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El régimen iraní es perfectamente consciente del peligro al que se enfrenta y de la volatilidad de su principal enemigo. La guerra en Gaza y ... los ataques en Líbano y Yemen han desactivado parcialmente a las milicias proxis con las que combate a Israel y Estados Unidos, mientras que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha introducido un elemento de gran incertidumbre: un día tiende su mano para alcanzar un acuerdo similar al que él mismo dejó en papel mojado, y al siguiente amenaza con un brutal ataque.
En esta coyuntura, los ayatolás han decidido jugar dos bazas. Por un lado, se han avenido a negociar un acuerdo similar al que firmaron en 2015 con Barack Obama al timón de la superpotencia americana y el sábado celebrarán en Omán la tercera ronda de negociaciones. Por otro lado, han puesto en marcha un plan para incrementar su capacidad de defensa ante un posible ataque contra sus instalaciones nucleares, una medida que Israel planteó pero que Trump desechó.
Según un detallado informe publicado este miércoles por el Institute for Science and International Security, basado en imágenes de satélite, Teherán está fortificando el perímetro de dos redes de profundos túneles vinculados a su principal complejo nuclear. David Albright, presidente del instituto, afirmó que el nuevo perímetro sugería que los túneles, horadados bajo el monte Kolang Gaz La desde hace varios años, podrían entrar en funcionamiento relativamente pronto.
«Estas medidas, asociadas al enriquecimiento de uranio, sugieren que Irán está cada vez más preocupado por la posibilidad de que un individuo o grupo intente entrar en los complejos de túneles sin ser detectado. No está claro si este tipo de barrera protectora sería eficaz contra un adversario bien armado y con recursos», apunta el instituto en un informe que deja en evidencia la desconfianza de la república islámica.
Por si fuese poco, Albright señaló que Teherán ha prohibido el acceso a los túneles de los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) que supervisan su programa nuclear, un veto que ha levantado la sospecha de que puedan utilizarse para almacenar las reservas iraníes de uranio altamente enriquecido o de materiales nucleares no declarados, así como centrifugadoras avanzadas que podrían purificar rápidamente suficiente material fisible para una bomba.
Al fin y al cabo, lo que Trump pretende lograr es que Irán no enriquezca uranio más allá del 3,7%, el umbral que marcan los usos civiles. Todo apunta a que ya ha llegado al 60% -es necesario un 90% para fabricar armas atómicas- y el temor reside en que pueda saltarse un acuerdo utilizando este tipo de infraestructuras secretas. No en vano, el director general del OIEA, Raphael Grossi, afirmó este miércoles en Washington que esos posibles usos «no pueden descartarse», razón por la que su institución ha solicitado en repetidas ocasiones visitar las instalaciones.
A pesar de todo, Teherán y Washington esperan acercar posiciones el sábado e incluso China aplaude este diálogo. Lo hizo este miércoles su ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi. «Contribuirá a mantener el régimen internacional de no proliferación y a promover la paz y la estabilidad regionales», afirmó.
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