Edmundo González y su esposa, Mercedes, en un mitin de campaña. EFE

El discreto diplomático elegido para dejar atrás un cuarto de siglo de chavismo

Edmundo González, de 74 años y exembajador de Argentina y Argelia, era un desconocido hasta que el pasado abril se le propuso encabezar a la oposición en las presidenciales

Domingo, 8 de septiembre 2024, 10:04

Esposo, padre y abuelo. Diplomático. Embajador en Argentina y Argelia. Servidor público y candidato presidencial unitario. Desconocido políticamente para el mundo, con apenas 620.000 seguidores en Instagram y no más de 184.000 en la red social X- antes de que se celebrasen las ... elecciones en Venezuela. Un discreto hombre de familia que lleva 51 años casado con Mercedes López, con quien tiene dos hijas que le han dado cuatro nietos. Así es Edmundo González Urrutia, el político de 74 años, al que las urnas han dado la confianza para escribir una nueva página en la historia de Venezuela. El 'elegido' para dar carpetazo a un cuarto de siglo de 'revolución' chavista.

Publicidad

Corría el mes de abril y estaba tranquilo en su casa, jubilado, asistía a conferencias, escribía artículos y pasaba mucho tiempo con su familia y amigos, cuando María Corina Machado tocó a su puerta y le ofreció algo único, una misión perdedora a todas luces, todo un desafío de esos que lo primero que piensas es que luchas contra un monstruo al que no podrás vencer. Un imposible. Lo pensó y decidió. Total, era por una buena causa. Por algo que nunca habría imaginado, ni soñado, pero especialmente atractivo, retador.

Lo consultó con su esposa varias veces, y cuando llegaba la noche y la hora de dormir los dos se preguntaban: «¿Qué responsabilidad tan grande, cómo lo vamos a hacer?». Y también se respondían: «Bueno, lo tenemos que hacer con la ayuda de todos, porque todos tenemos que ayudar para reconstruir este país, no hay duda», según contó Mercedes López en una entrevista a la CNN.

Aceptó ser el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática. Menudo compromiso. Enfrentarse al régimen de Nicolás Maduro. Ser el David que aspiraba a vencer 25 años de chavismo. Intentar que bajo su nombre se produjera una revolución, como así ha sido, romper una dictadura, liderar un proyecto que durante muchos años siempre había salido perdedor, abanderar un cambio que lograra recuperar a los casi ocho millones de venezolanos que habían salido de un país en crisis política, económica, social y especialmente de un gobierno que persigue a sus opositores, que no respeta la libertad de opinión.

Pensó en la grandeza que todo eso significaba, y acabó subiéndose a la caravana de María Corina, recorriendo el país, transmitiendo ilusión, contagiando al pueblo venezolano de esperanza. Fue duro decidir y aceptar semejante responsabilidad, pero pronto se dio cuenta de lo necesario que era para su país, para su Venezuela querida poner la cara y su nombre que hasta entonces se mantenía en la discreción. Como todo diplomático nunca había buscado publicidad, pero esta vez, el objetivo merecía entregarse en cuerpo y alma.

Publicidad

«Vamos a cambiar el odio por el amor, las despedidas por los reencuentros. Llegó la hora de la reconciliación», declaró optimista después de ejercer su voto el domingo 28 de julio. Un día para entrar en la historia de Venezuela.

Y tanto que lo ha conseguido. Muchos países, tanto vecinos del continente del resto del mundo, han mostrado públicamente su apoyo a González y han lanzado críticas hacia Maduro, a quien acusan de no ser sincero respecto a los resultados de los últimos comicios. Pero pasar de ser un desconocido y ser una de las caras más visibles, como oposición al Gobierno, acarrea consecuencias. Ha tenido que dejar su casa y su vida para viajar a España, en busca de protección después de que cayese sobre él una orden de arresto.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad