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Los líderes de opinión demócratas y republicanos que siguen los estadounidenses en la batalla de Donald Trump y Kamala Harris por la Casa Blanca. Una serie que contrapone a 'celebrities' y personalidades influyentes de ambos candidatos.
Hasta su hija menor –Mary Cheney, lesbiana y activista ... por los derechos LGTB– acabó dando su visto bueno al apodo: «Soy la hija de Darth Vader», soltó en una ocasión. Así que, si hasta se lo dicen en familia, qué van a pensar los demócratas: para ellos, Dick Cheney siempre ha sido un icono de lo malo o de lo todavía peor. Resulta muy difícil ser más republicano y más conservador que él, y también acumular más 'méritos' de esos que horrorizan a los progresistas: con una carrera que arrancó en tiempos de Nixon, Cheney fue secretario de Defensa con George Bush padre y vicepresidente con George Bush hijo, y a él hay que achacarle iniciativas como la guerra de Irak y la invasión de Afganistán. Hablamos de un hombre que, al hacer balance de su gestión, se reafirmó en la legitimidad de Guantánamo y de la tortura en algunos interrogatorios. Y, de pronto, ahora Darth Vader vuelve la espalda al Imperio y dice que, en noviembre, votará a Kamala Harris. La galaxia entera se estremece.
Hace, digamos, diez años, ni el propio Cheney se habría creído que algún día podría dar este paso. La causa, cómo no, es Trump: «En los 248 años de historia de nuestro país, nunca ha habido un individuo que representara mayor riesgo para nuestra república», ha argumentado el exvicepresidente en un comunicado. «Tenemos el deber de poner el país por encima del partidismo para defender nuestra Constitución», ha pedido a todos aquellos ortodoxos de vieja escuela que puedan compartir sus sentimientos. Junto a él, ha dado el mismo paso su otra hija, Liz, que en su momento ya sacrificó su carrera en el partido por revolverse contra el nuevo líder: ella, en un tono menos solemne, se ha referido a Trump y a su segundo como «cerdos misóginos». Esta nueva toma de postura no deja de ser un eco ampliado de la reacción de ambos a la marcha 'trumpista' sobre el Capitolio. «Me siento profundamente decepcionado por el hecho de que muchos miembros del partido no reconozcan la grave naturaleza de los ataques», lamentó entonces el asqueado político.
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¿Y cómo ha respondido Trump? Se ha referido a Cheney, de 83 años, como «un 'rino' irrelevante», es decir, un 'Republican In Name Only', un republicano solo de nombre. El exvicepresidente se ha situado como el representante de más alto rango entre esos veteranos descolocados por la evolución del partido hacia el populismo exacerbado, pero además ha abierto el camino para no quedarse en una prudente abstención y apoyar activamente a la candidata del otro bando, un acto casi blasfemo en su círculo.
Harris ha agradecido el «valiente paso al frente», que da alas a uno de los frentes abiertos por los demócratas: una campaña de millones de dólares para captar, aunque solo sea por esta vez, a los republicanos espantados por el tono y las tretas de su actual líder. «Intentó robar las últimas elecciones usando mentiras y violencia para mantenerse en el poder después de que lo rechazaran los votantes. Nunca más se le puede confiar el poder», ha dicho Dick Cheney. Y esta última frase, leída con la voz de Darth Vader, impresiona todavía más.
Si, en vez de repasar su biografía de manera lineal, hacemos catas en unos cuantos momentos de su vida, nos llevaremos impresiones muy diferentes de Tulsi Gabbard. Nos la podemos encontrar, por ejemplo, como ruidosa activista en contra del matrimonio homosexual, pero también como una decidida partidaria de la legalización de la marihuana. Podemos escucharla defendiendo el «buen corazón» y el «amor por los americanos» de Joe Biden o comparando la manera de pensar del presidente con la del mismísimo Adolf Hitler. Tenemos, en fin, a la Tulsi que hace solo cuatro años aspiraba a convertirse en candidata demócrata a la presidencia y a la de ahora mismo, la que apoya a Trump, oficia como estrella en mítines republicanos y se refiere con desprecio a la «elitista camarilla» de su antiguo partido.
Gabbard es un personaje singular y a menudo contradictorio, una de esas figuras que a los demás nos parecen volubles, de trayectoria desconcertante, pero que se defienden diciendo que en realidad es el mundo a su alrededor el que cambia. Nacida en la Samoa Americana pero residente en Hawái desde los dos años, es vegetariana, hinduista, apasionada del surf y teniente coronel del Ejército estadounidense, con servicios en Irak, Kuwait y el Cuerno de África.
Aunque sus inicios en la política no pudieron ser más conservadores, como apoyo de su padre en su activismo «en defensa del matrimonio tradicional», después ha representado al Partido Demócrata durante veinte años: primero en el Parlamento hawaiano, después en el Ayuntamiento de Honolulu y finamente en el Congreso de EU UU. Pero lo suyo nunca fue la disciplina de partido y criticaba a menudo a la Administración Obama: sus compañeros la veían, según lo expresó 'The New Yorker', como una «glamurosa anomalía». Fracasó en su intento de convertirse en candidata demócrata para las elecciones de 2020, pero de aquella campaña quedó para el recuerdo un debate en el que arremetió a cara de perro contra otra aspirante, Kamala Harris.
El verso suelto de los demócratas se desligó definitivamente en 2022, con el argumento de que los líderes del partido eran «cobardemente 'woke', racistas antiblancos y hostiles a la gente de fe», nada menos. Con posturas cada vez más conservadoras en asuntos como el aborto, la inmigración, la política internacional o los derechos 'trans', el pasado agosto dio su apoyo expreso a Donald Trump, a pesar de haberlo atacado con dureza cuando era presidente.
Junto a Robert F. Kennedy Jr., Gabbard es la gran baza del magnate para pescar votos en el caladero de sus adversarios, lo que algunos llaman la facción 'azul' del Make America Great Again. Eso sí, uno de sus principales cometidos acabó en desastre: para aprovechar aquella experiencia del pasado, ella fue la encargada oficiosa de 'entrenar' a Trump de cara al debate televisivo con Kamala Harris, donde el candidato republicano se estrelló con estrépito. «De parte de todos los demócratas, me gustaría agradecer a Tulsi Gabbard su duro trabajo de esta noche», publicó aquel día uno de los colaboradores de Harris.
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