El cómico Jim Gaffigan miró a Donald Trump y exclamó: «Tenemos diecinueve días hasta las elecciones y, probablemente, una guerra civil». El magnate torció el gesto. Nadie entre el público celebró con carcajadas la broma.
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La escena se produjo el pasado jueves en la cena ... benéfica de la Fundación Memorial Alfred E. Smith en el hotel Hilton de Manhattan. Es uno de los eventos sociales más importantes de la élite estadounidense y un acto al que nunca ha faltado un candidato presidencial desde que John F. Kennedy y Richard Nixon hicieran un alto en plena campaña de las elecciones de 1960 para asistir a la velada. Trump y su esposa, Melania, se sentaron junto al cardenal Timothy M. Dolan. Sin embargo, Kamala Harris no acudió. En su lugar envió un vídeo.
La ausencia de la vicepresidenta no sentó bien a muchos, que consideraron el vacío una falta de respeto, pero posiblemente ella entendió que no era el lugar adecuado para mantener encerrados, aunque solo fuera por unas horas, a dos toros bravos. Y eso que Alfred E. Smith fue gobernador demócrata y el primer católico que aspiró en 1928 a la presidencia de Estados Unidos.
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El ambiente ya estaba lo suficientemente caldeado. A escasos centímetros de Trump se sentaba Maria Bartiromo, presentadora de Fox News y fan de todo lo que el magnate representa. Hace unos días le entrevistó en horario de máxima audiencia y el republicano conmocionó a la audiencia al advertir de la existencia de un «enemigo interior» contra el que el ejército debería intervenir, en alusión a los «lunáticos de izquierda» que, según él, son capaces de destruir Estados Unidos y amenazan la campaña electoral. Bartiromo fue su ángel en el Hilton. Y casi enfrente se acomodó el diablo: Robert Kraft, propietario del equipo de los Patriots y antiguo amigo de Trump, pero con el que no se habla desde el asalto al Capitolio en 2021.
48,4% es el porcentaje
de voto de Kamala Harris a nivel nacional.
46,3% de papeletas
tendría Donald Trump si hoy hubiera elecciones.
Todo esto revela que allá donde se mueve la campaña electoral flota una sensación de temor e incertidumbre. De que puede suceder cualquier cosa en una carrera a la Casa Blanca que parece avanzar sobre un camino de pólvora: los dos candidatos se encuentran en una situación de empate técnico en intención de voto, lo que preocupa a sus partidos por las dificultades de designar un ganador sin que el perdedor se revuelva. Uno de los aspirantes ha sufrido dos intentos de asesinato, otro se vio forzado a abandonar la campaña humillado entre insinuaciones de senilidad y a su sustituta se le acusa de tener una risa rayana con el trastorno. El 60% de los estadounidenses considera que la continua superación de líneas rojas está conduciendo al país al desastre.
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Cuatro años después sigue vigente el peso del ataque contra la mayor institución democrática del país por parte de una turba convencida de que al líder republicano le «robaron» las elecciones de 2020. Si eso sucedió entonces con la victoria de Joe Biden, ¿qué puede ocurrir si Kamala Harris se instala en la Casa Blanca por un puñado de votos?
Los analistas creen que, en la recta final de esta campaña «absolutamente extraña e inédita», todo esta abierto. Jamie Raskin, representante demócrata por Maryland, ha dicho que su partido nunca permitirá un triunfo de Trump y, según el portal Axios, sus delegados estarían incluso dispuestos a no certificar el resultado electoral salvo que demuestre haber ganado por «medios libres, justos y honestos». Por su parte, el líder republicano se expresó en términos similares este miércoles en el 'Milwaukee Journal Sentinel'. «Si todo es honesto, aceptaré con gusto los resultados. Si no es así, hay que luchar por los derechos del país», avisó.
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Acierto electoral. Northampton, el condado de la suerte El condado de Northampton, en Pensilvania, ha votado desde hace cien años por el candidato que luego ha llegado a la Casa Blanca. Kamala Harris tiene dificultades aquí para convencer a los votantes masculinos latinos y negros.
Trump en Detroit: «No voy a pagar por esta porquería» «No voy a pagar a la empresa que nos alquiló esta porquería», bramó Trump el viernes por la noche en un mitin en Detroit después de que su micrófono se desactivara durante 20 minutos.
Se presiente un choque de trenes. Y crece el miedo a que la confrontación trascienda el ecosistema político. El propio presidente, Joe Biden, ha reconocido que no puede asegurar que las elecciones vayan a resultar «pacíficas». El Departamento de Seguridad Nacional ha reunido indicios sobre movimientos extremistas que ya estarían barajando atentados de baja intensidad. Los agentes creen que planean reventar urnas y buzones electorales mediante explosivos o disolventes con el fin de destruir miles de papeletas. Ya hay 30 Estados donde se ha puesto en marcha el voto anticipado.
Washington tampoco descarta que se repitan episodios como los vividos en las elecciones intermedias de 2022, con patrullas de paramilitares e individuos vestidos con ropa de camuflaje y fusil en mano sentados en sillas de playa delante de los centros de votación. Decían vigilar que no hubiera «fraude», pero presumiblemente buscaban amedrentar a los votantes y empleados electorales.
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La «percepción» de que los comicios del 5 de noviembre no sean limpios, alimentada en sus últimos mítines por el propio Trump, también ha crecido vertiginosamente en la derecha radical y puede convertirse en el principal «desencadenante» de la «movilización hacia la violencia» en las próximas semanas. El temor a los «delitos cometidos por inmigrantes o minorías». otro argumento profusamente aireado por el dirigente republicano, constituye el segundo elemento de mayor riesgo, según una evaluación del Departamento de Seguridad Nacional.
La catástrofe provocada por el huracán 'Helene' en las dos Carolinas. Georgia y Florida ha supuesto un toque de atención para el FBI. Los bulos generados por grupos conspiranoicos y ultras relativos a que los rescatistas y agentes forestales ocultaban los cadáveres debajo de las ruinas para reducir el impacto del ciclón ante la opinión pública, o manifestaciones del tipo de las realizadas por la republicana Marjorie Taylor Greene, quien sugirió que alguien (del Gobierno) «controla el tiempo» han tenido un enorme efecto, por rocambolesco que parezca. La Guardia Nacional interceptó la semana pasada camiones llenos de milicianos armados que habían salido a las montañas para «cazar a FEMA», en alusión a los empleados de la agencia estadounidense de gestión de catástrofes. Cientos de trabajadores y voluntarios fueron retirados de Carolina por el acoso de estas patrullas. «El asesinato de meteorólogos no detendrá los huracanes», escribió en una red social la meteoróloga de Míchigan, Katie Nickolaou.
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Los expertos coinciden en que los bulos y la desinformación en torno a los comicios pueden conducir a actos de violencia «incalculabes», y más si el triunfo cae del lado demócrata por un margen ajustado. El miedo se llama empate técnico. La última encuesta de NBC News arroja un 48% de intención de voto para Kamala Harris y Donald Trump. Y el promedio de todos los sondeos hechos a finales de esta semana tampoco permite obtener conclusiones.
A nivel nacional, la vicepresidenta aventaja ligeramente al magnate (48,4%-46,3% ), pero éste le supera en tres Estados bisagra: Arizona (46,6%-48,7%), Georgia (46,8%-48,8%) y Carolina del Norte (47,3%-48,2%), En los otro cuatro territorios que pueden decantar la presidencia, la situación es la inversa. Harris gana a Trump, pero la distancia entre ambos es insignificante: Wisconsin (47.8%-47,7%), Pensilvania (47.9%-47,7%), Míchigan (47,6%-47,1%) y Nevada (47,6%-47,1%).
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El Partido Demócrata ha recurrido a dos expresidentes, Barack Obama y Bill Clinton, para captar votantes, La formación confía en el carisma de quien fue el primer presidente negro de Estados Unidos –que hace desde el jueves pasado una gira por cuatro Estados– y la elocuencia de Clinton, quien se define a sí mismo como el «explicador en jefe» de los valores demócratas. Michelle Obama también debuta en la campaña en un mitin conjunto con Kamala Harris.
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