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A.F. /L.R.
Jueves, 8 de diciembre 2022
Luis de la Fuente (Haro, 21 de junio de 1961), seleccionador Sub'21, es el nuevo técnico de La Roja. Minutos después de que la Federación Española de Fútbol confirmase el adiós de Luis Enrique anunciaba el ascenso del preparador jarrero, acostumbrado a ... trabajar en las categorías inferiores de España. De la Fuente era el principal candidato a suplir al asturiano en caso de cambio en el banquillo. Y la más fácil. Ahora Luis Rubiales y su directiva deberán decidir si el riojano llega a la cima de la estructura federativa de manera interina o definitiva.
No es la primera vez que Luis de la Fuente suple a Luis Enrique. El 8 de junio del 2021, el riojano tomó las riendas de España en el amistoso de Butarque mientras Luis Enrique y los suyos estaban confinados por el positivo de Busquets en COVID. Muchos se preguntaban quién era aquel tipo. No los 'boomers'. Tampoco en el País Vasco ni en La Rioja. Pero sí los más jóvenes. Porque De la Fuente ha sido siempre un actor secundario de la élite, tanto como futbolista como en su etapa en los banquillos, en la que se especializó pronto en el trabajo con la cantera. Dos meses después de aquella sustitución, el 7 de agosto alcanzaba la medalla de plata en Tokio. Al acabar la final repartía sonrisas forzadas. La plata era un premio que marcaba el camino de un futuro brillante. Pero él quería el oro.
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Iván Orio
Allá por los ochenta, este fino lateral zurdo era de esa curiosa estirpe en extinción de los futbolistas con bigote. A caballo entre esa década y la de los noventa había unos cuantos: los Sañudo, Carmelo, Zygmantovich, Tato Abadía, Sánchez Jara, Arteche, Meléndez y, por supuesto, Schuster. Lucía también media melena, hasta que no fue posible seguir haciéndolo.
Porque si algo fue De la Fuente es un clásico ochentero; lateral titular del Athletic del doblete que armó un entrenador en sus antípodas futbolísticas: Javier Clemente. Su historia, la de ese puñado de niños que coleccionaban cromos del Athletic y terminaron jugando en San Mamés. Aunque ejerce como riojano siempre que tiene ocasión (en su Haro natal un torneo de categorías inferiores lleva su nombre), su padre era de Bilbao y le llevaba a ver al Athletic a La Catedral. Esa misma ascendencia permitió que con 15 años se incorporara a Lezama captado por Piru Gainza, un mito del equipo rojiblanco. La adaptación fue moderadamente sencilla: en la capital vizcaína vivían sus abuelos y tíos.
Después de una década en la élite, y como les sucedió a muchos de su generación, el cénit le llegó pronto; hacia la treintena, y se retiró aún joven con una temporada en Segunda B en el Alavés. No fue porque no se cuidara. Recién cumplidos los sesenta luce casi el mismo tipo fruto de una disciplina soviética; obsesivo como es en su trabajo diario, como a la hora de analizar tácticas y adversarios. Lo que le toca a alguien que define el deporte como su vida y que mantiene mucho rigor tanto en el quehacer cotidiano como en la alimentación, el mismo que trata de inculcar a sus futbolistas, aunque no por ello deje de gustarle la buena mesa.
Lo que sí ha cambiado de su aspecto es el trabajo en el gimnasio, que le confiere un tipo más fruto del anaeróbico que cuando jugaba al fútbol. Tanto, como para bromear en sala de prensa con un desafío a Adama Traoré levantando pesas. La cercanía que transmite es otro ejemplo de un tipo con una gran capacidad didáctica.
Como entrenador, pasó por las categorías inferiores del Sevilla, tuvo otras dos breves experiencias en Vitoria, también en Segunda B (Aurrera y Alavés) y pasó, por supuesto, por Lezama; unas instalaciones que han marcado su biografía, como el sentimiento por el Athletic, que inculcó a su hijo Alberto desde el optimismo.
Su peregrinar, el clásico de cualquier entrenador, terminó cuando hace una década se incorporó a la Federación Española de Fútbol para dirigir a la Sub'19, que ha alternado con la Sub'20, la Sub'21 desde la salida de Celades y la olímpica. Una etapa en la que ha sabido adaptarse a la perfección a las preferencias de Luis Enrique y a aplicar un 4-3-3 en el que se siente cómodo, aunque llegara a Las Rozas con el 4-4-2 como configuración por defecto.
Y, además, ejerce otro papel, el de, digamos, confesor-educador de unos futbolistas aún muy jóvenes. «Es cierto que este puesto tiene una carga afectiva importante, pero yo lo que trato de hacer con todo el mundo es inculcar una responsabilidad y una exigencia. Una mentalidad que les deje claro que, con esfuerzo, todo se consigue. Me da igual que sean jóvenes o no, lo que me importa es que maduren y que lo hagan con estos valores. Y que entiendan que no hay que dejar nunca de aprender, tengas 20 o 30 años», admite.
Su llegada a la Absoluta, en un momento de incertidumbre, no deja de ser un premio a su trabajo en Las Rozas. De la Fuente siempre estuvo convencido de que la felicidad futbolística máxima le llegaría para acrecentar un nutrido palmarés forjado desde la discreción que ya adornan dos ligas y una Copa como futbolista, las Eurocopas Sub'19 y Sub'21 y los Juegos del Mediterráneo como entrenador. Y Tokio.
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