Remedios Zafra
Remedios Zafra
Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 49 años), una de nuestras intelectuales de mayor proyección internacional, no oculta sus simpatías por Sumar, pero en su voto el 23-J habrá sobre todo gratitud a quienes cuidan «del tesoro de la sanidad pública». Reconocida ensayista (su último libro ' ... El bucle invisible' ganó el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2022), investigadora del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), licenciada en Antropología y en Bellas Artes, la voz de Zafra es reconocida por su compromiso con las causas sociales. Por eso apela a los pactos «con altura de miras» para garantizar la continuidad de las políticas de bienestar sin destruir lo hecho.
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–La sanidad pública salvó a su padre de tres cánceres, operó varias veces a su madre y lo dio todo en la enfermedad y muerte de su hermana. Ante el 23-J, ¿cómo cuidamos ese tesoro?
–Más médicos y mejores sueldos serían parte de su cuidado, pero también entender la sanidad pública como uno de los asientos de la igualdad social y no como especulación y negocio. Protegerla de esa deriva y precariedad es imperativo porque cuidar a las personas no es rentabilizar su salud, ni normalizar que hemos de tener seguros privados de los que gran parte de la sociedad está excluida, no solo porque no pueden pagarlos, sino porque estando ya enfermos ningún seguro privado les acepta. En mi voto hay siempre gratitud y apuesta por quienes cuidan este tesoro.
–Dice que una de las mejores cosas que le ha pasado es la educación pública, pero cada gobierno trae su ley de educación...
–La educación pública tiene la facultad de poder liberar e igualar a las personas con independencia de su linaje y herencia. Hoy ese poder se boicotea de distintas maneras. La falta de consenso es una de ellas. Países como Francia han sido capaces de lograr acuerdos de Estado para dar estabilidad a la educación. El ministro Gabilondo lo intentó en España con gran énfasis. Cierto que no lo logró, pero su ejemplo me parece importante para no dar este asunto por perdido. Los cambios de leyes educativas con cada legislatura contribuyen a aumentar la desafección de la comunidad educativa y dañan la educación pública. Vencer ese complejo de país de mitades orgullosamente enfrentadas es necesario para esa estabilidad y calidad educativa que necesitamos.
–¿Hay altura de miras para garantizar las políticas sociales?
–Las políticas sociales precisan de continuidad. Un país no cambia ni mejora si cada cuatro años se deshace lo hecho por otros o se actúa por revancha. Creo que uno de los más importantes valores en política es la capacidad de llegar a acuerdos entre diferentes, de anteponer el bien común y mayoritario al propio o al de un partido. En ese sentido, admiro la capacidad de políticas como Yolanda Díaz para facilitar acuerdos entre grupos y personas muy distintos. Me parece una virtud imprescindible en política y que habla de esa altura de miras.
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–¿Cree que si gana Feijóo y depende de Vox para llegar a la Moncloa peligran las políticas de igualdad?
–Si ganan y pactan con Vox parece claro que las primeras afectadas serán las políticas de igualdad, de cambio climático y de agenda 2030. Es lo que está ocurriendo donde están pactando. Y no es baladí que sean justamente a las que más atacan porque dan en el corazón simbólico de ese privilegio que ha ostentado el poder conservador, patriarcal y capitalista que Vox ejemplifica y del que sabe sacar el partido más rápido, el emocional, el que viene de la frustración y la conspiración, estigmatizando los avances que cuestionan privilegios y azuzando la idea del complot.
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–¿Si Vox es derecha radical, Sumar es extrema izquierda?
–Mientras Vox sigue siendo un partido extremo de voces muy altas e ideología ultranacionalista y ultraconservadora, honestamente nadie podría decir que Sumar es extremo. Muy al contrario, no creo que haya mayor conciliación y encuentro de pluralidad que en Sumar.
–¿Confía en el proyecto de Sumar o cree que todo el ruido generado por los vetos va a lastrar apoyos a Yolanda Díaz?
–Confío en Sumar. Y esa posibilidad que comentas de quedarse en el ruido sería algo superficial que no haría quien contextualice el proceso como algo necesario para unir una diversidad en un grupo, esa cualidad que antes te destacaba en Yolanda y que pienso que es extensiva a Sumar, la voluntad de integrar las diferencias anteponiendo decisiones que se esperan buenas para el país. Pero también me interesa de Sumar que va más allá de los partidos y fuerzas políticas de izquierda sobre los que los medios han puesto mucho foco, y optando por el camino más complicado pero con más sentido, escucha y genera debate entre la ciudadanía recogiendo pluralidad de reflexiones y propuestas sobre qué podemos hacer colectivamente para construir un futuro mejorado, incluso cuando no contamos con el motor del entusiasmo. Hay en ese modo de hacer un tono de voz que importa. Un tono que habla del «cuidado» como política ante la estrategia e intimidación de las voces altas y el poder «de siempre».
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–¿Nos resulta más fácil a los electores escuchar mensajes simplificados que reflexionar sobre los matices?
–El mundo mediado por pantallas se nos ha acelerado tanto que pareciera que solo leemos a golpe de vista, que ya solo hay impresión y no reflexión, más extremos y menos matices. Las campañas actuales tampoco los favorecen. Parece que pocos se detienen a reflexionar qué supone votar A, B o X, como si todo se jugara en titulares y tuits. Buenos tiempos para eslóganes que eviten matizar pero acojan al vuelo determinadas emociones. Aunque diría que lo peor de estas dinámicas es que tienden a encasillar y a reforzar lo preconcebido, homogeneizando a quienes se posicionan en los polos y acrecentando diferencias entre ellos como grupos.
–¿Le preocupa la polarización?
–La polarización en la política es quizá la cara más visible de una polarización que amenaza con hacerse estructural y actúa a muchos niveles. No solo por las lógicas neoliberales sobre las que se construye el espacio digital como espacio público mercantilizado, sino por la privación de contextos y tiempos para cuestionar lo que ocurre y para empatizar con los otros. Me preocupa cómo la polarización simplifica a las personas, tratándonos como sujetos encasillables y orientados como sujetos-producto, como seres 'deshumanizados'. Y cabría preguntarse, ¿en qué nos convierten estas lógicas polarizadoras que predominan en la cultura contemporánea? Es como si en algún momento el mundo se hubiera protocolizado permitiéndonos avanzar solo aceptando entre dos, obviando las contradicciones, los tiempos para pensar, para disentir pausadamente y argumentar porque en su lugar imperan fuerzas que reclaman competir, puntuar, elegir, aceptar, viendo a los demás como rivales.
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–¿Qué hay en juego el 23-J?
–Todo ejercicio democrático en una comunidad pone en juego su futuro colectivo. Ahora el escenario es si cabe más complejo porque es un desafío recordar y reivindicar lo que puede un voto en un marco donde gran cantidad de estadísticas parecen anticipar y hacer sentir que las cosas están previamente decididas. De hecho, me parece que cada vez es más simbólico y transgresor ejercer el voto como ciudadanía que valora y decide «pensando en todos y en uno», es decir que carga ese gesto de votar de una responsabilidad social y ética. ¿En juego? Las condiciones de vida del futuro, la consolidación y articulación de leyes que antepongan a las personas y al planeta y no a un grupo privilegiado de personas. Pero también crear alternativa a la feroz ola conservadora que merma avances en igualdad y devalúa trabajos y vidas en un mundo convertido en mercado.
–¿Cree en los debates políticos?
–Sí, son esenciales. Hablar y debatir es la base del pensamiento, de la confrontación de ideas y de la política con altura. Debieran ser no solo aceptados, sino buscados por quienes aspiran a gobernar. Sospecharía de quien busca gobernar y los esquiva.
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–Usted ha reivindicado el valor de la política cuando es capaz de atraer a personas inteligentes y buenas… ¿cabe pensar en que este noble arte tiene entonces a demasiado tonto y malvado?
–Tu pregunta me recuerda las palabras de Eva Illouz, cuando habla del riesgo de convertirnos en «tontos hiperracionales» como sujetos que anteponen la estrategia que mercantiliza y racionaliza el yo. Esa primacía de la pose es algo que también amenaza una política que dedica gran parte de su energía a la impostura y el escaparate, y que en muchas ocasiones alienta imbecilidad. Si a ello sumamos quienes se valen de ella para beneficio y rentabilidad propios, diríamos que no hacen bien a la ciudadanía. Reitero esa reivindicación que me parece esencial en política y necesariamente integrada. Aun considerando los matices y enfoques que ambos conceptos implican, en política la inteligencia, entendida como capacidad de comprender, razonar, aprender, resolver problemas pero también imaginar soluciones en un contexto y época determinados, precisa unirse a una suerte de 'bondad', concebida como una preocupación real por los otros, desde un punto de vista moral. No es poca cosa en un tiempo en que el capitalismo se caracteriza por facilitar intercambios liberados de vínculos morales entre las personas, primando el beneficio propio. Es fácil entonces pasar por alto la justicia social y el bien colectivo real, más allá de su apariencia, lo que hace necesaria una política inteligente y buena, no solo para quien la ejerce.
-Sánchez y Feijóo le llaman: «Remedios, pídenos lo que quieras»....
-Espero que los presidentes, o la presidenta, no hagan esto con nadie y que si lo hacen pidan colaboración a los mejores y más justos asesores que encuentren. Sin embargo, como práctica de imaginación política me parece interesante que cada uno nos preguntemos por nuestra respuesta. Sería una oportunidad para pensar en cómo mejoraríamos el país o el planeta. De alguna manera votar lleva implícita una respuesta cuando previamente esto se ha pensado.
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-¿Quién puede beneficiarse políticamente de la sensación de crisis (primero la financiera, luego la sanitaria de la covid y ahora la derivada de la guerra en Ucrania) que llevamos arrastrando?
-Es tal la concatenación de crisis y conflictos que ayudaría que la política no fuera un conflicto más sino una forma de ayudarnos facilitando vidas más vivibles. La pregunta que haces sobre 'quién se beneficia' me parece fundamental pues ayuda a enfocar en este exceso de luces y conflictos. Porque pasa que la desigualdad está aumentando, que el planeta está enfermando y que las personas se sienten sobrepasadas en vidas-trabajo más precarias y en permanente concurso, sin embargo los que acumulan mayores riquezas las aumentan y aún se quejan de los impuestos chantajeando a los gobiernos, como si la política tuviera que callar y ceder ante el dominio incuestionable del capital, como si los únicos beneficiados políticamente fueran los aliados de este capital, a poco que observemos, los favorecidos o pagados con sobresueldos por este capital.
-¿Va a votar o el 23-J o estará ya de descanso?
-El voto no entiende de vacaciones, no es un trabajo, es un derecho. Estaré en una estancia de investigación en el extranjero y confío en poder votar allí.
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