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Como ante cada convocatoria electoral, los españoles que viven en el extranjero se resignan a someterse a un proceso de votación que parece ideado por Franz Kafka, el escritor cuyo apellido sirve para designar un alambicado sistema de índole burocrática donde el sentido común ... está vetado. Esta modalidad se llama voto rogado. Un tipo de sufragio en el que el elector potencial se ve obligado a «rogar» que le sea concedido el derecho a voto ante la autoridad pertinente. En el caso de España, la reforma en el 2011 de algunos artículos de la Ley Electoral multiplicó el número de trámites para los españoles residentes en el extranjero. Como consecuencia, cayó exponencialmente el voto de los expatriados: por ejemplo, en las europeas del 2014, en la que su participación pasó del 31,74% al 4,95%. Y obligó a ese millar de riojanos que viven fuera de ese país a subir su propio Gólgota. Un calvario que pone a prueba su fe democrática. Y su paciencia.
Porque el primer paso que se les exige pasa por acercarse al Consulado correspondiente y gestionar el alta en el censo electoral. Un trámite engorroso, puesto que algunos (como quienes habitan en Estados Unidos) se encuentran a cientos de kilómetros de distancia de la sede diplomática. Y que tuvieron que cumplimentar en apenas una semana, entre el 11 y el 18 de marzo, periodo hábil para realizar reclamaciones contra la exclusión o para la corrección de errores. Superada esta criba, deben inscribirse en dos clases de registro: el primero se llama CERA (Censo de Extranjeros Residentes Ausentes), que incluye a los españoles que viven en el extranjero de manera permanente. Por ejemplo, a quienes se han instalado en otro país porque han conseguido un trabajo. El otro es el ERTA (Españoles Residentes Temporalmente Ausentes).
Sobre el papel, complicado pero ... En la práctica, lo dicho: un viacrucis. Valga un ejemplo: en países como Reino Unido viven 202.000 españoles según datos de la Embajada Española, de modo que consulados como el de Londres acaban colapsados. Una situación semejante a la que sufren quienes residen en otros países. Como Félix Ruiz, un logroñés licenciado en Derecho y LADE desplazado a Lisboa, que lo confiesa abiertamente. «La experiencia es mala. Muchas veces no llegan las cartas con las claves que te permiten rogar el voto 'online'», señala. De hecho, para esta convocatoria no ha llegado a recibirlas. «Como alternativa», añade, «mandé un fax solicitándolo pero no me han llegado las papeletas». ¿Resumen? «Que no hay manera de tener constancia de que tu voto se ha recibido. De hecho», prosigue, «creo tener constancia de que jamás ninguno de mis votos se han recibido a pesar de haber superado todas las pruebas». Todas las pruebas, hay que aclarar, de un proceso que denomina, con sentido del humor, una yincana.
Félix ruiz | riojano residente en portugal
Al humor, a una amarga ironía, recurren también el resto de riojanos consultados para este reportaje, como Inés Royo, una periodista logroñesa que reside en Buenos Aires y firma el artículo que acompaña estas líneas. O David Fernández Ortega, un ingeniero agrónomo residente en Santiago de Chile, que se toma tantos trámites con filosofía:«Lo malo es que hay que indicar que uno va a votar con un mes de antelación y, como suele pasar, se me olvidó y se pasó el plazo».
David fernández | Riojano residente en chile
Y con cierto sarcasmo autocompasivo encaja todo este farragoso proceso Hugo Aguirre, un ingeniero de Logroño que vive en California. Cuyo relato recuerda en efecto al que protagonizan algunos héroes de Kafka, que anota en una especie de diario que manda desde Estados Unidos: «Hoy he ido a votar. Como no me han llegado las papeletas he ido al consulado. Allí me han dicho que no tienen y que si no lo recibes pues te quedas sin votar, que la vida es así». Y continúa: «Buscando 'online' he visto que la gente sigue esperando y que Correos dice que se pueden buscar los papeles si te metes en el INE. Me pongo a ello y veo que salió de España el 8 de abril. Así que miro en correos de USA y me dicen que el número es internacional y no lo muestran. Me voy a una oficina de correos e insisto si alguien lo puede mirar. Un tipo me lo mira y me dice que está por California y que será entregado en los próximos días». Más ironía: «No hay razón para preocuparse, está todo bien pensado».
Hugo aguirre | riojano residente en california
Pero han ido pasando los días y tanto sentido del humor se desvanece. Aguirre empieza a resignarse: este jueves, en el último contacto que estableció con este periódico, parecía desanimado: «Hoy tampoco ha llegado. Se aceptan apuestas». Y aunque atisba cierta esperanza («Yo creo que llegará sobre la campana», bromeaba), sus palabras reflejan la amargura de sentir que sus derechos como elector, como español en el extranjero, se lesionan: «Ya no sé si el método es de voto rogado o de voto pisoteado».
Kafka estaría orgulloso.
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