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I. Ugalde
Jueves, 9 de enero 2025, 13:20
Sin rodeos, y haciendo gala de su característica cercanía y humildad, el expresidente uruguayo José Mujica ha reconocido que su vida se apaga. «Me estoy muriendo», ha asegurado el dirigente izquierdista, de 89 años, en una entrevista con el semanario local 'Búsqueda', en la que ... ha explicado que el cáncer de esófago que le fue diagnosticado en abril del año pasado ha hecho metástasis. «Ahora me está colonizando el hígado», ha confesado.
«Me quiero despedir de mis compañeros y de mis compatriotas, lo que pido es que me dejen tranquilo, que no me acosen con entrevistas al pedo y nada más. Se terminó mi ciclo hace rato. Sinceramente me estoy muriendo», ha remarcado tras insistir que «el guerrero tiene el derecho a su descanso» porque al tumor «no lo paro con nada».
Mujica, que hace un mes tuvo que pasar por quirófano para que los médicos pudieran colocarle un stent en el esófago que le permita el paso de los alimentos, ha detallado que no se someterá a nuevos tratamientos ni cirugías porque su cuerpo «no aguanta más». «Hasta acá llegué», ha dicho, consciente de los estragos que le ha provocado recibir quimioterapia para tratar de doblegar al cáncer. «Un proceso doblemente complejo» ya que, como él mismo relató, desde hace dos décadas padece una enfermedad inmunológica que le afecta los riñones.
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Nacido el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Mujica tomó las riendas de Uruguay entre 2010 y 2015, cuyo paso por el poder le hizo merecedor del cariño y respeto del mundo por su tono afable, conciliador y alejado del ego y las estridencias. Su personalidad se vio marcada por el largo periodo que pasó encerrado en prisión de 1974 a 1985 al formar parte del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Cuatro años más tarde iniciaba su andadura política, primero como diputado, luego como senador del Frente Amplio, y más tarde como ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca.
Cuando en abril del 2024 le tocó contar al mundo que los médicos le habían detectado un tumor maligno en el esófago, dio una nueva lección de valentía en un emotivo mensaje dirigido a las nuevas generaciones desde su humilde casa a las afueras de Montevideo, la capital. «Mientras pueda, seguiré militando y entretenido con las verduras. Mientras el rollo aguante, voy a seguir. Quiero transmitirles a las pibas y pibes que la vida es hermosa, pero se gasta y se va», dijo. «El quid de la cuestión es volver a empezar cada vez que uno cae, y si hay bronca, que la transformen en esperanza y que luchen por el amor, que no se dejen engatusar por el odio. Nadie se salva solo. Estoy agradecido y que me quiten lo bailado», remarcó en su testamento vital.
Desde entonces, se han sucedido los mensajes de cariño y homenajes al exmandatario. El más reciente, el que recibió a inicios de diciembre de su «amigo», el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, al concederle el Gran Collar de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul, el máximo galardón de Brasil. A la par que Lula, el presidente colombiano, Gustavo Petro, también entregó al octogenario exguerrillero la mayor distinción de su país, la Cruz de Boyacá, en un emotivo encuentro en el jardín de la casa de Mujica.
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