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Eran las seis de la tarde de cuando un hombre enfundado en un buzo verde, encapuchado y con paso tranquilo se bajaba de un coche gris para enfilar, parapetado por un celoso personal de seguridad, la puerta del Palacio de los Deportes de Logroño más ... próxima a la circunvalación. Sin girarse, alcanzó la entrada y desapareció sin más, ajeno a los gritos entusiastas que le dedicaba una pandilla de quinceañeros enganchados a las canciones de sus padres. «¡I Love you!,¡I love you»..., repetían una y otra vez mientras mantenían en alto el cartel 'Please sign this for me', aunque sin lograr su objetivo y sin entrada en el bolsilo para poder entrar al recital.
Sin señales de su ídolo. Sólo las escuetas palabras del chófer que lo condujo hasta el pabellón les dio alguna señal del cantante, un atento Dylan que ante el conductor se mostró amable y lejos de la imagen más hermética que está dando desde que inició su gira. «¿Que si ha dormido en el Marqués de Riscal? No lo sé, no puedo hablar, lo único que puedo decir es que conmigo ha sido amable, me ha preguntado cómo me llamo», se sinceraba ante la decena de nostálgicos que tres horas antes del concierto paseaban ya por la zona, a la caza de cualquier anécdota y posibilidad de ver al artista.
A esa hora reinaba la tranquilidad fuera del recinto. En el interior se adivinaba el ir y venir de técnicos, organizadores –uniformados con camiseta negra y cara de no me preguntes que no te voy a contestar–. Por la parte riojana, los promotores del evento se referían también al hermetismo en torno a la actuación y su desarrollo. «Bob Dylan está ahora tocando el piano, ensayando para comenzar..., es lo único que sabemos, nosotros ni lo hemos visto». A falta de dos horas, los acordes del piano debían sonar en algún lado antes de que diese comienzo el concierto, tan esperado como excepcional. Ningún artista de su talla había tocado antes en Logroño. «Yo me pongo de rodillas para escucharle, es historia», comentaba un rendido fan de León. «Para mí es pura inspiración, no dejo de escuchar Huracán, la historia de un boxeador que estuvo 30 años en la cárcel por un delito que no cometió...», son las palabras de otro joven seguidor. El de ayer no fue un concierto de 'carrozas', aunque los hubo -nostálgicos de Cat Stevens y coetáneos-, quienes no habían nacido cuando Dylan ya era leyenda también se acercaron al Palacio de los Deportes.
Las entradas estaban numeradas, así que el ejército de seguidores del cantautor se lo tomaron con calma. Con casi todo vendido (los últimos boletos en taquilla), la mayoría llegó a la hora del concierto, las nueve y media. Los primeros en llegar ha sido una legión de seguidores de Huesca. El domingo fue suspendido el concierto en la plaza de toros por la lluvia y se les ofreció canjear la entrada por la de Logroño. Casi todos estaban encantados de venir a La Rioja, aunque siendo miércoles hubo quien tuvo que negociar un día libre en el trabajo.
El efecto llamada del concierto atrajo, sin embargo, a nostálgicos de los cuatro puntos cardinales. La mexicana, Sara Lucero, prácticamente ha hecho un viaje de ida y vuelta para escuchar al cantautor que le ha cambiado la vida. «Escucharle es un tesoro y la banda es increíble; este tour es algo histórico y no me importa verle las veces que sea», comentaba recién llegada de San Sebastián, donde ha asistido a lo dos conciertos del Kursaal. «Me gusta su manera de observar la realidad, sin tomar partido». Pero si la joven de Tijuana se ha recorrido medio mundo detrás de Dylan, Laurette Maillet, de 72 años, se lo ha recorrido entero. A sus espaldas lleva 500 conciertos o más. Empezó en el 63 con sus padres y hasta ahora. De profesión pintora, su pasión va incluso más allá. Organiza exposiciones con su ídolo inmortalizado. Ambas estaban de acuerdo con la decisión de retirar los móviles para respetar la esencia del concierto. Todos lo espectadores tuvieron que dejar los terminales en una especie de bolsa de tela cerrada con un sistema similar a los imanes de las tiendas de ropa. «Ya lo sabíamos, por nosotros genial, el recital ganará en intimidad, a la altura de Dylan», señalaban Alejandro y David, de Huesca, encantados de pagar 200 euros por las entradas. «La mejor inversión».
El concierto de Logroño de Bob Dylan pertenece a la gira 'Rough and rowdy ways', correspondiente a su último disco (2020), que incluye doce conciertos en España y finaliza el sábado en Barcelona.
A sus 82 años, Robert Allen Zimmerman (Duluth, Minesota, 1941) lleva más de carrera musical, una de las más influyentes de la música internacional. Sus canciones de folk, blues eléctrico y rock han sido himnos generacionales. 'Like a rolling stone' es quizás su tema más conocido.
Lo que ha llamado la atención es el veto a los móviles con un sistema que los embolsa y los inutiliza durante el concierto y con la amenaza de expulsión en caso de incumplimiento.
Son muchos los que están comprando las entradas en taquilla, por lo que la organización prevé lleno total en el Palacio.
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