FERNANDO BÓBEDA
Arturo de Miguel | Artuke Bodegas y Viñedos

«Sé lo duro que es repartir con la furgoneta cajas de vino por bares de Bilbao o Vitoria»

El viticultor de Baños de Ebro, que acaba de recibir 100 puntos Atkin por su vino La Condenada, anima a más cosecheros a dar el paso y se acuerda de sus padres: «Ellos sí fueron valientes».

Alberto Gil

Logroño

Jueves, 9 de febrero 2023

Los cien puntos que el prescriptor británico Tim Atkin acaba de conceder al vino La Condenada 2020, es un premio, por supuesto a bodegas Artuke, pero también a un modelo de pequeños viticultores, que han comenzado a embotellar y a etiquetar pequeños y maravillosos ... viñedos que, durante décadas, se vinificaban en grandes tolvas o incluso ni se vendimiaban, pero que hoy son la punta de lanza de esta otra Rioja que pone nombre y apellidos a las comarcas, a los pueblos, a los parajes y a las viñas. Arturo de Miguel, al frente de la bodega familiar de Baños de Ebro (Rioja Alavesa), se acuerda de sus padres porque «fueron ellos los que nos han dado la oportunidad de tener viñedos, los que pagaron mis estudios..., son ellos los que empezaron el negocio y lo único que yo he hecho es pisar el acelerador, echar más carbón a la caldera. Esta es la gran revolución, que ya ha comenzado, pero que aún tiene que explotar en Rioja».

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-Cien puntos no se consiguen todos los días...

- Ni mucho menos... La verdad es que me ha pillado de sorpresa. Estábamos contentos con la añada y sabíamos que el vino iba a ser bien valorado, pero lo de los cien puntos es otra cosa.

- Hablamos de la cosecha 2020, la del feroz mildiu en Rioja y la de la pandemia...

- Así es. Casi que lo de la pandemia mejor lo olvidamos (risas), pero efectivamente fue una añada complicada con mucha lluvia durante mayo y junio. Perdimos parte de la producción por el mildiu, no sólo de La Condenada sino de todos los viñedos, y luchamos lo indecible porque todo venía torcido. Al final, la enfermedad se paró cuando llegó por fin el sol.

- Y mucha incertidumbre porque además ustedes trabajan en ecológico.

- Sí. Lo hacemos desde el 2008 y las armas contra estos ataques tan intensos son más limitadas. Al final se controló la enfermedad cuando quiso la naturaleza y perdimos bastante uva, pero este negocio es así.

- Hábleme de La Condenada. ¿Bautizó así el vino porque era una viña condenada al arranque o al abandono?

- Así es. La viña, algo menos de una hectárea, se plantó en 1920 pero estaba abandonada desde el 2008. En el 2012 la recuperamos y la volvimos a podar y a trabajarla. Es un ejemplo muy claro de lo que ha pasado, y pasa, no solo en Baños de Ebro, sino en muchos pueblos de Rioja. Mucha gente de la quinta de mi padre se formaron, estudiaron y no volvieron al pueblo. La viña quedó ahí, abandonada y la recuperamos porque sabíamos que podía dar un gran vino, como muchísimas otras que están por ahí.

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- Y el vino, la añada 2020, agotada...

- Sí (risas). Casi que mejor así porque ahora te viene la gente y te dice que no seas tonto y que subas los precios y esas cosas, pero no puedo hacerlo porque el vino ya estaba vendido, así que quien tenga una botella que la disfrute.

«Casi mejor que esté agotada la añada..., y el que tenga una botella que la disfrute»

- Le insisto en los cien puntos. ¿Son para Artuke o para todo un modelo de cosecheros en el siglo XXI?

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- En primer lugar, me he alegrado mucho por mis padres. Artuke es un proyecto que ellos comienzan, precisamente además por una crisis en la venta de vino a granel, que es lo que hacían, y por una necesidad imperiosa de dar más rentabilidad a sus viñedos. Yo me encontré con un negocio que había arrancado y era cuestión de pisar el acelerador, de echar más carbón a la caldera para que la locomotora fuera más rápido. Los valientes fueron mis padres. Ellos empezaron a vender vino de cosechero en los bares de Bibao o de Vitoria y sé lo duro que es eso porque he ido con la furgoneta a repartir. Esa valentía, ese paso que dieron nos ha dado la oportunidad de tener viñedo y de formarme en la universidad. Cuando terminé la carrera, discutía mucho con mi padre porque pensaba que lo sabía todo y él hacía las cosas de otra manera. La verdad es que acabé aprendiendo más de él que de nadie. Y, como decías, me alegro mucho también por este modelo de negocio, que es el que necesitamos en Rioja. Hay un montón de pequeños viticultores que venden la uva a una cooperativa o una gran bodega y su gran viñedo se diluye en un depósito de un millón de kilos o incluso se queda sin vendimiar porque ya han cubierto la cartilla. De las crisis tenemos que aprender. Rioja no vive ahora el mejor momento y, por desgracia, los viticultores no cobran bien por sus uvas, así que es una oportunidad para que la gente joven intente hacer algo. Se puede vivir de tus viñedos y hay que arriesgarse. Si esto sirve para que alguien dé el paso, me alegro muchísimo.

«La Condenada era una vieja viña abandonada, que compramos y recuperamos en el 2012»

- Dijo Tim Atkin en la presentación de su informe que Rioja está haciendo los mejores tintos y los mejores blancos de su historia, pero no vendemos lo que producimos. ¿Qué está pasando?

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- Es la triste realidad. Los pequeños proyectos sufrimos mucho en la pandemia porque no vendemos en la alimentación a precio, pero ahora nos va mejor. Rioja tiene un problema gordo con esos grandes volúmenes, pero la uva, el gran potencial, está todavía en gran parte en manos de los viticultores. Es el momento de arrancar. Es mejor arriesgarte a equivocarte que quedarte quieto. Atkin también dijo que Rioja es un león dormido y hay que despertarlo porque sigue habiendo viñedos increíbles. Hay que poner en valor los lugares, los pueblos, porque siempre van a estar ahí, mientras que las marcas, por mucho que duren, son finitas. Para la gente que vivimos en los pueblos identificarlos y hacer los mejores vinos posibles es fundamental. Eso es desarrollo rural. Yo estoy a gusto con todo el mundo, pero poder estar en una cata de grandes vinos de Rioja, como el miércoles en Barcelona en la presentación que ha hecho Atkin, con productores como José Gil o Miguel Merino, que forman parte de esa nueva generación, me hace mucha ilusión.

- ¿Es el futuro de Rioja?

- Más que el futuro es el presente. Hay talento y estamos obligados a ayudar a todos estos viticultores que quieren poner en valor los grandes lugares y viñedos de Rioja.

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