Militares se reunieron este martes en un templo en la ciudad de Yangon. AFP

China impide la acción de la ONU contra la junta militar de Myanmar

El Gobierno de EE UU estudia sanciones unilaterales como respuesta a la primera crisis internacional que enfrenta Biden

mercedes gallego

Corresponsal. Nueva York

Martes, 2 de febrero 2021

Frente a la impulsividad de Donald Trump, el sopesado cálculo de Joe Biden y el lento devenir de la burocracia internacional. Tres días después de que la junta militar de Myanmar cortase las líneas de teléfono e internet, detuviese a los dirigentes democráticos y líderes ... de la sociedad civil, y declarase el estado de emergencia durante un año para tomar el poder de las tres ramas de gobierno, el Departamento de Estado estadounidense ha «estudiado cuidadosamente los hechos» para determinar que eso constituyó «un golpe de estado», anunció en teleconferencia un portavoz.

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En su determinación de «consultar con los aliados de la región y del mundo», explicó el gobierno de Biden, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió este martes sin adoptar ninguna medida, dada la oposición de China, que considera un intervencionismo en los asuntos internos de su aliado. Rusia y Japón tampoco ven con buenos ojos la intervención de la ONU en su región.

El gobierno de Biden estudia sanciones unilaterales que tendrían poco impacto, primero porque los cuatro principales líderes de la junta militar que ha tomado el poder ya habían sido sancionados a través de la ley Magnisky por el genocidio de los Rohingya, y segundo porque EE UU no tiene mucha actividad económica con Myanmar. Minimizar la existente solo empujaría a este país aún más a los brazos de China, de quien depende. En ese sentido, el portavoz del Departamento de Estado admitió que su gobierno no ha tenido ningún contacto con China sobre ese tema. Probablemente sobre ningún otro, ya que Xi Jinping no figura entre los líderes con los que ha hablado el nuevo presidente. De hecho, tardó 23 días en reconocer su victoria en las elecciones de noviembre.

EN SU CONTEXTO:

  • 24 ministros han sido destituidos por el Ejército, que ha creado un gabinete con once departamentos, y unos 400 diputados permanecen encerrados.

  • Exigen conocer el paradero de Suu Kyi. El partido de Aung San Suu Kyi exigió ayer, en vano, la liberación de todos los detenidos y explicaciones sobre el paradero de su líder y del presidente de la República, Win Myint. La posición oficial es que se hallan «bajo arresto domiciliario», pero no se ha revelado más información sobre el lugar ni el estado de salud de ambos.

  • 80% Los militares justifican el golpe en un supuesto fraude electoral que ha sido negado incluso por los observadores de las elecciones de noviembre, donde la presidenta 'de facto' arrastró a más del 80% de votantes.

Sin dientes, la enviada especial de la ONU Christine Schraner Burgener urgió este martes al Consejo de Seguridad a enviar «una clara señal en apoyo a la democracia en Myanmar», sin que los quince miembros llegasen este martes a ningún acuerdo. Human Rights Watch pidió al cuerpo de la ONU que vela por la paz y la seguridad internacional exigir la liberación de todos los líderes políticos y activistas detenidos, así como la restauración del gobierno civil democrático, mediante la expedición de sanciones contra los dirigentes militares.

A su juicio, fue «el abismal fallo» de este organismo en enfrentar los abusos a los derechos humanos de los militares lo que les hizo creer, en primer lugar, «que podrían actuar como quisieran sin serias consecuencias». Y a la luz del silencio del Consejo de Seguridad este martes, tal vez tengan razón.

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La suerte de los rohingyas

A la ONU le preocupa la suerte de los 190.000 musulmanes de la etnia rohinga desplazados dentro del país –casi un millón vive en campos de refugiados de Bangladesh-, particularmente porque la junta militar ha cancelado hasta final de abril todos los vuelos que entran a Myanmar, incluyendo los que llevan ayuda humanitaria. Además, unos 600.000 rohingyas siguen confinados en aldeas y campos de concentración en el estado de Rakhine, en condiciones opresivas que ameritan la acusación de crímenes contra la humanidad.

En cierto modo Myanmar y EE UU han seguido caminos paralelos al celebrar elecciones a principios de noviembre, cuyos dirigentes han calificado de fraudulentas. Solo que la fuerza de las instituciones en EE UU y la neutralidad del Pentágono han favorecido que el gobierno salido de las urnas asuma el poder, algo que no ha sabido tolerar la junta militar del país asiático.

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Los observadores internacionales reconocen que hubo irregularidades en el proceso que, sin embargo, no alteraron el resultado. «Seamos claros, el resultado de las recientes elecciones fue una victoria masiva para la Liga Nacional por la Democracia, que ganó más de un 82% de los asientos parlamentarios», destacó la enviada especial del secretario general de la ONU para ese país.

La suerte de la dirigente del Consejo de Estado de Myanmar Aung San Suu Kyi, que trabajó durante tres años para la ONU y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1991, vuelve a ser la del arresto domiciliario, situación en la que ya pasó 15 años entre 1989 y 2010. Una «Hija de Ghandi», según la revista Time, que ni siquiera en el poder tuvo fuerza para evitar la limpieza étnica de los Rohingyas, perpetrada por la junta militar que ha vuelto a detenerla.

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Estados Unidos amenaza con recuperar las sanciones al país

PABLO M. DÍEZ

Un día después del golpe de Estado en Myanmar, nombre oficial de la antigua Birmania, no se sabe el paradero de su jefa de Gobierno 'de facto', la nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, ni del resto de políticos detenidos por los militares el lunes por la mañana. Unos 400 diputados, que habían acudido a la capital, Naipyidaw, para la constitución del Parlamento tras las elecciones de noviembre, están encerrados y vigilados en el complejo gubernamental que alberga dicho edificio.

Bajo el estado de emergencia declarado por el Ejército tras derrocar al Gobierno y apropiarse de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, en las calles se respira una calma tensa a la espera de ver qué ocurre. Al mando de su comandante en jefe, el general Min Aung Hlaing, el Ejército ha destituido a 24 ministros y formado un gabinete con once ministros. También ha suspendido el tráfico aéreo internacional hasta junio.

Desde las ocho de la tarde hasta las seis de la mañana, impera el toque de queda y, con los soldados patrullando las calles de la principal ciudad, Yangón (Rangún), este martes se recuperó tímidamante cierta actividad. Tras la sorpresa inicial, agudizada por una caída de internet y los teléfonos que ha llevado al acopio de víveres y dinero de los cajeros, los birmanos están a la expectativa después de ver truncada su joven democracia. Desde 2015, solo han podido votar en dos elecciones realmente libres, en las que han dado su apoyo casi unánime a la venerada Aung San Suu Kyi, hasta que los militares han vuelto a imponer la dictadura que rigió en el país durante las seis últimas décadas.

Esta vuelta atrás ha sido condenada por las principales potencias occidentales y Estados Unidos ha amenazado con reinstaurar las sanciones que estuvieron vigentes durante aquella época. Joe Biden, en su primera crisis desde que ocupó la Casa Blanca hace apenas dos semanas, recordó que EE UU «levantó las sanciones sobre Birmania en la década pasada por sus progresos hacia la democracia», pero «la involución de este proceso necesitará una inmediata revisión seguida de las acciones oportunas».

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