Era el 24 de marzo de 2022. No había pasado todavía un mes desde la invasión rusa de Ucrania y la Administración Biden anunciaba un acuerdo para vender Gas Natural Licuado (GNL) a Europa. El tratado, cocinado en las horas previas de la reunión de ... un G7 trascendental para visibilizar la reacción de occidente frente a Putin, supuso aumentar un 60% las ventas americanas de este combustible a la UE solo en ese año.
Publicidad
Solo nueve meses después Estados Unidos se convirtió en el primer exportador del mundo de GNL con 114 mil millones de metros cúbicos (bcm), por delante incluso de Quatar (108 bcm) y tal como señala el Statistical Review of World Energy de 2023. Este gas licuado, además, proviene en su mayoría del 'fracking', una industria que se ha desarrollado en tiempo récord. Y es que hace solo diez años EE UU era el decimonoveno país del mundo en la venta de GNL con 0,2 bcm, una cantidad que ha multiplicado por la vertiginosa cifra de 572 desde 2013.
El presidente demócrata Joe Biden ha aprovechado bien la dependencia europea de este combustible, agravada por la guerra de Ucrania. Y es que mientras avanzaban las prohibiciones para la extracción de gas en los países de la Unión, como en el caso de España, Bruselas vio en 2022 cómo se cerraba la única arteria que alimentaba de energía a su corazón económico, Alemania. El Nord Stream nutría desde Rusia con 167 bcm a las economías europeas. Una cantidad equivalente, nada más y nada menos, que al consumo de 550 millones de hogares, el doble de las viviendas contabilizadas en el continente.
Noticias relacionadas
Zigor Aldama
La dependencia del gas es tal que se trata del único elemento que la Unión no ha vetado comercialmente con el país gobernado por Vladimir Putin. Sí lo ha hecho con el mercado de capitales, con el petróleo o el diésel, pero no con el gas que llega por barco. Solamente España es el séptimo país de mundo en compras de GNL con 25 bcm y Europa es la región mundial que más importa este combustible con 169 bcm.
100.000 millones
de dólares al año
Es el resultado de la guerra que, como suele ocurrir, provoca oportunidades económicas para otros. En este caso, para la todopoderosa industria del petróleo y el gas estadounidense. Además, la administración demócrata del presidente saliente, Joe Biden, también ha ganado un importante tanto político con la situación.
Publicidad
A través de la Inflaction Reduction Act (IRA) puso en marcha una inversión de 350.000 millones de dólares para favorecer la transición energética. Una inyección que las petroleras de Texas y Nuevo México veían con recelo, y se trata de compañías con una extraordinaria capacidad de presión política. Pero las ventas de gas que Biden ha logrado en Europa han tranquilizado a esos sectores con pingües beneficios que han contribuido también a equilibrar el desarrollo industrial del país. Una apuesta que, en este caso, comparte tanto Trump, como la candidata demócrata Kamala Harris.
Las ganancias por las ventas de gas a la UE tranquilizan a las petroleras ante las inversiones millonarias para la transición verde
La técnica de extracción dispara las ventas internacionales que se multiplican por 570 en solo una década
La historia del 'fracking' estadounidense tiene muchas conexiones con la cultura pionera americana. Empezó en los ochenta gracias a George Mitchell, un empresario petrolero de Texas. Como el John Daton encarnado por Kevin Costner en la serie Yelowstone, Mitchell buscaba desesperadamente una salida para su compañía. Agotados los principales yacimientos, Estados Unidos perdía liderazgo en la extracción mundial de petróleo frente a Oriente Medio, tal y como se encargó de demostrar la crisis energética de los setenta. Mitchell intentó sin éxito durante muchos años aplicar la inyección hidráulica para llegar a las bolsas de combustible desechadas.
Publicidad
En 1998, con un cáncer de próstata y atendiendo a su mujer con un alzheimer recién diagnosticado, sufría graves dificultades para retener el control de su compañía, Mitchell Energy. Apareció entonces un joven ingeniero, Nick Steinseberger, que le planteó infiltrar un compuesto mucho más natural, con un 99% de agua. En solo dos años la producción de gas se disparó un 250%. Rápidamente fueron incorporando la técnica otros empresarios de Texas y después de Louisiana y Oklahoma.
La explosión de la producción de gas mediante el fracking llegó con la Administración de Barak Obama en 2012. Estados Unidos recuperó el control mundial de recursos energéticos clave para su desarrollo como el petróleo y el gas frente a Oriente Medio y América delSur, muy afectados por la inestabilidad geopolítica. En aquellos años se defendía esta técnica, abrazada por el sector de las petroleras, como una fórmula para dar autosuficiencia energética al país hasta 2035. El impacto para la economía nacional, según analizó un estudio de la Universidad de Yale dirigido por el profesor Paul McAvoy, asciende a 100.000 millones de dólares al año.
Publicidad
Las dudas sobre los riesgos ambientales de esta técnica solo han logrado que algunos estados, como Nueva York, hayan prohibido su uso. Pero el caso es que Estados Unidos es el único país del mundo que emplea el fracking de modo industrial en la extracción de gas. Incluso el secretario de Energía del presidente Obama, Ernest Moniz, señaló que los riesgos que entraña son «manejables».
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.