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A poco menos de una semana para las elecciones estadounidenses, gran parte del mundo espera con ansiedad conocer quién será el ganador de la contienda. Si Donald Trump vence, la expectativa es un endurecimiento de las viejas políticas del expresidente, mientras que si Kamala Harris ... se impone habría más continuidad en la trayectoria marcada por Joe Biden.
La incertidumbre sobre quién ocupará finalmente la Casa Blanca se siente con más intensidad en lugares como Ucrania, Oriente Medio, México y Taiwán, donde la elección de Trump tendría consecuencias dramáticas. En Ucrania, que entrará en febrero en su tercer año de guerra para repeler la invasión a gran escala del ejército ruso, existe la preocupación generalizada de que una victoria del líder republicano suponga el fin de la crucial ayuda militar estadounidense, lo que obligaría a poner fin al conflicto en los términos de Vladímir Putin.
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El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha realizado esfuerzos para mantener abierto un canal de comunicación con Trump, incluida la reunión que mantuvo con el expresidente el pasado septiembre en Nueva York. A pesar de ello, el magnate ridiculiza sistemáticamente a Zelenski en sus apariciones públicas y ha culpado a Kiev por la invasión rusa de 2022, al tiempo que alardea de su relación con el jefe del Kremlin.
Un segundo mandato de Trump convertiría la ayuda a Ucrania en un punto de discordia con los socios de la OTAN y acentuaría la disrupción de la arquitectura de seguridad propulsada por Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Entre los aliados occidentales existe también el temor de que el regreso del exmandatario a la Casa Blanca erosione las normas democráticas, una situación, que, según los analistas, ayudaría a crear sinergias con el extremismo de derechas europeo y fomentar su resurgimiento político ya en marcha.
En lo referente al conflicto de Oriente Medio, la aspiración generalizada en la Franja de Gaza y Líbano es que con cualquiera que sea el ganador de las elecciones no habrá mucha diferencia en los intentos de poner fin a la guerra de Israel y en la protección de las vidas de los civiles. Entre los líderes hebreos y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, Trump continúa siendo ampliamente popular por sus concesiones al país durante su primer mandato: el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén, el reconocimiento de los Altos del Golán y los Acuerdos Abraham de normalización con los vecinos árabes. Una segunda presidencia del republicano dejaría potencialmente las manos libres al Gobierno de Tel Aviv para continuar su escalada de guerra contra Irán, Hamás y Hezbolá, y el genocidio de los palestinos.
Muchos israelíes, sin embargo, que albergan la esperanza de un alto el fuego en Gaza y un acuerdo para liberar a los rehenes. Sin embargo, no esperan que una administración de Trump vaya a ejercer la suficiente presión sobre Netanyahu para lograrlo, a pesar de sus afirmaciones vagas de que el conflicto debería terminar pronto.
En un marco geopolítico más amplio, el movimiento que cuestiona el orden mundial dominado por EE UU aumenta su presencia en los foros internacionales. Las economías emergentes de los países BRICS, en la reunión en Rusia la semana pasada, aspiran a un mayor grado de participación en las instituciones globales, así como la creación de un sistema de pago alternativo que no dependa del dólar estadounidense. La nueva reordenación geopolítica refleja también la falta de interés entre gran parte de la población mundial sobre el resultado de las elecciones norteamericanas.
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En América Latina, especialmente en México, la posibilidad de una victoria de Trump se percibe más problemática que la de Harris. «No hay ningún país que México más expuesto al riesgo relacionado con Trump en el mundo», señaló recientemente Pamela Starr, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad del Sur de California (USC).
Las promesas de Trump de tomar medidas enérgicas contra la migración y aplicar aranceles a las importaciones aztecas, ha generado gran inquietud en el país, cuya economía depende en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos (367.000 millones de dólares en bienes y servicios el año pasado), así como de su poder de atraer a fabricantes con deseos de penetrar el mercado del vecino del norte.
Durante su primer mandato, Trump impuso aranceles al acero de México y a otros países en 2018, lo que provocó una 'guerra' de reciprocidad con la imposición de gravámenes contra-regionales a los productos agrícolas estadounidenses, generando tensiones en las relaciones entre ambos países. La amenaza de tasas más amplias se olvidó cuando el país azteca prometió medidas para frenar la inmigración en la frontera. Según un informe reciente de Moody's Analytics, una victoria del líder republicano que impusiera nuevos aranceles, supondría una recesión para la economía mexicana, incluida la depreciación de la moneda y un aumento de la inflación.
En Taiwán, donde Trump recibió amplio apoyo por su posición dura con China en 2020, su volubilidad en política exterior ha generado desconfianza. Las elecciones norteamericanas coinciden con un momento crítico para las autoridades de Taipéi, a raíz de que China ha escalado sus ejercicios militares alrededor de la isla y ha amenazado con la pena de muerte a los defensores de la independencia de este pequeño estado insular.
Trump se ha presentado como un contrapeso a las aspiraciones del presidente chino, Xi Jinping, de recuperar la soberanía sobre Taiwán por la fuerza si es necesario, pero sus afirmaciones contradictorias sobre la isla se han añadido a la ansiedad ya existente. Las críticas de Trump a la industria de semiconductores de Taiwán, por supuestamente 'robar' empleos a los estadounidenses y sus declaraciones de que el territorio debería pagar por la protección de Washington, han aumentado la sensación de impredecibilidad que un potencial segundo mandato ofrecería.
La vicepresidenta Harris, por su parte, no ha dicho mucho más aparte de mantener el status quo y de garantizar la capacidad de Taiwán para defenderse. Los 23 millones de habitantes de este territorio tendrían pocas posibilidades de plantar cara a un ataque militar chino sin la ayuda de Estados Unidos.
«La forma en que los taiwaneses ven a Estados Unidos podría afectar muy bien la probabilidad de que defiendan sus hogares en caso de una invasión china», escribió el Brookings Institute después de una encuesta en julio que mostró que solo el 17% de los 1.500 encuestados desean que Trump gane las elecciones.
En el marco económico, a los líderes financieros les preocupa el impacto que pueda tener en los mercados un retorno de Trump a la presidencia estadounidense, sobre todo en un momento de bajo crecimiento, deuda elevada y la escalada de guerras en distintas partes del mundo.
En las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los expertos financieros han dedicado gran parte de su tiempo a ponderar la posibilidad de que el líder republicano trastoque el sistema financiero global con un aumento masivo de aranceles, miles de millones de dólares en emisión de deuda adicional y una reducción de los esfuerzos para combatir el cambio climático en favor de una mayor producción de energía a partir de combustibles fósiles.
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