El absoluto poder de las élites del partido para apartar a un aspirante

Joe Biden hacía referencia a las mismas élites que un año atrás cerraron filas en torno a su candidatura cuando ya emergían los primeros signos de preocupación. Aun así, entonces se negó la evidencia, las cuestiones sobre su edad se desestimaron, los intentos de candidaturas alternativas se ignoraron y ningún demócrata de alto rango se decidió a retarlo por la nominación. Las llamadas élites respaldaban a Biden y confiaban en su capacidad para ganar la reelección.

La frustración del ya excandidato por la repentina y brusca retirada de apoyo tras su penosa actuación en el debate con Trump en la CNN ha centrado la atención sobre este puñado de importantes demócratas que toman decisiones, determinan estrategias y proyectan cálculos decisivos. Entre otros, los que afectan a la financiación, la promoción de los candidatos, e incluso, el abandono sin reparos de aquellos que se salen de línea o desafían su criterio.

En su círculo más extenso, el grupo de 'influencers' internos incluye a miembros del Congreso, gobernadores, consejeros de la Administración, consultores y operadores políticos. También aparecen destacados donantes demócratas, figuras de los medios, presidentes de partidos estatales, jefes de sindicatos y jefes de organizaciones políticas. Y esta vez, incluso celebridades con influencia política como George Clooney.

Pero la 'lista A' en la toma de decisiones, aunque no es oficial, resulta mucho más corta. Se trata de los cargos de más alto rango político del país, los pesos pesados con veteranía e influencia, que han tenido un papel clave en los once días de julio que han cambiado la historia y transformado la campana electoral demócrata.

Personificados en figuras como la del expresidente Obama, la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, hasta el líder demócrata de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, el jefe del Senado, Chuck Schumer, y el congresista Jim Clyburn, involucrados en las conversaciones de alto nivel en el planeamiento de la retirada de Biden y en llevar a cabo la intervención. Hay un dato curioso. Ya ha saltado a los medios que Obama podría estar en conversaciones para que uno de sus colaboradores más estrechos en su etapa en la Casa Blanca entre en el organigrama de Kamala Harris.

La presidenta emérita Nancy Pelosi, gran amiga de Biden pero profundamente pragmática, ha sido una de las voces más importantes en forzar su dimisión, que ha transmitido sin sentimentalismo al propio presidente en conversaciones privadas. En público, táctica y deferente, señalaba cómo «estamos animándole a que tome una decisión».

Pelosi, que cuenta con una estatura icónica y es ampliamente respetada en el partido, representa a una de las estrategas clave de los demócratas, con un enorme peso entre los donantes. Ha sido responsable de tomar medidas milagrosas para aprobar la agenda legislativa de Biden. Aunque de mala gana, éste escuchó a Pelosi.

El jefe de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, de Nueva York, el demócrata de mayor rango en el Senado, ha sido el termómetro que media la temperatura de los Estados indecisos sobre la continuidad del octogenario. Ha mantenido conversaciones privadas con donantes, consejeros demócratas y jefes de la campaña electoral. Su propio cargo está en riesgo si Trump logra una mayoría aplastante. Schumer ha sido otra de las figuras de la élite fundamentales para poner fin a la estrategia de supervivencia de Biden.

También en las conversaciones, aunque en diferente nivel, el expresidente Obama, quien tiene una relación de amigo y familiar con Biden, al tiempo que de rivalidad. Ha sido considerado vital en la estrategia para desanimar al candidato.