zigor aldama
Shanghái
Domingo, 22 de marzo 2020, 09:09
Este lunes se cumplen dos meses desde que China decidió cerrar Wuhan a cal y canto. La ciudad en el epicentro de la pandemia que ahora tiene a medio mundo en cuarentena decretó el cierre de toda la actividad empresarial no esencial, paró el ... transporte público y ordenó el confinamiento de sus once millones de residentes, una medida que se extendió rápido a los 60 millones de habitantes de la provincia de Hubei. Desde el 23 de enero, el gigante asiático ha puesto en marcha las medidas más drásticas de la historia para frenar el avance del coronavirus, y ha logrado su objetivo. este domingo Pekín anunció un solo contagio local, el primero en cuatro días.
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Por eso, ahora, las barreras y los controles que impedían la circulación se están retirando en todas las localidades de la provincia, y el sábado por la noche algunos en Wuhan lo celebraron con fuegos artificiales.
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Los movimientos continúan restringidos y las vías de acceso a la capital se mantendrán cerradas, pero Pekín alienta la reactivación de la economía y tanto las empresas como los comercios vuelven a retomar su actividad. En Chengdu, capital de la provincia de Sichuan, este domingo incluso se celebró una maratón con mil corredores.
Guillaume Zagury, un médico francés especializado en salud pública que trabaja en Shanghái y vivió la crisis del SARS entre 2002 y 2004, avanza que China esperará dos períodos de incubación -28 días- sin nuevos contagios para cantar victoria, y alaba que el país haya dado prioridad a la salud sobre la economía. «Cuando todo esto acabe habrá que hacer análisis concienzudos para extraer enseñanzas que nos permitan estar mejor preparados frente a una próxima pandemia. Porque sucederá», afirma.
No en vano, todavía se conoce muy poco sobre el coronavirus. Un estudio confidencial mencionado por el 'South China Morning Post' incluso considera que un tercio de los infectados podrían ser lo que se conoce como 'portadores silenciosos': en China, más de 43.000 personas han dado positivo en los tests y han sido puestos en cuarentena pero no han sufrido ningún síntoma, muestra de la peligrosidad que esconde el patógeno, que puede ser contagiado sin que el portador sea consciente de ello.
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A pesar de ello, y en una muestra de optimismo, el vicealcalde de Shanghái, Wu Qing, decidió quitarse la mascarilla que ha sido obligatoria en la capital económica de China durante una conferencia de prensa. «Creo que es conveniente ya que nos descubramos», afirmó, aunque oficialmente Shanghái aún no ha revertido la obligatoriedad de protegerse con este elemento que la mayoría de la población sigue llevando.
En un frente muy diferente de esta batalla, la propaganda china se centra ahora en destacar la ayuda que está proporcionando a países por todo el mundo, en forma de mascarillas y de material sanitario fabricado en la segunda potencia mundial, como ventiladores para la UCI. «Las crisis sanitarias son una amenaza común para la Humanidad y tanto la solidaridad como la cooperación son las armas más poderosas para combatirlas», dijo el presidente chino, Xi Jinping, en un mensaje dirigido a la canciller alemana, Angela Merkel.
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El aumento de los casos importados de otros países ha hecho que China imponga la cuarentena obligatoria a quienes han pasado por una lista de países cada vez más extensa.
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