El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y la vicepresidenta y primera dama Rosario Murillo AFP

Ortega arrasa con los grupos críticos

El régimen de Nicaragua ha disuelto al menos 3.000 organizaciones en los dos últimos años por atreverse a denunciar la «represión»

Sábado, 26 de agosto 2023, 19:32

Hace cinco años Nicaragua tenía 7.220 personas jurídicas activas en organizaciones no gubernamentales que ahora han quedado reducidas a casi la mitad. Como si fuera la lista de la compra, las asociaciones han sido borradas una a una de los registros del país por ... orden del Gobierno. Al menos 3.000 organizaciones han sido cerradas desde 2021 y la cifra no hace más que aumentar. A favor de la niñez, educativas, culturales, económicas, científicas, religiosas, deportivas, con 60 o 30 años de historia, nacionales, extranjeras... Todas han estado en la diana del presidente, Daniel Ortega, y la vicepresidenta, su esposa Rosario Murillo.

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Lo que se postulaba como la era de la libertad en el país tras el triunfo de la Revolución Sandinista -con Ortega en la guerrilla- que derrocó a la dictadura de la familia Somoza en 1979, se ha convertido en la época más oscura de la historia reciente para miles de empresas y organizaciones que trataban de hacer contrapeso al actual régimen. El Estado centroamericano atraviesa una crisis política y social desde 2018, que se ha recrudecido hace tres años tras la controvertida reelección del veterano líder para un quinto mandato -cuarto consecutivo-.

Al igual que la Iglesia Católica, algunas organizaciones han sido acusadas de «financiar el terrorismo» o «apoyar el golpismo». Otras por «incumplimiento de las leyes». Según el Ministerio de Interior, se han clausurado por tener «inconsistencias en la información y variaciones en sus cuentas». Algo que los directivos de las asociaciones y empresas afectadas rechazan. Alegan haber presentado todo en regla y que la ilegalización es una respuesta por criticar la «represión» que el Ejecutivo ha ejercido durante años.

Cientos de opositores en el exilio o desterrados, unos cuarenta presos políticos y decenas de miles de ciudadanos exiliados conforman sólo una parte de lo que vive Nicaragua. La persecución a toda forma antigobierno se ha plasmado en la ley. Las empresas y asociaciones que no han sido cerradas han decidido marcharse de manera voluntaria del país en rechazo a la normativa que Ortega ha instaurado para asegurarse de que todo se ciña a su ideal. En marzo de 2022 la Asamblea Nacional aprobó una nueva Ley General de Regulación y Control de Organismos Sin Fines de Lucro (OSFL). que prohíbe a organismos defensores de derechos humanos hacer campañas de concienciación sobre la realidad política, económica, social y ambiental que atraviesa la nación.

También está en vigor la llamada Ley de Regulación de Agentes Extranjeros, que obliga a registrar ante el Estado toda operación o personas que «se desempeñe o trabaje como agente, representante, empleado o servidor (...) o bajo orden, supervisión o control de un organismo extranjero (...) o subsidiada en su totalidad o en parte por gobiernos, capital, empresas o fondos de otros países». Un cortapisa que varios empresarios han decidido no asumir.

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Sin excepciones

Unos cincuenta medios de comunicación, 19 cámaras empresariales y 26 universidades han quedado ilegalizadas. Entre ellas centros de renombre como la UCA, el Consejo Superior de la Empresa Privada, la Asociación de Combatientes Históricos de San Marcos 'Moya Larios', la Fundación Vidas sin Cáncer, la Cooperativa de Pequeños Productores de Café de Nicaragua o la Fundación Masaya Contra la Pobreza dan cuenta de que el régimen no discrimina sector o alcance.

No basta con cerrarlas. También han sido confiscados todos sus bienes y sus miembros desterrados, exiliados o perseguidos. Sólo nueve de las organizaciones que han sido disueltas habían generado a las arcas del Gobierno unos cuatro millones de dólares en bienes incautados y dejado a más de 50.000 personas sin acceso a los servicios que se prestaban en más de cincuenta municipios del país, principalmente de las zonas rurales.

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El cierre de la filial de los jesuitas agrava la tensión con la Iglesia Católica

La última asociación que vio tachar su nombre fue la filial nicaragüense de la Compañía de Jesús, orden a la que pertenece el Papa Francisco, quien tildó de «dictadura grosera» al Gobierno sandinista y advirtió del supuesto «desequilibrio de la persona que dirige» el país centroamericano. La cancelación el pasado jueves de la personalidad jurídica de la organización religiosa sucedió al cierre total, que tuvo lugar hace más de una semana, de la Universidad Centroamericana (UCA), el último centro de estudios privado que quedaba en pie en el Estado.

El panorama sólo muestra las condiciones difíciles para la Iglesia Católica en «tierra de Ortega». Las relaciones entre ambos viven uno de los puntos de mayor tensión marcados por la expulsión y encarcelamiento de sacerdotes y religiosos por «promover un golpe de Estado en Nicaragua», según el oficialismo.

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