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Se esperaba desde hace tiempo pero al fin es una realidad. Tras llamar a la puerta sin demasiado éxito en varios grandes torneos, el gran salto del fútbol femenino español ha llegado de la mano del Mundial de Australia y Nueva Zelanda. En su tercera ... experiencia mundialista España ha derribado su techo de cristal colándose entre las cuatro mejores selecciones del planeta, el lugar que se vislumbraba desde hace unos años por la mejora estructural, en las condiciones de las jugadoras y en el trabajo de cantera, tal y como se demuestra con los recurrentes éxitos de las categorías inferiores en los últimos años.
Pese a la relativa decepción en la Eurocopa de Inglaterra del pasado verano, en la que España no pudo superar la ronda de cuartos aunque cayó de forma ajustada ante la anfitriona, posterior campeona continental, La Roja se ha quitado en este Mundial su gran espina clavada. Jamás había logrado un triunfo en un duelo eliminatorio de un gran torneo. Esa losa, similar a la que la selección masculina derribó en aquel cruce de cuartos de final de la Eurocopa 2008 contra Italia, impedía al combinado de Jorge Vilda codearse con las mejores, algo a lo que parece llamada por la evolución del fútbol femenino nacional de los últimos años.
Solo han pasado ocho años desde aquel debut mundialista de Canadá en 2015, pero las diferencias son más que notables. España acudió a aquella cita con la escasa experiencia de dos fases finales de la Eurocopa en su haber. Las semifinales continentales de 1997 fueron una suerte de oasis en un desierto de resultados. Ignacio Quereda era el seleccionador nacional desde 1988 y a lo largo de casi tres décadas no llegaron los resultados y lo que es peor, bajo unos métodos propios de otros tiempos lejanos y felizmente superados.
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Todo ello tocó a su fin en ese Mundial de Canadá en el que La Roja no superó la fase de grupos tras un empate ante Costa Rica y sendas derrotas por la mínima contra Brasil y Corea del Sur. Dejó un sabor agridulce aquel torneo pero fue una suerte de catarsis, que se llevó por delante la era Quereda a través de las denuncias de muchas jugadoras respecto a la decisión. Para algunas veteranas como Ainhoa Tirapu, Ruth García, Vero Boquete o Sonia Bermúdez el histórico estreno mundialista también supuso el final de sus etapas en la selección, pero sus nombres permanecerán ligados para siempre al inicio de una nueva etapa en el fútbol femenino español.
A partir de entonces España, dirigida por Jorge Vilda, ya no ha vuelto a faltar a la cita en los grandes torneos y de hecho, ha mostrado una suficiencia propia de gran selección en el camino hacia ellos. El ascenso en el ranking FIFA ha sido imparable de la mano del desarrollo de figuras como Alexia Putellas, doble Balón de Oro, o su compañera Aitana Bonmatí, que sigue acumulando méritos para asumir el testigo como reina del fútbol mundial. La progresiva profesionalización de la Liga femenina, la aparición de un Barça hegemónico en Europa y la puesta en marcha de la sección femenina del Real Madrid, el último de los grandes clubes en dar el paso a la competición de mujeres, también explican esta evolución.
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España fue creciendo y rozó las semifinales de la Eurocopa disputada en Países Bajos en 2017, en la que los penaltis mostraron la cruz frente a Austria en la primera ronda eliminatoria. El Mundial de Francia en 2019 fue la confirmación, pues la selección superó por primera vez la fase de grupos y plantó cara a las dos grandes potencias históricas, Alemania y Estados Unidos, ante las que cayó por la mínima (0-1 y 1-2).
La selección española femenina ya se había hecho mayor y por primera vez encaró una fase final como favorita en la Eurocopa de Inglaterra de 2022. Todo se torció con la grave lesión de su estrella, Alexia Putellas, justo antes del debut en el torneo, pero España cumplió en la fase de grupos derrotando a Finlandia y Dinamarca aunque cayendo frente a la bestia negra Alemania. Esa derrota condenó al equipo de Jorge Vilda a un cruce en cuartos ante la anfitriona y posterior campeona Inglaterra, que sobrevivió a un duelo trepidante resuelto en la prórroga.
Esa eliminación hizo daño y provocó un terremoto que todavía conmociona al fútbol femenino español. Llovieron las críticas de algunas jugadoras a la gestión de Vilda y hasta 15 rebeldes renunciaron provisionalmente a la selección si el técnico madrileño continuaba al frente. La Federación Española de Fútbol (FEF) cerró filas con su entrenador y éste se aferró en el cargo a la espera de que el tiempo capease el temporal y doblegase la postura de las internacionales más críticas. Por el camino se han quedado históricas como Lola Gallardo, Mapi León o Patri Guijarro pero tres pilares como Aitana Bonmatí, Mariona Caldentey y Ona Batlle finalmente fueron recuperadas para la causa.
Con la centrocampista azulgrana como eje vertebral España ha roto su techo de cristal en este Mundial de Australia y Nueva Zelanda. Goleó a las débiles Costa Rica y Zambia en la fase de grupos pero también a la rocosa Suiza en octavos, en una victoria balsámica y que mostró su capacidad para superar situaciones tras el inesperado y doloroso revés ante Japón. Contra Países Bajos, en una eliminatoria de cuartos de final inédita, dominó y desplegó un gran fútbol para ganarse a pulso su presencia en semifinales. Ahora, rotas todas las cadenas y superadas las heridas del pasado, la selección española femenina sueña despierta a solo dos pasos del trofeo más preciado.
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