A medida que se acerca el 'día D' es moneda común apelar a los indecisos aunque las cifras de récord en el voto por correo transmiten más bien lo contrario: ganas de depositar la papeleta en la urna, se entiende que con un destinatario ya ... claro. Sirvan como termómetro los datos de Euskadi, la comunidad, junto con Galicia, que más recientemente ha abierto las urnas en pleno verano, el 12 de julio de 2020. En aquella cita había, además, otra razón de peso para solicitar el sufragio no presencial, el miedo al contagio en plena pandemia. Entonces, votaron por correo 110.000 vascos y ahora lo han solicitado 214.000. Las cifras cantan y el pulso de la calle anticipa, a la espera de los hechos consumados, efervescencia electoral en plena canícula.
La elevada participación, por encima del 75%, siempre ha estado asociada a los cambios de ciclo y, de hecho, en tres de las cuatro ocasiones en las que unas elecciones generales han mutado el color político del Gobierno en España, la afluencia a las urnas ha rebasado esa cifra.
Con esos mimbres, se lee mejor el cesto que tejen los principales candidatos en este ecuador de campaña. El que va rezagado en las encuestas busca la escapada en solitario, como en el Tour, tirando de épica y pundonor y apelando a algo así como a la honra a la que le obliga su propia trayectoria a contracorriente. El que va por delante, en cambio, intenta no cometer errores de bulto, asegurar la cosecha y redondear el resultado con una apelación al voto útil y al carril central de la sociedad que, por momentos, recuerda mucho a la estrategia 'atrapalotodo' que ha seguido el PNV, con éxito, en Euskadi en los últimos años para pescar en todos los caladeros. Presentarse más que como una sigla como un movimiento social, en este caso por el cambio.
Presidente del PP y candidato a la Moncloa
El primero es, claro, Pedro Sánchez y el segundo, Alberto Núñez Feijóo. Aunque el CIS dijese lo contrario esta semana, cuando dio por vencedor al candidato socialista, casi punto y medio por encima del PP, a pesar del consenso general del resto de encuestas. Así que, estrictamente, una eventual victoria de Sánchez no lo sería contra todo pronóstico. Ayer, el candidato del PSOE recurrió a los clásicos. Al 'Manual de Resistencia' que publicó nada más llegar a La Moncloa para forjar su imagen de rocoso superviviente, un recurso que le funcionó entonces pero que se le ha acabado por volver en contra, como un bumerán, para engendrar el sanchismo (y el antisanchismo). Y a las mujeres. Al PSOE se le ha abierto una vía de agua en el voto femenino por los sobresaltos derivados de su cohabitación con Podemos, y espera que el miedo a un Vox negacionista de la violencia de género le ayude a taponarla.
A un día de que se apague el tableteo constante de los 'trackings', cunde la impresión de que la suerte está casi echada, aunque en unas elecciones que se prevén plenas de emoción cada voto cuenta. También el de los que no tienen previsto votar, a los que apela Feijóo. Para el PP, cada indeciso, cada potencial abstencionista cuenta porque le puede dar la victoria sobre el PSOE en las circunscripciones en las que los 'restos' deciden y elevarle al cielo de los 160 escaños, los que le abren la puerta de un Gobierno en solitario. Movilizar, movilizar, movilizar. Es la clave de esta semana final sin encuestas. Hasta Ione Belarra reapareció ayer para cargar contra el bipartidismo e intentar frenar la fuga de voto útil al PSOE. Van con todo.
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