A Miguel Ledo se le reconocía muy fácilmente sobre el terreno de juego. Su altura y esas rastas que dibujaban su peinado le definían. Se formó en el Berceo antes de pasar al Balsamaiso y de que la Sociedad Deportiva Logroñés apostara por él para ... la primera plantilla de su historia, en Regional Preferente. Ledo era, por aquel entonces, un chaval de 18 años que ni podía imaginar que ese iba a ser el inicio de una exitosa trayectoria en la entidad.
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De aquella plantilla formaba parte también Jorge Herreros, quien cree que Ledo es «un ejemplo» para los jóvenes que están iniciándose en esto del fútbol. «Es para que los chavales se fijen en él, en cómo se puede hacer, desde la nada, carrera en un club de Logroño, desde Regional Preferente hasta jugar 'play offs' o competir en Segunda B o en Primera Federación», señala el ariete, muy apenado por el fallecimiento de su excompañero.
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No en vano, aquel recorrido que se inició con esa primera victoria de la SDL ante el Ciudad de Alfaro en La Molineta (con Ledo como titular) se iba a prolongar durante 13 años. Más de una década en la que el central fue creciendo hasta convertirse no solo en el capitán sino en un emblema para la grada blanquirroja. «Aunque nosotros le vacilábamos y le decíamos que tenía dos pies torcidos, era un futbolista que sabía muy bien lo que tenía que hacer en cada momento y que daba el 100% siempre», asegura Herreros. «Y después fuera del campo era un chico excepcional, maravilloso, generoso y muy buena persona», añade antes de lamentar los dos palos «durísimos» que han sufrido los jugadores de aquellas primeras temporadas de la SDL en poco tiempo, en referencia a los fallecimientos de Ledo y de Gonzalo Gómez. «Ambos han luchado y lo han intentado hasta el final», sentencia Herreros.
Si buenos son los recuerdos que tiene de él Jorge Herreros, similares son los del presidente de la SD Logroñés, Eduardo Guerra. «Mi primera imagen de él es de cuando era un crío; era muy grande y parecía mayor, pero solo tenía 18 años», expone el máximo mandatario de la entidad riojana. «Recuerdo que en el primer desplazamiento que tuvimos a Canarias para jugar un 'play off', él estaba muy tenso y todos le vacilábamos: era un chaval que empezaba a moverse a nivel nacional», añade.
Luego llegaron los ascensos a Segunda B y a Primera Federación, con Ledo siempre jugando un papel fundamental dentro del equipo hasta que en la última temporada, la 2021-22, su presencia en los onces se redujo de manera notable, aunque eso no impidió que dejara instantes para la memoria colectiva de la afición de la SDL. «El gol que metió en Riazor se lo llevó para siempre», se congratula Guerra.
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A lo largo de todas esas temporadas en la Sociedad, Ledo contó con la confianza de numerosos entrenadores. El primero con el que coincidió fue con Alejandro Fernández, quien tiene unos recuerdos «extraordinarios» del central. «Era una gran persona, igual que Gonzalo», incide el técnico. «No daban ningún problema y tengo recuerdos como el de un partido ante el Varea, que íbamos perdiendo 0-2 y decidí ponerlo de delantero centro; entre mi hijo y él le dieron la vuelta al partido», rememora.
A Fernández no le sorprende la trayectoria que el riojano logró amasar con el paso de los años. «Tenía maneras, tenía físico, iba bien de cabeza... Con los pies era un poco torpe, pero tenía muchas ganas de aprender, de jugar y, en los momentos difíciles, se echó al equipo a sus espaldas», destaca.
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Fernández fue su primer técnico en la SDL, donde más tarde Ledo coincidió con alguien al que ya conocía de su época formativa, tanto en el Berceo como en el Balsamaiso: Raúl Llona. «Mis recuerdos con él empiezan en el Berceo, viene del Viajes Oda y, a partir de ahí, empezamos a tener relación», rememora el actual dueño del banquillo de la Cultural Leonesa.
El Balsamaiso les reunió en División de Honor y después Llona estuvo al frente de la Sociedad durante tres temporadas, divididas en dos etapas diferentes, y en todas ellas Ledo estaba a sus órdenes. «Tuvimos una relación muy cercana y muy sincera», destaca el riojano, quien alaba su inteligencia sobre el césped. «Sabía lo que tenía que hacer y, a pesar de no tener unas grandes condiciones, era muy competitivo y siempre estaba dispuesto a ayudar al compañero; era muy querido y todo el vestuario le respetaba», sintetiza.
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Agustín Abadía fue otro de sus entrenadores y de él destaca su compromiso. «Era una persona muy comprometida con el equipo y con mucho rendimiento», señala el exjugador del Club Deportivo Logroñés. «Fue adaptándose y creciendo con las exigencias que iba teniendo el club», añade.
En lo personal, Abadía define a Ledo como alguien «introvertido», pero «muy querido» en el vestuario y en esa línea se manifiesta también otro de sus técnicos, Albert Aguilá. «Era un líder silencioso, no era muy dicharachero, pero predicaba con el ejemplo y siempre iba con sus valores por delante», señala, «Era un diez en el vestuario y en el trato y en lo futbolístico era un jugador muy inteligente, consciente de sus limitaciones y fue capaz de potenciar sus virtudes y eso lo convirtió en un gran jugador», concluye.
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Fueron trece años que concluyeron al final de la temporada 2021-22, con Ledo ya concentrado en ganarle la batalla a la leucemia. Empezaba así un nuevo recorrido en el que hubo momentos para el optimismo, como cuando en verano del año pasado se incorporó al Haro con el objetivo de volver a disfrutar con el fútbol. «Llegó con ganas de volver a coger el balón, estuvo entrenando con nosotros hasta diciembre más o menos y nuestra intención era hacerle ficha porque estaba como un tiro», afirma Jesús Otero, presidente de la entidad jarrera. «Sin embargo fue justo ahí cuando sufrió una recaída y ya no pudo ser», añade.
Ledo pudo jugar solo unos amistosos con la camiseta del Haro Deportivo, pero eso no impidió que también dejara su huella. «Es una persona de diez y el recuerdo que ha dejado ha sido muy bueno; su comportamiento siempre ha sido espectacular. Una muy buena persona», concluye Jesús Otero. Ese es, sin duda, el mejor legado que alguien puede dejar.
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