Enric Gardiner
Viernes, 22 de noviembre 2024, 00:18
«Quiero que se me recuerde como una buena persona de un pueblo pequeño de Mallorca. Un niño que siguió sus sueños y que trabajó lo más duro posible para ser quien soy hoy en día», dijo Nadal minutos después de que su raqueta ... fuera colgada en el olimpo de los más grandes, junto a la de Roger Federer, Rod Laver, Pete Sampras y muchos otros.
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La marcha de Nadal del tenis, como es lógico, abre incógnitas sobre su futuro, aunque ejemplos recientes desechan una desaparición como la que protagonizó Bjorn Borg cuando dejó las pistas con 27 años. El sueco estuvo 25 años sin pisar Wimbledon, donde ganó cinco títulos.
Cuando Federer se fue, en 2022, afirmó que no se desvanecería. Y el suizo lo ha cumplido. Ha sido un fijo en la Laver Cup que organiza cada otoño, ha estado en el US Open y también en dos ocasiones en Wimbledon, además de que sus compromisos publicitarios, especialmente aquellos con Mercedes, Rolex y Uniqlo, le han llevado por medio mundo.
Con Nadal se puede esperar un futuro a medio plazo parecido. El balear sigue siendo imagen de grandes marcas como Nike y Telefónica, es embajador de Arabia Saudí y dueño de varias academias de tenis, en Manacor, Kuwait y México, además del resto de negocios en los que invierte, como hoteles y restaurantes.
Volver a verlo sobre una pista tampoco es una quimera, pero será en forma de exhibiciones, en un formato más relajado que la competición oficial. Su compromiso con el tenis está fuera de toda duda aunque de momento se declare un jubilado que desea disfrutar del tiempo libre con la familia.
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Nadal se despidió antes de lo esperado en Málaga, ya que pocos imaginaban la derrota de la Armada ante Países Bajos en cuartos de la Copa Davis. Todo estaba preparado para un homenaje de ensueño el fin de semana pero se quedó en una emotiva despedida ya entrada la madrugada. Sin embargo, la enorme figura del balear tiene algo muy diferente. Incluso si decidiera no aparecer más, seguiría influyendo a millones de personas porque el de Manacor ha construido una imagen robusta, excepcional y envidiable.
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No en vano, Babolat, su proveedor de raquetas desde que era un niño, grabó una inscripción en la última bolsa que utilizó como profesional. «1.250 raquetas utilizadas, cero rotas», rezaba. No en vano, Nike propulsó unas imágenes gigantes suyas en Trocadero, con la torre Eiffel al fondo. No en vano, Serena Williams se disfrazó de él como homenaje, Maria Sharapova hizo lo propio, Iga Swiatek mostró su tristeza por la retirada y Coco Gauff dijo que por un día sería española animando a Nadal. Incluso Federer volvió a sacar papel y boli para escribir sus mejores líneas desde que anunciara su retirada.
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«Se ha dicho todo de ti», dijo David Ferrer, capitán de Copa Davis y amigo del balear. «Has dado ejemplo como persona y jugador. La mejor educación es el ejemplo y tú has sido nuestro ejemplo. Hay personas que son recordadas eternamente y tú serás recordado eternamente».
Si Manolo Santana, con sus victorias en París, Londres y Nueva York, fue el impulsor del tenis español, más tarde seguido por Arantxa Sánchez-Vicario y sin olvidar a la pionera Lilí Álvarez, Nadal será el referente de todos, el pilar más alto al que aspirar, el espejo de generaciónes pasadas, presentes y futuras de tenistas.
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«Mi sueño siempre ha sido ser número uno, ser profesional y ganar Grand Slams», explicó Alcaraz. «Parte de ese sueño ha sido por Rafa, a quien he admirado y me ha enseñado lo importante de la vida, ser buen jugador y ser buena persona. De pequeño lo veía ganando con esa pasión y me decía que algún día sería como él. Nadal ha sido uno de los mejores embajadores que ha tenido el tenis. Su legado va a ser eterno para el tenis y para el deporte en general. Ha sido genial para mí tenerlo en mi vida», añadió.
Alcaraz, mal llamado heredero de Nadal, no tiene la responsabilidad ni la exigencia de continuar con el legado del balear. Es algo imposible e injusto. Sea cual sea el devenir de la carrera del murciano, las comparaciones con Nadal le harán más mal que bien. Porque nadie más puede ser Nadal y ganar catorce Roland Garros. Probablemente nadie vuelva a ver eso en la historia y sería lo normal. Nadal es único y por mucho que haya dicho adiós, su legado es imborrable.
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No se le recuerda al manacorense una salida de tono, una polémica, un resbalón en un charco. Siempre con la palabra justa en el momento adecuado, encarna como nadie los valores del deporte. Humildad, trabajo, superación, carácter competitivo, deportividad, respeto a los adversarios y resiliencia. Si el barón Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, levantase la cabeza, elegiría a don Rafael Nadal Parera como paradigma del espíritu olímpico.
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