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El gobierno de Sheij Hasina ha colapsado y la que era una de las gobernantes más veteranas del sur de Asia ha dimitido presionada por el movimiento estudiantil que desde el pasado 1 de julio agita las calles del país y que cuenta ya con ... centenares de muertos. Las protestas se iniciaron contra una cuota que reservaba el 30% de las plazas de empleo público a veteranos y descendientes de quienes lucharon en la Guerra de Liberación de Bangladés de 1971 y por la regularización del empleo público. De la capital, Daca, se extendieron a otras ciudades del interior como Bogura, Cumilla, Chattogram, Chittagong, Jahangirnagar, Rangpur, etc. Aunque la dimisión de la primera ministra Hasina parecía una quimera después de que su partido, la Liga Musulmana Awani, ganara las elecciones por quinta vez a principios de este año, se ha convertido en realidad cuando a bordo de un helicóptero ha abandonado el país. Recordemos, por otra parte, que la agitación popular contra el sistema de cuotas no es nada nuevo ya que en 2013 y 2018 también se produjeron protestas a gran escala para exigir un sistema más justo.
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El país asiático se encuentra en una coyuntura peligrosa en unos momentos en los que la repercusión de los acontecimientos ha sobrepasado sus fronteras. Aunque haya sido el sistema de cuotas el desencadenante de la crisis, existen causas subyacentes vinculadas con problemas políticos y económicos más profundos. La jefa de gobierno más longeva del mundo ha sido durante mucho tiempo apoyada por otros Estados por conseguir un incuestionable desarrollo económico que ha beneficiado a su población, por gestionar con habilidad el movimiento islamista interno, por abrir las fronteras para acoger a cientos de miles de refugiados rohinyás que huían de la represión militar de 2017 en la vecina Myanmar y por el apoyo de su poderoso ejército.
Los últimos quince años del Gobierno de Hasina y la Liga Awami han aportado cambios notables a la economía del país, pero la situación se ha revertido por el impacto negativo de la guerra entre Rusia y Ucrania (aumento de los costes de los alimentos y el combustible y reducción de la demanda de prendas confeccionadas), por la grave crisis de liquidez de sus bancos, por la elevada inflación y por el aumento exponencial del desempleo. Si a ello añadimos las acusaciones de autoritarismo, nepotismo, corrupción e intolerancia con la disidencia, sobre todo durante su último mandato, podemos visualizar mejor las causas reales de las protestas.
Claro que tampoco debemos olvidar que a esta realidad económica y social le acompañan otros factores internos y externos. Nos referimos concretamente a la estratégica posición de Bangladés, entre India y Myanmar, al norte de la bahía de Bengala, cerca de Bután y Nepal, y en un área de fuerte influencia de una China cuyos intereses chocan también en esta zona del planeta con los de Estados Unidos. Los manifestantes, imbuidos de los argumentos anteriormente citados, están influenciados por agentes internos, como el Partido Nacionalista y el Jamaat-e-Islami, y externos, como las grandes potencias del planeta. A lo largo del último año, Hasina resistió las presiones y no permitió a EE UU establecer una base militar en una isla del golfo de Bengala y, sin embargo, autorizó a Pekín a construir un puerto en Yantai para enlazar con el de la ciudad birmana de Kyauk-phyu.
Múltiples factores para una misma crisis.
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