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Al plicar la teoría de redes al estudio de la vida cotidiana e institucional de Logroño en la primera mitad del siglo XVI, se explica y analiza con mayor precisión cómo eran las relaciones de poder hace 500 años. La eficacia del método constata la influencia de individuos, familias y grupos en la sociedad: clientela, linaje, parentela... que confluyen en historias conectadas en genealogía, en biografía colectiva y, sobre todo, en poder y fortuna.
El libro 'Redes rivales en el Logroño de 1500', que acaba de editar el profesor Javier Pérez Escohotado con el IER, bien recuerda esa saga de grupos nobiliarios que aparece en la afamada serie 'Juego de tronos', enfrentados de manera encarnizada por controlar el poder y el reino. En las 'Redes rivales' riojanas hay mucho de intriga social, enfrentamientos y diferencias de tres clanes antagónicos. Cada uno de ellos tiene su peso social y político en La Rioja, frontera de Castilla, y las relaciones con Navarra, incluidas su integración en 1512 y la ofensiva de Asparrot en 1521, así como con Aragón. Despliega Pérez Escohotado una verídica narración de los hechos. En primer lugar, destaca el linaje institucional de los Cabredo, que tiene en el arcediano Rodrigo de Cabredo a su patrón. Enfrente, los Cazalla, de origen judeoconverso, la red disidente, que ejercen como financieros y no disimulan su inquina con el poder establecido. La tercera red, cómplice de la anterior –si bien siempre juega a dos bandas–, se centra en el bachiller Antonio de Medrano, cura de Navarrete. El padre de Medrano desciende de los influyentes 'Cohenes' judeoconversos, mientras que la madre está emparentada con los Medrano, señores de Fuenmayor y Almarza.
Las redes que la obra de Pérez Escohotado descubre están vinculadas con la nobleza local con la que gobierna el reino; ambas noblezas participan en las guerras sucesorias y en todos los conflictos territoriales y político-económicos de la época. Estas familias optan por un bando u otro en la sucesión de Enrique IV, unos defendiendo a Juana la Beltraneja y otros, a la futura Isabel la Católica. A la muerte de Isabel I, unos clanes se inclinarán por Fernando de Aragón, mientras que otros apostarán por el futuro Carlos I. Cuando el joven Carlos accede al trono, sucederá lo mismo: una red respalda al rey flamenco y otras a la reina Juana I, mal llamada 'la Loca'. A nivel riojano, las facciones se dividen entre los Arellano y los Manrique de Lara, en cuya familia está el poeta Jorge Manrique y el inquisidor Alonso Manrique de Lara.
Cada familia teje sus redes en los concejos locales y en los negocios, donde organizan empresas para comerciar lana, tráfico de tintes, libros prohibidos, compra de viñas y casas, préstamos... Desde su pedestal, entablan sus alianzas porque, en el fondo, coinciden en lo que 'Redes rivales' llama «capital confesional», concepto que se acoge a las teorías del sociólogo Pierre Bourdieu. Y de la misma manera que se enfrentan en las disputas sucesorias o bélicas, también rivalizan en el plano religioso. Los Pacheco acogen a individuos que, de origen judeoconverso, participan en el movimiento de los alumbrados, secta que evolucionará hacia el erasmismo y, más tarde, al luteranismo. Medrano y los Cazalla estarán en este ámbito. Otros controlan la Iglesia, como Rodrigo de Cabredo, al tiempo que los Medrano representan esa red que, convertida a la fuerza al catolicismo, compra carta de hidalguía y emparenta con la baja nobleza local para hacer olvidar su origen semita.
Durante esa primera mitad del XVI, cuenta Logroño con unos 3.000 habitantes y una actividad social organizada en torno a tres iglesias, Palacio, La Redonda, y Santiago, parroquias que se reparten las rentas.
Las familias extienden sus redes entre amistades y parroquias, instalan sus capillas en cada iglesia, apoyan sus actividades o levantan nuevos templos y conventos. Los mercaderes, con frecuencia forasteros judeoconversos, escalan posiciones comprando cargos de regidores en el concejo logroñés, si bien optan por la equidistancia y tratan, además, de unirse a familias de la pequeña nobleza.
La población se dividía en hidalgos, ciudadanos y labradores, que a partir de 1560 se simplificó en hidalgos y labradores cristianos viejos. Los más desfavorecidos fueron jornaleros, pequeños campesinos, viudas y servicio doméstico. Entre los 'estados medios' estaban los campesinos con cierto poder adquisitivo y tierras, y los artesanos. No obstante, son los mercaderes quienes impulsan la sociedad. Estos grupos acuden a ferias de Castilla y negocian en Bilbao, Burdeos o Países Bajos; junto a financieros y letrados, forman las 'élites urbanas'. En el clero, destacan canónigos y otros cargos de cuna adinerada. Y, en la cúspide de la pirámide social, la nobleza.
Antonio de Medrano regresa como cura a Navarrete, tras estudiar en Salamanca, donde descubre el alumbradismo y a Francisca Hernández, beata de gran influencia. Esta mujer tenía el apoyo del contador real Pedro de Cazalla, hermano de Francisco de Cazalla, que gestiona una sucursal comercial en Logroño, en coordinación con sus otros hermanos. La alumbrada no solo atrae a Cazalla y a Medrano, sino también al confesor real fray Francisco Ortiz.
Medrano envía a la beata ciertos presentes por medio de Francisco de Cazalla, de viaje a Valladolid, al tiempo que pide al impresor Miguel de Eguía que le lleve unas cartas. Así, se corre la voz en Logroño de que el cura es un hombre 'santo', que milita entre los alumbrados. La secta, apoyada por el obispo auxiliar de Cis- neros Juan de Cazalla, será perseguida en 1525 por el inquisidor Alonso Manrique de Lara. Estas maniobras avivarán la rivalidad entre Cazallas, Medranos y Manriques de Lara.
La hostilidad entre las familias derivará en juicios civiles e inquisitoriales, como el pleiteado por Bartolomé de Poza, tesorero de la Cruzada, y Francisco de Cazalla, vecinos contiguos en la Rúa Vieja y que comparten un canal de agua. El proceso fue largo, así como los rencores heredados, la envidia y la rivalidad comercial y confesional.
Rodrigo de Cabredo, arcediano logroñés –vicario general que administraba parte de la diócesis–, había servido a tres papas en Roma y ejercido como obispo en nombre de Alonso de Castilla, del que sería nombrado provisor general en 1523. Será quien tome juramento a Carlos I en su primera visita a Logroño (1520) y quien acoja en su palacio al recién nombrado papa Adriano VI, en 1522, de viaje a Roma. Se volcó Cabredo en los negocios más que en la cruz y amasó una enorme fortuna. Poseía una red que cubría todas las capas sociales. Le debían dinero el contador real Juan de Enciso, el tesorero Bartolomé de Poza e incluso el duque de Nájera. Narra Pérez Escohotado con qué artes controló Cabredo su red para que Antonio de Medrano fuera juzgado por el Santo Oficio y condenado a prisión perpetua en un monasterio.
Aunque los Cazalla-Vivero que vivían en Logroño se libraron de la Inquisición, otros hijos del matrimonio entre Pedro de Cazalla, contador real, y Leonor de Vivero acabaron en la hoguera, en Valladolid, en los autos de fe de mayo y octubre de 1559. Fueron cuatro de los vástagos, mientras que otros dos sufrieron cárcel perpetua. En el auto de octubre de 1559 también ardió Carlos de Sesso, muy vinculado a La Rioja.
Así, Logroño se convirtió en síntoma del crecimiento del luteranismo, tan perseguido por Carlos V y Felipe II. Juego de tronos, con hogueras incluidas.
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