África ha dejado de ser el patio trasero de Francia. París ha perdido en los últimos años influencia en el continente por la entrada de otras potencias extranjeras, la sucesión de golpes de Estado en el área francófona (Mali, Guinea, Burkina Faso, Níger y Gabón ... entre agosto de 2020 y de 2023) y la retirada de las tropas galas de varios países del Sahel. Todo ello unido a un creciente sentimiento antifrancés en algunas de sus antiguas colonias seis décadas después de su independencia.
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Los últimos de los 1.500 soldados franceses desplegados en Níger abandonaron el viernes (22 de diciembre) el país. También cerró la embajada gala en Niamey. Antes tuvo que retirar a sus militares de Mali y Burkina Faso, donde ayudaban en la lucha contra el terrorismo yihadista. «Francia no ha sido muy clara sobre su papel en el Sahel, su estrategia militar, su visión política y a eso se añaden otros elementos que hacen que sea muy cuestionada en sus antiguas colonias», explica el historiador panafricano Amzat Boukari-Yabara. «No es un sentimiento contra la población francesa, sino contra la presencia militar, monetaria y política francesa en África», agrega.
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Desde que Emmanuel Macron llegó al poder en 2017 ha dado varias veces por enterrada la 'Françafrique', un término que designa las complejas y ambiguas relaciones de París a lo largo de décadas con sus antiguas colonias africanas y cuyos críticos consideran que han estado marcadas por el neocolonialismo. «Un sistema donde se mezclan los mecanismos oficiales asumidos por los Estados (militares, monetarios, diplomáticos y culturales) y los ocultos, a menudo ilegales, a veces criminales, siempre inconfesables», narran los autores del libro 'Una historia de la Françafrique. El imperio que no quiere morir'. Se refieren al apoyo a dictaduras, al desvío de fondos, a la financiación ilegal de partidos políticos galos...
«Ya no hay 'Françafrique'. Cuando hay golpes de Estado, no interferimos en la vida política de los países», reiteró en septiembre Macron al anunciar la retirada de tropas de Níger. Francia ya no quiere, o no puede, ser el gendarme de África.
Los expertos se muestran, sin embargo, divididos sobre el fin de la 'Françafrique'. «El sistema neocolonial actual es diferente. Ha cambiado, pero está siempre ahí», apunta Thomas Borrel, portavoz de Survie, una asociación que denuncia ese modelo y milita por una revisión de la política francesa en África. «Ese proceso de ascendencia o influencia económica, financiera, política, muy intrusiva, muy arrogante (de Francia) sobre las excolonias se ha acabado», sostiene, en cambio, Oscar Mateos, profesor de Relaciones Internacionales en Blanquerna-Universidad Ramón Llull e investigador asociado de CIDOB.
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La aparición de nuevos actores (China, Rusia, Turquía, Brasil, Indonesia, Arabia Saudí, Catar...) en el área de influencia gala menoscaban en cierto modo el monopolio de Francia y la UE. «Hay una realidad que es innegable: los dirigentes africanos pueden diversificar sus opciones políticas con otros actores», resume Mateos, que considera que «se ha roto la baraja de esa relación más vertical que el mundo occidental tenía con África hasta hace 20 años».
A pesar del peso menguante de Francia en África y la creciente influencia comercial y política de China y Rusia, los expertos consultados no creen que una 'Chinafrique' o 'Russafrique' vaya a sustituir a la 'Françafrique' en el continente. «Francia continúa siendo un actor dominante en países como Senegal, Costa de Marfil y Togo, sin mencionar la mayoría de la África Central francófona», recuerda Ken Opalo, profesor de la Universidad de Georgetown (EE UU) especializado en estudios africanos.
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Lo que ha cambiado, según Opalo, es «una opinión pública y una discusión abierta sobre los efectos desestabilizadores de Francia en los países africanos. Cada vez más gente ahora desea y está dispuesta a discutir públicamente el papel de París en la historia política y en el subdesarrollo económico de la África francófona. Esto puede ofrecer una oportunidad a las élites africanas y a sus homólogos galos para reorientar las relaciones y mejorarlas o multiplicar por dos los mismos errores de los últimos 60 años y más. Solo el tiempo lo dirá», señala.
Borrel considera, sin embargo, que «todavía es pronto» para saber si ese «inédito» rechazo popular al intervencionismo francés que se está viendo en algunos países del África francófona «será suficiente para echar abajo el colonialismo francés o este, una vez más, se reinventará y perdurará sobre una forma renovada».
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París debe, según Mateos, repensar su política africana «de la manera que la entendía hasta ahora». Borrel pide, por su parte, «actos fuertes de ruptura». «Para comenzar, la retirada de Francia del franco CFA (la moneda utilizada por algunos países de África central), el cierre de sus bases militares y la retirada de sus cooperantes militares», exige.
«El primer paso debería ser respetar la soberanía y la autodeterminación africanas. Mientras Francia vea la región como su patio geopolítico y económico, se encontrará con una opinión pública negativa», apunta Opalo. Este profesor de Georgetown recomienda al Gobierno de Macron establecer una relación con África «basada en el respeto mutuo y una cooperación beneficiosa para todos, en vez de un modo neocolonial de explotación e intervencionismo».
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