo a acabar en la cárcel y que se atrevió a perpetrar el asesinato con un silenciador a la luz del día en las calles de Manhattan, rodeado de peatones que, a las 6:46 de la mañana se dirigían indiferentes al trabajo. «En mis muchos años de carrera nunca he visto un silenciador», declaró este jueves, impactado, el alcalde, Eric Adams, quien ascendió a capitán de la Policía de Nueva York en 22 años de servicio. Este dispositivo, habitual en películas de Hollywood, es difícil de obtener en EE UU.
La víctima se alojaba a pocos pasos y, pese a haber recibido amenazas de muerte, cruzó la calle solo hacia el concurrido Hotel Hilton de la Sexta Avenida con la calle 54, que, con cerca de 2.000 habitaciones y 14.000 metros cuadrados dedicados a salas de conferencias, ha alojado desde la noche electoral de Donald Trump en 2016 hasta varias Iniciativas Globales de la Fundación Bill Clinton. En él iba a celebrarse la junta anual de inversores de la empresa.
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Es muy posible que a estas horas la Policía de Nueva York ya sepa quién es. De hecho, decía tener «una persona de interés» a la que interrogar. La red de cámaras de seguridad que cubre la Gran Manzana como un show de Truman permitió reconstruir sus pasos. Se sabe dónde durmió, qué desayunó, cómo huyó y hasta dónde se compró la mochila. Al amanecer se acercó a un Starbucks cercano a la escena del crimen, donde compró un botellín de agua y dos barritas energéticas. La labor del cuerpo de Policía más famoso del mundo permitió en cuestión de horas recuperar los envoltorios y el envase en las papeleras públicas, con una huella dactilar borrosa.
El asesino sabía de armas, pero no parecía ser un profesional del hampa. Llevaba a la espalda una mochila de color claro sobre una chaqueta negra, que permitió identificarle rápidamente entre la multitud por la que se perdió en una bicicleta eléctrica. Fuentes policiales la atribuyen a la marca Peak Design, que las vende por 330 dólares por su capacidad «sin parangón para la organización, protección y acceso», lo que la hace una favorita de los fotógrafos.
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Originalmente la Policía difundió que huyó en un velocípedo público del programa Citibike que muchos neoyorquinos utilizan de forma compartida, pero un ejecutivo de la empresa aseguró horas después que la bicicleta en cuestión no les pertenecía. Con ella se perdió al interior de Central Park en dirección norte, de donde probablemente había venido.
Se sabe que había pasado la noche en la litera de un hostal del barrio de Upper West Side con dos desconocidos. Su foto estaba ya en los postes de las farolas, que ofrecían 10.000 dólares de recompensa para quien diera pistas que condujesen a su detención, cuando los agentes llegaron con lujo de parafernalia al hostal de la Avenida Amsterdam con la calle 103. Los turistas internacionales disfrutaban de la experiencia neoyorquina de una película de acción, mientras los ejecutivos de medio mundo revisaban sus medidas de seguridad, con un escalofrío en la espalda.
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