Un gran crucero anclado en el Puerto de Barcelona. Eva Parey
23-J. Punto Caliente

Barcelona no sabe qué quiere ser de mayor

La capital catalana pierde posiciones respecto a Madrid en el eterno duelo entre ambas

Cristian Reino

Barcelona

Domingo, 16 de julio 2023, 00:37

La situación del Barça es una metáfora de lo que le pasa a Barcelona y por extensión a Cataluña. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque todo puede empeorar. En 1992, la ciudad condal tocó la gloria olímpica. Aquel verano fue la capital mundial. En 2004, ... se creyó que con el Fórum Universal de las Culturas podía permanecer subida a la ola para siempre y a partir de ahí inició el declive.

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Ahora, se permite el lujo de rechazar grandes proyectos como el Hermitage, no sabe si quiere limitar el turismo, si desea o no ampliar el aeropuerto o si va hasta el final en la idea de acoger unos Juegos Olímpicos de invierno. El socialismo se quedó sin proyecto de ciudad, luego llegó Trias, Colau y desde las pasadas elecciones ha regresado el PSC. La capital catalana pensaba en grande no hace mucho. La pelea local, en cambio, ha descendido a un debate tan poco épico como el combate contra la suciedad.

Por culpa del 'procés', la capital catalana perdió la oportunidad de ser sede de la Agencia Europea del Medicamento y miles de empresas, algunas de ellas las más importantes de Cataluña, como Caixabank o el Sabadell, trasladaron sus sedes sociales a otras plazas españolas. Aún hoy, el independentismo resta importancia económica a esta fuga masiva de sociedades.

ERC, en 2019, y comunes, en 2016, son los últimos ganadores de las generales en Barcelona

Mientras la capital catalana despeja dudas, instalada durante lustros en un diván, otras ciudades han aprovechado para avanzar posiciones. Sobre todo Madrid. El duelo Madrid-Barcelona va mucho más allá del ámbito futbolístico, aunque el deportivo se lleve la palma. Isabel Díaz Ayuso intentó hace años, sin éxito, llevarse a la capital del Estado el Mobile World Congress, la joya de la corona de los eventos organizados en suelo barcelonés y el 'sorpasso' defintivo puede llegar con la Fórmula 1.

«Aquí hay mucho que va de patriota, pero han vendido el país», afirma Carolina, señalando todos los comercios y los pisos que rodean su parada de flores. Es cuarta generación de florista de la Rambla de Barcelona. Cuarta y última, porque en cuanto se jubile, la saga familiar se acabará. Es toda una institución en la calle más célebre de Barcelona y la más denostada por los barcelones. «Solo hay turistas», se lamenta.

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El barcelonés medio tiene la sensación de vivir en un parque temático. No solo irá a votar, sino que está casi hasta deseando que le toque acudir como miembro de la mesa. Teme la llegada de la derecha. Adora su ciudad, pero cree que la han «prostituido» tanto que a su juicio hoy en día se parece más a Nápoles o a Palermo que a cualquier otra gran urbe europea. Votará socialista. «Me viene de familia», señala. Su padre fue consejero del distrito de Ciutat Vella por el PSC, Miquel Pallés. Tiene hasta una plaza dedicada en el centro.

Tendencia a la izquierda

Barcelona, casi siempre, en las elecciones tiende más hacia la izquierda. En las generales de hace cuatro años, votaron 824.000 barceloneses, el 73% del censo. Ganó ERC, con el 21% de los votos, seguido de PSC (20%) y En Comú Podem (15%). Junts obutvo el 12% de los votos y el PP, el 9%. Las encuestas apuntan a que los socialistas pueden volver a ser la fuerza de referencia en la ciudad condal (y en Cataluña). Esquerra puede sufrir un severo revés. Hay independentistas que promueven la abstención para castigar a las tres formaciones secesionistas por no haber culminado el 'procés'.

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Turistas se disponen a partir a una excursión por las aguas de la Ciudad Condal. Eva Parey

En Cataluña, históricamente, ha existido el voto dual. Una misma persona vota distinto según las elecciones. Isidre Barnils es diseñador gráfico. Autónomo. En autonómicas vota a partidos independentistas, como la CUP. En esta ocasión, votará a los socialistas. Voto útil, dice, para intentar frenar la llegada de la derecha al Gobierno y también como toque de atención a los partidos independentistas, para que se pongan las pilas.

Hasta hace cinco años vivía en el centro. A escasos cien metros de la catedral y del Gótico. Le gustaba vivir en el meollo nocturno. Pero al final se cansó de tanto guiri, tanta suciedad, broncas por la noche y jaleo constante. Con su pareja y su hijo, se mudaron a Poble Nou, barrio en expansión, que ya empieza a tener los problemas del centro. Hasta el punto de que acoge lo que se ha calificado como el 'triángulo golfo', en el entorno de la sala Razzmatazz, donde se ha instalado el incivismo, el botellón y donde campan a sus anchas hordas de guiris borrachos. «El turismo está descontrolado y masificado», afirma este vecino de la zona.

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Miles de empresas trasladaron sus sedes sociales fuera de Cataluña por el 'procés'

Laura regenta otra parada de la Rambla. «Vamos a peor», dice. Durante la pandemia, esta vía de Barcelona dejó estampas que parecían distópicas. Fue un mero espejismo. Las riadas de turistas son diarias. Los lunes, los cruceristas, los fines de semana, las despedidas de soltero, y el resto de la semana, todos los demás. «Si cobrara por cada foto que me hacen», afirma esta florista. El 23-J, votará. «Y tanto que iré», dice. «Aunque no sé si valdrá la pena», señala. Le pide al futuro presidente del Gobierno que haga algo para evitar la degradación de la ciudad. «Fuera conservan mejor las cosas», remata.

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