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Emerge un nuevo orden internacional orientado al Sur Global, ese concepto geopolítico que aglutina a las potencias en ascenso y los países en vías de desarrollo. Agrupado desde 2010 en torno los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), este foro económico y político se ... acaba de ampliar con seis nuevos miembros en su cumbre celebrada estos días en Johanesburgo. A partir del 1 de enero de 2024, se incorporarán de forma oficial Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto, Etiopía y Argentina, dando así más peso a las naciones emergentes frente a la hegemonía de Occidente en las últimas décadas.
Las avanzadas democracias del G-7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) todavía suman el 43,5% del PIB global, pero su aportación seguirá reduciéndose hasta el 41,1% dentro de cinco años. Por su parte, los once miembros de los BRICS pasarán del 29,1% del PIB mundial en 2023 al 31,4% en 2028, según las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Todo ello sin contar con nuevas incorporaciones, pues otras potencias regionales en auge, como Indonesia, México o Nigeria, también aspiran a unirse.
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Como contrapeso a EE UU y la UE, la ampliación de los BRICS ha sido liderada por China para crear un orden multipolar, pero contaba con las reticencias de India por temor a que su influencia en la agrupación se viera diluida con la entrada de otras naciones. Además de hacer valer su peso en este ente, con el que mantiene un comercio de 416.000 millones de euros, el presidente chino, Xi Jinping, aprovechó la cumbre de Johannesburgo para protagonizar un maratón de reuniones bilaterales y dar un discurso ante los dirigentes de 65 países en vías de desarrollo invitados. Especialmente a los de África, Xi les prometió una lluvia de inversiones a través de su Iniciativa de Desarrollo Global, cuyo fondo de 3.700 millones se verá ampliado por otro de 9.250.
A pesar de esta diplomacia desplegada por Pekín durante la cumbre de los BRICS, el visto bueno a su ampliación por parte de India demuestra su confianza y su intención de competir para liderar el Sur Global. Como los dos países más poblados del mundo, China es la segunda economía mundial e India la quinta. Para los próximos años ambos están llamados a disputarse el primer puesto. Con sus distintos niveles de progreso y sistemas políticos claramente diferenciados, entre el desarrollismo del autoritario régimen chino y la caótica democracia india, ambos gigantes representan dos modelos opuestos para las naciones menos avanzadas.
Mientras China lleva desde los tiempos de Mao intentando exportar su influencia al Sur Global, primero en forma de revolución comunista y ahora como paradigma de desarrollo distinto a Occidente, para India supone un cambio con respecto a su tradicional Política de No Alineamiento.
«Antes había una Guerra Fría y no queríamos tomar parte porque éramos un país poscolonial que no deseaba seguir a nadie. Pero los tiempos han cambiado. Nuestra economía ha mejorado y tenemos más interés en la participación internacional, más confianza y un fuerte sentimiento de independencia». Así explicaba este cambio de postura el ministro de Exteriores indio, Subrahmanyam Jaishankar, en un reciente encuentro en Nueva Delhi con una veintena de medios internacionales.
29,1% del PIB mundial
es lo que representa actualmente el grupo de países emergentes. Pero en 2028 supondrán al menos el 31,4% de la economía global.
Su propósito: avanzar los objetivos de la cumbre del G-20 que su país celebrará el 9 y 10 de septiembre. Apenas dos semanas después de la ampliación de los BRICS, las potencias occidentales y las emergentes se reúnen de nuevo en el Sur Global. Y es que, desde el año pasado hasta el próximo, las citas se celebrarán en tres de los principales países en vías de desarrollo: Indonesia en 2022, India en 2023 y Brasil en 2024.
«A esta reunión de Nueva Delhi la llamamos la cumbre de la voz del Sur Global, ya que hemos consultado a 125 países para saber sus opiniones y demandas. Tenemos así un conocimiento amplio y eso ha llegado a las deliberaciones del G-20», señalaba Jaishankar.
Dentro del foro de las mayores economías globales, esta troika de países en vías de desarrollo coincide con un momento de especial tensión en que están aflorando las diferencias entre las naciones más avanzadas de Occidente y el Sur Global. Mientras EE UU y la UE presionan para seguir aislando a Rusia por la guerra de Ucrania, los BRICS y otros países emergentes de África, Sudamérica y Asia tienen fuertes intereses con Moscú. Estas diferencias aflorarán en la cumbre del G-20 en Nueva Delhi y pondrán en riesgo la firma de una declaración final conjunta.
Trece años de historia. El foro económico y político que aglutina a los Estados en vías de desarrollo se fundó en 2010 bajo la denominación de BRICS por el nombre sus fundadores (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
En expansión. Además de las próximas incorporaciones de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto, Etiopía y Argentina a los BRICS, otros como Indonesia, México o Nigeria también aspiran a unirse en un futuro.
Dos visiones. China ha liderado la ampliación del club frente a las reticencias iniciales de India por el miedo a ver reducida su influencia en los BRICS. Ambos países compiten por expandir su presencia en el mundo.
Para que la guerra de Ucrania no eclipse la reunión, como ocurrió el año pasado en Bali, India no ha invitado a su presidente, Volodímir Zelenski, y su titular de Exteriores ya ha dejado claro su papel. «Esto es el G-20, no el Consejo de Seguridad de la ONU. Su misión no es mantener la paz y seguridad internacionales, ya que se trata de una organización enfocada en el crecimiento y desarrollo global», sentenciaba Jaishankar.
Durante su presidencia del G-20, India ha desplegado una ofensiva diplomática para expandir su presencia por el mundo. Al igual que China, buena parte de dicha labor se realiza a través de proyectos emblemáticos como los que lleva a cabo en África y Oriente Próximo la empresa constructora Shapoorji Pallonji.
Fundada en 1865 y con presencia en 40 países, tiene más de 35.000 empleados y ha construido el palacio del sultán de Omán y su centro de convenciones, la sede del Gobierno en Ghana y su principal ferrocarril, el Parlamento de Gambia, minas de bauxita en Guinea, parques solares en Emiratos Árabes y proyectos de agua y electricidad en Tanzania, Zanzíbar, Ruanda y Bangladés.
«Los próximos veinticinco años pertenecen a India, que es una tierra de oportunidades», aventura en su lujosa sede de Bombay uno de los jóvenes dueños de esta empresa familiar, Pallon Mistry, con la vista puesta en el centenario de la independencia del país.
Para esa fecha, 2047, la India aspira a disputarse con EE UU y China el primer puesto de la economía mundial gracias al crecimiento y juventud de su población, que este año se convirtió en la mayor del planeta. Gracias a esta ventaja demográfica, las autoridades confían en convertirse en la tercera economía en 2027.
Además de tener todo el país en obras para acabar con el tercermundismo de sus infraestructuras, las constructoras como Shapoorji Pallonji compiten con las chinas para hacerse con su porción de tarta del Sur Global. Frente a las obras de menor coste, que suelen ser ejecutadas por el gigante asiático, la firma india se decanta por proyectos que, como mínimo, lleguen a los 92 millones de euros e impliquen una colaboración entre gobiernos. Ampliando los BRICS y construyendo en países emergentes, Pekín y Delhi pugnan por el liderazgo del futuro.
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