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La negociación sobre desarrollo nuclear entre Irán y Estados Unidos tendrá este sábado una segunda parada en Roma en medio de la presión de Israel ... para que Donald Trump apueste por un ataque directo a las instalaciones atómicas de la república islámica. El diario 'The New York Times' revela que el último encuentro del presidente norteamericano con Benjamín Netanyahu en la Casa Blanca fue tenso porque el primer ministro israelí le planteó un ataque para mayo, pero el magnate republicano optó por dar una oportunidad a la diplomacia. La alternativa ahora consiste en de si Washington exige el desmantelamiento del programa atómico o se conforma con una limitación y la supervisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), como sucedió en 2015.
La estrategia de Israel para atacar las instalaciones nucleares iraníes aprovechando el debilitamiento de la república islámica tras la caída de Al-Assad en Siria y los golpes sucesivos a sus aliados de Hezbolá en Líbano necesitaba el respalo estadounidense, no solo político sino también militar para que fuera totalmente efectivo y protegiera además al Estado hebreo de represalias. El Pentágono mantiene en la zona una potente flota naval y aérea, con dos portaaviones, decenas de cazas y seis bombarderos B-2 estacionados en una base del Índico. Una potencia de fuego suficiente para acabar con las plantas de uranio.
La pretensión del ejército israelí, que ha ensayado en multitud de ocasiones sobre el papel cómo atacar Irán, pasaba por lanzar sucesivas ofensivas aéreas sobre las instalaciones atómicas en las que debían participar los aviones estadounidenses. Israel pensó incluso en introducir un comando en las fábricas subterráneas, pero Netanyahu lo rechazó porque se necesitaban meses de preparación.
El periódico neoyorquino asegura que hubo un largo debate interno en la Casa Blanca entre los asesores más radicales y quienes pensaban que una ofensiva sobre Irán desestabilizaría todavía más Oriente Medio y lo envolvería en una guerra de impredecibles consecuencias. Trump decidió finalmente rechazar las pretensiones de Netanyahu, con quien conversó hace una semana, y optar por una vía diplomática; eso sí, sin abandonar la amenaza militar si Teherán se cierra en banda.
El pacto nuclear marcará el devenir de la región y por eso se han producido movimientos importantes en las últimas horas. Arabia Saudí envió este jueves a su ministro de Defensa, Khalid Bin Salman, a Teherán, una visita importante en un momento crítico que simboliza el acercamiento entre las dos grandes potencias chií y suní de Oriente Medio. El responsable de Defensa saudí es el hermano de Mohamed Bin Salman, príncipe heredero y figura respetada por Trump, que en unas semanas viajará a Riad en visita oficial.
Khalid Bin Salman se reunió con el Líder Supremo iraní «con el objetivo de ampliar las relaciones con Irán y la cooperación en todos los campos». Alí Jamenei le transmitió que «es mucho mejor que los hermanos de la región cooperen y se ayuden unos a otros que depender de otros», en alusión a potencias extranjeras como Estados Unidos. Es una declaración de intenciones que trata de superar las rencillas del pasado y supone un aviso para Israel, que aspira a que Trump logre la normalización de relaciones entre ellos y Riad.
El otro movimiento clave de la jornada fue el del ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, responsable de la negociación con los estadounidenses, quien viajó a Moscú, donde se reunió con Vladímir Putin, presidente de Rusia. La república islámica quiere mantener a Moscú al tanto de todo el proceso ahora que los rusos tienen buen sintonía con la Administración estadounidense.
Teherán gira hacia Riad y Moscú sin saber cuáles son las intenciones reales de EE UU, de quien no se fía porque en 2018 rompió el acuerdo nuclear de forma unilateral cuando ellos cumplían lo acordado con el equipo de Barack Obama. Israel insiste en que el pacto pasa por eliminar el programa iraní, ante lo que Araghchi dejó claro que «el enriquecimiento de uranio es un asunto real y aceptado. Estamos dispuestos a generar confianza, pero la cuestión del enriquecimiento no es negociable». La república islámica estaría dispuesta a limitar el enriquecimiento a un 3,67%, el nivel necesario para su programa de uso civil, a cambio del levantamiento de sanciones.
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