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Apenas unas horas después de que Estados Unidos y Corea del Sur reprobaran el envío de diez mil soldados norcoreanos al frente ucraniano para defender los intereses de Rusia, Corea del Norte disparó hacia el mar de Japón un misil balístico intercontinental con capacidad, en ... teoría, de alcanzar territorio norteamericano. El proyectil voló durante una hora y 27 minutos y recorrió una distancia de 1.000 kilómetros. Es, hasta ahora, el cohete lanzado por el régimen de Pyongyang que más tiempo ha permanecido en el aire. Y es un desafío y una prueba de fuerza mientras sus militares, vestidos con el uniforme de las tropas armadas del Kremlin, pisan ya Kursk, región fronteriza rusa donde Ucrania ha logrado avances. La irrupción de Corea del Norte en este conflicto eleva la tensión. «Es el primer paso hacia una guerra mundial», avisó hace dos semanas el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
Para justificar el lanzamiento de este misil balístico, el líder absoluto de Corea del Norte, Kim Jong-un, dejó en el aire una advertencia:quiere dejarle claro a los rivales su «voluntad de contraatacar», según difundió la Agencia Central de Noticias (KCNA). Corea del Sur –país con el que está enfrentado desde los años 50 del pasado siglo–, Japón y EE UU vigilaron el vuelo del cohete. Tomaron nota. El proyectil alcanzó una altitud de 7.000 kilómetros. Además, los servicios de Inteligencia surcoreanos dan por hecho que Pyongyang está listo para celebrar un nuevo ensayo con armamento nuclear –el último fue en 2017–. «Nunca cambiaremos nuestra postura de reforzar la estrategia atómica», subrayó el mandatario norcoreano.
La escalada sigue. Tanto en el aire con este misil como sobre el barro de Kursk, donde ya hay entre 3.000 y 5.000 soldados del país asiático, según estimaciones de varias fuentes, incluida la ONU. Forman parte del despliegue de 10.000 reclutas que ha estado preparándose unas semanas en territorio ruso antes de entrar en combate. En agosto, el ejército ucraniano se hizo con el control de parte de esta región rusa en respuesta a los avances de Moscú en el Donbás.
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El secretismo acompaña a las tropas norcoreanas, procedentes de un país hermético. Pese a todo, empiezan a conocerse algunos detalles. Muchos son miembros de unidades de élite, pero carecen de experiencia, desconocen el terreno que les toca reconquistar y, según expertos militares de Corea del Sur, serán lanzados «como carne de cañón». Kim Jong-un asume el riesgo de sufrir muchas bajas, pero considera que es una acción clave para reforzar su alianza militar con Vladímir Putin. Además, Rusia paga, y bien, por contar con las tropas norcoreanas.
Ese es uno de los grandes alicientes para los militares desplazados al frente ucraniano. En Corea del Norte, un soldado cobra menos de un dólar al mes. Moscú abona 2.000 por el mismo periodo, aunque entre el 90 y el 95 por ciento del salario se lo queda el régimen de Pyongyang, según la agencia Ap. Aun así, un recluta sacaría entre 1.200 y 2.400 dólares en un año de servicio. Una fortuna... si sobrevive. Y un aliciente para presentarse voluntario.
Nam Sung-Wook, exdirector de un centro de estudios de la agencia de inteligencia de Corea del Sur, calcula que su vecino del norte recibirá millones de dólares por su intervención militar en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Los soldados, además, obtendrán experiencia para futuras guerras, aunque a riesgo de acumular muchas bajas. «El régimen seguirá ocultando a su pueblo que ha enviado tropas al extranjero para ser masacradas», apunta.
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