Visitas. Las cuevas de Ortigosa son accesibles y se pueden visitar de forma guiada. Sonia Tercero
Planes en La Rioja

Viaje al centro de la tierra, en Ortigosa

Las cuevas suponen uno de los principales atractivos turísticos del Camero Nuevo gracias a sus visitas guiadas y su fácil recorrido para el público familiar

Diego Marín A.

Logroño

Viernes, 26 de marzo 2021, 08:00

Los Cameros serán uno de los destinos más recurridos por los propios riojanos dentro de La Rioja durante la Semana Santa. Allí encontramos, sobre todo, naturaleza para practicar senderismo, deportes como ciclismo y montañismo, y también patrimonio. En Ortigosa se encuentra uno de los destinos turísticos más singulares de la región y que reabre para visitas guiadas del 1 al 5 de abril.

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Las cuevas de Ortigosa se podrán visitar en diez horarios diarios, iniciando la temporada de 2021. Cerrarán el martes 6 de abril y todos los lunes, salvo excepciones, pero el calendario de apertura se amplía, en condiciones normales, hasta el 1 de noviembre. Para poder visitar las cuevas se aconseja reservar previamente, aunque las entradas se recogerán 15 minutos antes del pase correspondiente. Se recomienda un calzado cómodo y abrigo, ya que la temperatura aproximada en el interior de la tierra es de 14 grados.

  • Días del 1 al 5 de abril de 2021.

  • Horas 11,30, 12.00, 12.30, 13.00, 16.30, 17.00, 17.30, 18.00, 18.30 y 19.00 horas.

  • Precio 5 euros los mayores de 12 años, 4 euros los menores de 12 años y gratis los menores de 4 años.

  • Reservas 662086899.

Como medidas excepcionales por la situación de pandemia es, obviamente, «obligatorio el uso de la mascarilla en todo momento», así como «mantener la distancia social en los espacios». También se tomará la temperatura a todos los visitantes, se habilitarán dispensadores de gel desinfectante en la entrada de cada una de las cuevas y se ruega «no acudir si tiene síntomas compatibles con el COVID-19».

«Las dos cuevas son completamente distintas, una se encuentra en un plano de falla y otra cuenta con una estructura típica»

Aunque el espeleólogo francés Louis Lartet ya visitó las cuevas en 1866, y posteriormente Garín y Modet en 1912, más por interés antropológico que geológico, no fue hasta 1964 cuando se popularizaron gracias a la curiosidad de tres jóvenes del pueblo: Enrique Sáez, Ignacio Martínez y Rafael Fernández.

Para entonces, eso sí, la construcción del embalse González Lacasa (1932-1962) había hecho añicos parte de la cueva de La Viña. Y es que en el monte El Encinedo (1.073 metros), en cuyo seno, por la filtración del agua, se formaron las cavidades, había una cantera de la que, mediante voladuras; se extrajo la piedra para formar el dique y en las explosiones se destruyó parte de la gruta. Realmente existen tres cuevas: La Viña, La Paz y El Tejón, aunque la última no está habilitada para visitas.

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Caprichosas. La erosión del agua ha esculpido formas caprichosas que llaman la atención. Sonia Tercero

La gruta de La Paz es la más larga, con 236 metros y un descenso de apenas 5 metros. La Viña es más corta, con 114 metros. En ambas se pueden observar estalactitas, estalagmitas y formas caprichosas de la piedra erosionada por el agua.

Cuando en 1964 Enrique, Ignacio y Rafael se adentraron en La Paz sin saber lo que era, con unas linternas domésticas, no sabían lo que se iban a encontrar. En sus primeros recorridos, que mantuvieron en secreto, llegaron hasta la raíz de una encina, lo que creyeron el final. Juraron no contárselo a nadie, pero el secreto no duró mucho, si bien es cierto que, en un principio, ni sus padres ni el alcalde ortigosano de la época les creyeron.

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100.000 años

Samuel Noval, geólogo residente en la aldea Peñaloscintos y que ejerce de guía en las visitas, destaca que «las dos cuevas son completamente distintas, una se encuentra en un plano de falla (las estructuras que generan los terremotos, ya inactivos) y otra cuenta con una estructura típica». Tanto en La Paz como en La Viña se encuentran «todos los tipos de espeleotemas y suponen un registro de cómo ha evolucionado la atmósfera en los últimos 100.000 años», explica Samuel Noval, quien señala que lo que más llama la atención de los visitantes es «la altura de la primera, por la grieta vertical y con columnas de hasta 5 metros, así como la pureza de las estalactitas de la segunda».

Visitas.Las cuevas de Ortigosa son accesibles y se pueden visitar de forma guiada. Sonia Tercero

Víctor Martínez, actual teniente de alcalde de Ortigosa, explica que las cuevas suponen «la principal fuente de turismo que tenemos y, a pesar de la pandemia, el año pasado notamos que vino más gente, hasta 11.000 personas, y eso que no se pudieron hacer las habituales visitas escolares». Sobre todo acuden familias, aunque «hay mucha gente que viene por su cuenta, quizá con un grupo de amigos, y luego regresa con su familia».

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«Por la forma casual de cómo se descubrieron sentimos las cuevas como algo muy del pueblo, no solo como un elemento patrimonial», confiesa Víctor. Además, invita a visitar el pueblo, declarado Conjunto Histórico Artístico, y sus célebres puentes: el centenario de hierro que da acceso a las cuevas desde la ermita de Santa Lucía y el viaducto San Martín, envuelto actualmente en una polémica sobre su rehabilitación. Para completar la jornada se puede visitar el Club Náutico El Rasillo y comer allí o en El Casino de Ortigosa, así como en el restaurante Cameros de extraordinarias vistas en El Rasillo, Los Nogales de Villanueva o Los Cucharones de Pradillo, por ejemplo.

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