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La ciudad de Sevilla, con su idiosincrasia y su encanto siempre especial, se ha convertido en el bálsamo que Julen Lopetegui necesitaba para curar las heridas de un 2018 para el olvido. En la orilla blanquirroja del Guadalquivir, el técnico ha recuperado la ... sonrisa. Apegado como siempre a la prudencia y a una filosofía de trabajo y esfuerzo a raudales, ha recuperado la confianza en su método en un Sevilla que se erige en la revelación del campeonato, como la alternativa hasta ahora más fiable a Barcelona y Real Madrid y superando al Atlético.
Atrás parece haber quedado el terremoto que fue su salida de la selección española y el fracaso de su posterior paso por el Madrid. Precisamente el anuncio de su incorporación al club blanco desembocó en una abrupta salida de la selección, con el equipo nacional concentrado en la ciudad de Krasnodar, un día antes del inicio del Mundial de Rusia y a sólo dos del debut de España en un campeonato que afrontaba con las máximas expectativas y sin haber perdido un solo encuentro en los casi dos años del técnico vasco como seleccionador. La confirmación de su fichaje por el Madrid en plena antesala de la Copa Mundial hizo saltar por los aires un proyecto que navegaba con paso firme y que acabó reducido a escombros.
Ya como técnico blanco, Lopetegui volvió a experimentar en sus carnes el lado amargo del fútbol, pues fue víctima de un equipo a la deriva tras las despedidas de Cristiano Ronaldo y Zidane y que pecó de excesiva confianza en la ausencia de refuerzos de relumbrón. Su andadura como técnico madridista comenzó con derrota en la Supercopa de Europa ante el Atlético y encontró su final con una dolorosa goleada por 5-1 en el clásico del Camp Nou. Entre medias, 138 días con tantas derrotas como triunfos en un club acostumbrado al brillo de la victoria, algo insostenible que dio al traste con la era Lopetegui en pleno mes de octubre.
Desde entonces, el entrenador guipuzcoano se refugió en su gente más cercana y en la práctica del boxeo, se tomó un tiempo y esperó al inicio de una nueva temporada para volver más fuerte a través de un proyecto capaz de devolverle la ilusión. Ahí se juntaron los caminos del Sevilla y de Lopetegui, una fórmula que parece estar dando el resultado deseado pese a que el Ramón Sánchez Pizjuán no es plaza fácil. El club de Nervión vive una época dorada desde hace más de una década, en la que se ha codeado con los grandes del continente y en la que ha llenado a rebosar sus vitrinas con hasta nueve títulos, seis de ellos en competición europea. El sevillismo ya no se conforma fácilmente, como demuestra el hecho de que parte de la afición incluso pitase a su equipo en la victoria frente al Leganés pese a que los sufridos tres puntos contra los pepineros consolidaron al equipo de Lopetegui en la tercera plaza liguera, a un punto de Barça y Madrid, que no obstante, aún tienen pendiente jugar el clásico en su día aplazado al próximo miércoles 18 de diciembre.
El Sevilla, que supera en cuatro puntos a Athletic y Real Sociedad y ya en cinco al Atlético, camina con paso firme en un campeonato en el que sólo blancos y azulgranas -0-1 en el Pizjuán y 4-0 en el Camp Nou-, además del Eibar de Mendilibar en Ipurua, han sido capaces de ensombrecer una gran trayectoria, que ha permitido al equipo sevillista igualar sus mejores registros de la última década a estas alturas de la temporada, con 30 meritorios puntos. En competición europea, los resultados son aún mejores, pues el Sevilla ha sido capaz de sumar sus cinco partidos en la fase de grupos de la Europa League por victorias. Eso sí, en un grupo a priori sencillo, con el APOEL Nicosia chipriota, el Qarabag azerbaiyano y el Dudelange luxemburgués, que le ha abierto de par en par las puertas de los dieciseisavos de una competición de la que es dueño y señor en el siglo XXI.
Todo ello pese a que la tarea no era fácil para Lopetegui, que desembarcó en Nervión el pasado verano sin despertar excesivo entusiasmo en la afición sevillista y para ponerse al frente de un equipo casi completamente nuevo, remozado por Monchi tras la decepción del sexto puesto de la última campaña y la destitución a mitad de curso de Pablo Machín, sobre el que el club presidido por Pepe Castro había depositado grandes esperanzas tras el fiasco de la 2017-18 con Eduardo Berizzo.
De la mano del exguardameta sevillista, artífice desde el puesto de director deportivo de una época gloriosa para el Sevilla y que regresaba a casa tras su experiencia en la Roma, llegaron nombres como Luuk de Jong, Lucas Ocampos, Óliver Torres, Joan Jordán, 'Chicharito' Hernández, Fernando, Jules Koundé o Diego Carlos. Más de una decena y media de incorporaciones y otras tantas salidas de futbolistas hasta entonces importantes para construir un proyecto sólido, en el que jugadores como Ocampos o Diego Carlos ya brillan con luz propia y que parece tener todavía margen de crecimiento con otros que no han podido dar su mejor versión. La exigencia es grande, al Sevilla ya no le vale simplemente con alcanzar Europa otra temporada más. El objetivo es ser la revelación que ponga en apuros a Barça y Madrid y que trate de superar al Atlético. No es tarea sencilla, pero el trabajador y poco amigo de los focos Lopetegui tiene en sus manos la fórmula.
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