La ONU da más voz a Palestina como Estado observador aunque aún sin voto

El último recurso diplomático para elevar el estatus de Palestina en la legalidad internacional crea una fórmula nunca antes explorada por la que se amplían los derechos y privilegios de un Estado que sigue siendo «observador», como el Vaticano, de acuerdo a una condición que alcanzó en 2012, cuando el Consejo de Seguridad negó su solicitud de admisión como miembro de pleno derecho. Israel lo es desde hace 75 años, y está reconocido por al menos 165 de los 193 países de la ONU, pero EE UU ha usado su derecho a veto en el Consejo de Seguridad para impedir que los palestinos tengan ese mismo estatus, pese a defender públicamente la solución de los dos Estados como vía para lograr la paz.

Este viernes, solo cinco países, además de EE UU e Israel, se pronunciaron en contra de la resolución que permitirá a la delegación palestina aumentar su perfil en la Asamblea General, aunque no tenga derecho a voto. Se trata de Argentina, Hungría, la República Checa y otros pequeños integrantes del Pacífico, satélites estadounidenses en las votaciones de la ONU, como Micronesia, Nauru, Palau y Papúa Nueva Guinea. Pero incluso Washington dijo al explicar su voto que «no refleja oposición al Estado de Palestina», aclaró el embajador adjunto Robert Wood, que suele sustituir a Linda Thomas- Greenfield cuando toca ponerse en contra del mundo. «Hemos sido muy claros en que apoyamos al Estado palestino y buscamos su avance, pero creemos que solo llegará con un proceso directo de negociación entre las partes», justificó.

Pese a la determinación de la Asamblea General, el embajador estadounidense advirtió que si el máximo órgano de la ONU vuelve a retomar la cuestión «habrá un resultado similar». Sus esfuerzos para evitar que la causa palestina triunfase este viernes solo sirvieron para conseguir la abstención de 25 países, entre los que destacan el Reino Unido, Canadá, Alemania, Australia, Italia, Holanda, Bulgaria y Rumanía.

La resolución estaba patrocinada por más de 70 países, entre los que se encontraban España, Francia y Bélgica, prueba de las profundas divisiones de la Unión Europea en la cuestión palestina. El jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, tiene entre manos el mayor desafío de su mandato.

Al tratarse de derechos y privilegios que no se han aplicado a ningún otro país, la portavoz de la Asamblea General, Mónica Graylay, explicó que «los órganos competentes», sin especificar cuáles, tendrán ahora que interpretar su significado. A partir de septiembre, cuando arranque la 79 Asamblea General, el embajador palestino, Riyad Mansour, podrá sentarse con el resto de los delegados de los 193 países representados en el asiento que corresponde a su nación por orden alfabético. También podrá presentar propuestas y enmiendas a las resoluciones que se introduzcan, sin tener que utilizar un tercer Estado para ello, e intervenir en nombre de grupos de países. «Este es un voto por la paz», agradeció.

Por su parte, el embajador israelí, Gilad Erdan, estaba fuera de sí por la decisión de «sentar a los nuevos nazis» en el órgano más democrático de la ONU. «¡Churchill estará retorciéndose en su tumba!», clamó. Para escenificar lo que considera dilapidar la carta fundacional de la organización, subió al escenario con una trituradora de papeles en la que introdujo la Carta Magna, la resolución y el voto de los diplomáticos. Los miembros de esa asamblea ya conocen las dotes teatrales de los israelíes, más notablemente la de Benjamín Netanyahu cuando presentó la caricatura de una bomba para ilustrar la inminencia nuclear de Irán, que según dijo en 2012 estaba a meses de completar el enriquecimiento de uranio necesario para su primera bomba nuclear.