El éxito inicial de la campaña de Kamala Harris consistió en presentar su candidatura como lo nuevo frente a lo viejo y hacer que el debate girase en torno a Donald Trump y no a ella misma. La pregunta de si los estadounidenses querían volver ... al pasado, con un presidente desbordado por la pandemia y con un historial preocupante de tics autoritarios, fue eficaz para recuperar el terreno perdido por Joe Biden. Incluso llegó a superar a Trump en todas las encuestas, tanto nacionales como en la mayoría de los Estados indecisos.
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Las cosas han cambiado en las últimas semanas y el empate puede deshacerse el 5 de noviembre a favor de cualquiera de los aspirantes. El que diga que sabe quién va a ganar a estas alturas está simplemente tirando una moneda al aire o vendiendo humo.
Harris sigue intentando poner el foco en la negatividad de su rival, sus excesos y sus problemas de temperamento, así como su intención de aprobar nuevas restricciones al aborto. Pero ya no lo hace ofreciendo un futuro mejor, con optimismo y alegría. La demócrata invoca el miedo a cuatro años más de Trump, algo que a la mitad aproximada de los votantes le parece muy bien.
Nadie maneja mejor que el republicano la táctica del miedo: señala a los inmigrantes, a China, a los medios de comunicación o al «pantano de Washington», un lugar corrupto y peligroso, que solo él puede sanear. De este modo, consigue que las elecciones sean un voto a favor de cambiar el 'statu quo' de aquellos a los que les va mal o temen lo que el futuro puede depararles. La alternativa que propone es retornar a un pasado glorioso (Make America Great Again) aunque posiblemente ese lugar nunca haya existido.
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Entre los votantes que pueden inclinar la balanza en sitios clave como Míchigan o Pensilvania están los jóvenes blancos sin estudios universitarios, que admiran esta actitud desafiante de Trump. Es difícil pensar en el magnate neoyorquino como un héroe romántico, que se enfrenta al destino y a fuerzas poderosas que intentan que no cumpla con su misión.
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Pero algo de eso tiene la imagen hoy ya icónica del magnate tras ser herido en el primer atentado contra su vida, cuando tuvo el reflejo de levantarse y gritar «lucha, lucha, lucha». Además, el candidato republicano da pábulo a diario a todo tipo de teorías de la conspiración y se sigue negando a reconocer hechos y datos que desmontan el mensaje de que todo va muy mal. Dentro de una semana las urnas le darán o quitarán la razón.
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