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Tras una investigación de campo con colectivos de boxeo y gimnasios autogestionados de muay thai y 'roller derby' –un «deporte de contacto sobre patines»–, el investigador Alfredo del Río encontró que el «componente social» de estas actividades está en que se trata de una «práctica colectiva, aunque las competiciones sean individuales». Una forma de hacer comunidad, porque «los deportistas disfrutan de un espacio y a la vez están implicados en tareas como limpieza y gestión para crear una relación bidireccional».
En Estados Unidos, el apoyo explícito que Dana White, el dueño de la UFC, mostró a la candidatura de Donald Trump se ha escenificado esta misma semana, cuando el luchador Jon Jones dedicó su triunfo al presidente electo. ¿Ese sesgo político también se ha trasladado a los deportes de contacto en España? «Es un terreno en disputa», indica Del Río. «La extrema derecha europea intenta aprovechar el tirón de estos deportes para extender sus ideas y formas de actuar. Pero también los progresistas las utilizan para captar a gente joven». Sirvan como ejemplo los comunistas de la Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) y los anárquicos okupas del Centro Social Okupado La Atalaya y La Ingobernable.
En una esquina, Santiago Abascal, líder de Vox; y en la otra, Roberto Vaquero, presidente de Frente Obrero, ambos aficionados al boxeo. «En España hay mucha tensión y salta por cualquier sitio», analiza el experto Antonio Sánchez Pato. «Aumenta el interés en actividades que ayudan a identificarse con algo y el deporte se puede llevar a donde queramos. Basta mirar la Alemania del nacional-socialismo, que usó las Olimpiadas como propaganda. El deporte enseña valores asociados al orden, respeto y camaradería, que no son negativos, pero que se usan para militarizar, y las redes sociales lo amplifican».
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Doménico Chiappe
Los que están en primera línea de los deportes de contacto desechan la idea de que el boxeo o las MMA sirvan como vehículo para crear grupos ultras. «En España, no. Ni PP, ni PSOE, ni Vox, ni Podemos, ninguno está dentro», defiende el promotor Fran Montiel. «Y en las gradas no se escucha lo que sí gritan en las de fútbol».
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