«En la tarifa eléctrica lo que es bueno para el bazo es malo para el hígado»

–La ministra de Transición Ecológica admite que el asunto de la tarifa eléctrica es complejo. ¿Puede simplificarlo?

–Imposible, tiene razón. Es difícil dar respuestas simples a problemas complejos. Si yo fuese capaz sería tertuliano.

–¿Y comparte usted la idea de que a corto plazo el subidón de la tarifa tiene un mal arreglo?

–Se pueden y deben adoptar medidas para compensar esa escalada, pero hay que hacerlo con mucho cuidado. En la tarifa eléctrica lo que es bueno para el bazo es malo para el hígado.

–¿Me puede poner un ejemplo?

–La denominada tarifa horaria ha supuesto un encarecimiento en las horas de más consumo. Y parece algo malo, pero es la fórmula de que cambien determinados hábitos de consumo o de que la industria del electrodoméstico incorpore programadores horarios. Si se elimina, dejará de haber un incentivo para avanzar en ese camino. Hay muchos más. Los derechos de emisión de carbono se impusieron para forzar la transición energética. Es uno de los factores que está provocando ahora el encarecimiento de la tarifa. ¿Los eliminamos? Entonces se pierde ese incentivo. Bueno para el bazo, malo para el hígado.

–Intuyo que es partidario de mantener esas medidas que, aunque encarecen la electricidad, pueden tener un efecto positivo a medio y largo plazo.

–Sin duda. Creo que los objetivos de descarbonización nos han cogido de pie, en una buena posición. A poco que lo hagamos bien, estoy convencido de que España llegará a tener una posición más ventajosa que la de algunos países del entorno. No debemos obnubilarnos por situaciones puntuales. Hoy la tarifa está muy alta pero el año pasado estaba hundida.

–¿Qué le sugiere la idea de que las eléctricas se forran?

–Es cierto que quienes generan electricidad con las tecnologías más baratas, la hidroeléctrica por ejemplo, puede obtener en este momento un beneficio extraordinario. Pero aquí sucede algo parecido y es que no se deben analizar las fotografías fijas sino en formato película. Esas mismas empresas hace poco más de un año atravesaron un momento complicado con la declaración de la pandemia.

–Y pedirle empatía a las eléctricas...

–Es una frase bienintencionada que se te puede volver en contra.

–¿Ha faltado pedagogía para explicarle a los ciudadanos que la transición energética es buena pero cara?

–La sociología de la transición energética es... el gran reto político. Hay que evitar que surjan síntomas de rechazo y algunos ya se pueden apreciar.

–Pero los ciudadanos, en este tema, no están para teorías y largos plazos.

–Por eso creo que hay que adoptar medidas puntuales para absorber impactos coyunturales de este tipo. Y que el principal, quizá el único a muy corto plazo, es el margen en los impuestos. Pero hay que adoptar otras que solucionen el problema de los consumidores electrointensivos, de la industria.

–Vamos con algunos tópicos del momento. ¿Qué le parece la idea de nacionalizar el sector eléctrico?

–Es un 'McGuffin'.

–¿Cómo?

–Sí, esa expresión que usó Hitchcock. Un elemento algo sorprendente pero que en realidad es irrelevante para la trama real.

–Hay una parte del Gobierno que pide intervención.

–En mi opinión hay que huir de la regulación brusca, de los cambios regulatorios con poca reflexión. Puede parecer que solucionarían un problema de mañana pero generan otro. La incertidumbre regulatoria genera parálisis en la inversión y eso sería malo. Ya hemos tenido algunas experiencias en este sentido.

–¿Qué cambiaría si se crea una empresa pública con las hidroeléctricas?

–En la tarifa eléctrica nada. Cambiaría el propietario pero no son las empresas quienes fijan el precio de venta de la electricidad.

–Y cuando desde el mismo Gobierno se llama a la movilización social para exigir que el Gobierno tome medidas... ¿Es el mundo al revés?

–No, es más sencillo. Algunos están más cómodos en la oposición que en el Gobierno. Incluso creo que están intentando estar en los dos sitios al mismo tiempo, lo cual es complicado. Cuando estás en el Gobierno sabes que tienes que adoptar decisiones con las que no te van a aplaudir precisamente. No le doy demasiada importancia, todo se aprende. También a gobernar en coalición. Yo sé lo que es gobernar en coalición con el PNV y experimentar una, llamémosle, falta de visibilidad. Pero aprendes a gestionar eso también. Me preocupa más la falta de sentido de Estado.

–¿Eso es un dardo al Partido Popular?

–Las decisiones en la energía se adoptan para décadas y eso exige grandes acuerdos políticos. Es lo deseable. En el caso de España parece que sentido de Estado solo lo debe tener el Gobierno. Y es lo contrario. El Gobierno tiene que gobernar y el sentido de Estado le corresponde a la oposición.