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Ochenta equipos comienzan la competición en Segunda División B. Los dieciséis mejores logran acceder a la fase de ascenso. Y de esos, por un camino cada vez más empinado y resbaladizo, solo cuatro logran hollar la cima y descansar, aunque sea brevemente, para tomar aliento para asentarse en la cumbre de Segunda División. La ascensión al fútbol profesional se podría comparar con la del Annapurna, la montaña más peligrosa del Himalaya, porque muchos clubes se quedan en el camino, desaparecen o desfallecen simple y llanamente por el esfuerzo que supone dar un paso al frente en una categoría que actúa como embudo y que atrapa en sus arenas movedizas ilusiones de aficionados, presupuestos de clubes y ambiciones de futbolistas.
Este sábado, la Unión Deportiva Logroñés tiene ante sí el reto de escalar ese peldaño que le pueda alzar a otro mundo bien diferente, a otra cordillera donde el dinero abunda y las condiciones, aunque muy duras, como han demostrado este año los descensos de Racing y Extremadura, dos recién llegados, resultan siempre más benignas que en Segunda B. Y, para dar ese salto de calidad, además de a la concentración y la suerte, dos armas a las que siempre se apela en estos momentos, es más necesaria que nunca la veteranía.
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Y los de Sergio Rodríguez brillan en esa parcela. La plantilla que se diseñó en verano tenía entre sus características básicas el conocimiento de la categoría, aunque con gotas de juventud y descaro. Y esa experiencia acumulada también se nota a la hora de dar el salto al fútbol profesional. Seis jugadores blanquirrojos ya tienen esa experiencia y deberán ayudar, como los 'sherpas', a que el resto de la plantilla no dude a la hora de buscar la cumbre. A estos seis se añaden otros nueve que han participado en fases de ascenso, aunque sin premio. En un momento tan crucial, todo suma. Y en el caso de la experiencia, la balanza blanquirroja pesa más, bastante más, que la albinegra del Castellón.
La dificultad del ascenso es tan grande que alguno de los protagonistas de la UDL en el 'play off', como el portero Rubén Miño, la definen como «la experiencia más importante en la vida de un futbolista». Él logró el ascenso hace una década con el Barcelona B y quiere repetir. «Supone, a nivel profesional, cambiar de estatus y de vida. Es el punto de inflexión más grande para un futbolista. Pasas a ser un profesional, porque la Segunda B es semiprofesional. Y para la afición, la ciudad y el club representa entrar en las televisiones, repercusión mediática, ver el nombre de tu equipo en toda España... Es un cambio enorme», resalta el guardameta de Cornellá.
Si mañana, antes del partido, a algún miembro de la plantilla le asalta una duda o se le aparecen las sombras del miedo, que no dude de que cuenta con hombros en los que apoyarse y consejos que escuchar. Tal vez el más indicado para darlos sea César Caneda. Además de por su edad, el vitoriano atesora el currículo más extenso de la plantilla. Ha disputado cinco fases de ascenso y ha vivido tres celebraciones de, aunque sólo una haya sido a Segunda División, con el Mirandés en el curso 2011/2012. Las otras dos fueron a Primera con Sevilla y Racing de Santander.
A pesar de que todas las fases de ascenso resultan diferentes, otro con experiencia (y hasta duras experiencias que contar) es Míchel Zabaco, que ha disputado cuatro: Almería B, Cartagena, en dos ocasiones, y Ponferradina, con el premio de subir a Segunda en el curso 2018/2019. Con el Cartagena, un año antes, estuvo en la categoría de Plata durante muchos minutos del 'play off', pero un autogol del central en el último segundo de partido dio el premio al Rayo Majadahonda. Otra vivencia para no olvidar y para demostrar la crueldad de las fases de ascenso.
También saben subir a Segunda Iñaki Sáenz, que lo hizo con el Racing en el curso 2013/2014 (el calagurritano, incluso, llegó a Primera con el Alavés); Damián Petcoff, quien lo logró con el Jaén en la temporada 12/13; Rubén Miño, con el Barça B; y Ion Errasti, que en los cursos 2012/2013 y 2013/2014 pasó de Segunda B a Primera enrolado en el Eibar. Todos suman diez ascensos de categoría, de los cuales seis fueron a Segunda, el paso que mañana intentará dar la UD Logroñés, y cuatro a Primera División.
Aunque muchos, a pesar de su experiencia, no hayan logrado el objetivo, 15 miembros de la plantilla blanquirroja han participado en distintas fases de ascenso, así que habrá pocos novatos en estas lides. A algunos, el salto se les ha atragantado hasta en tres ocasiones, caso de Miguel Santos (todas con la UDL), Jaime Paredes (una con el Levante B y dos como blanquirrojo) o Ñoño (Sevilla Atlético, Rayo Majadahonda y UDL). Andy lo ha intentado en dos oportunidades sin llegar a despegar y otros como Olaetxea, Ander Vitoria, Rubén Martínez u Ousama Siddiki participaron el pasado curso en el triunfo sobre el Badajoz y el tropiezo ante el Hércules, que dejó a la afición con la sensación agridulce de lo que pudo ser y no fue. Gorka, con el Athletic B, también paladeó esa amargura en la campaña 2017/2018. En total, la plantilla de Sergio Rodríguez acumula 31 'play offs' a sus espaldas, lo que supone casi el doble que las del Castellón.
Se estrenarán en estas lides Pablo Fid, Zelu, Víctor Socorro, Iago López, Thomas Carrique o David González, jóvenes que quieren hacer algo grande aunque en el caso de Roni y Zelu, como meritorios, disfrutaron en los vestuarios del Oviedo y del Betis, de las mieles del éxito. El objetivo de todos en Málaga es que su primera experiencia resulte inolvidable.
Entre los de Óscar Cano, sólo dos jugadores saben lo que es hacer de alquimistas y pasar del bronce a la plata. Lo hicieron Gálvez y César Díaz, ambos con el Albacete. Eso sí, Gálvez también ha llegado a Primera, de la mano del Córdoba. Pocos ascensos y menos experiencia histórica acumulan los de Castalia en estas lides. Por ejemplo, el guardameta Campos ha luchado tres veces por crecer y en las tres se ha quedado en el mismo lugar. César Díaz con tres intentos y Gálvez con dos (una de ellas con el premio de Primera) son la columna vertebral de la veteranía del Castellón. El riojano Adrián Lapeña, Muguruza, Satrústegui, Castells, Juanto, Kako Sanz o Mikel Carro, además de Carles Salvador, éste con la UDL, lo han intentado en una ocasión, también sin éxito.
Todos, con experiencia o sin ella, saltarán mañana a La Rosaleda con hambre, mucha hambre de gloria. Pero en los momentos clave, cuando todo se pueda decidir, la UDL debe recordar que ese poso de veteranía, de saber hacer y compostura tiene que aparecer para inclinar la eliminatoria de su lado y hollar la cima más complicada del fútbol español: el ascenso a Segunda, cuyo camino lleno de trampas ya ha hecho a los blanquirrojos demorarse once años en devolver a Logroño a las mieles del profesionalismo.
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