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Fermín Apezteguia
Sábado, 29 de enero 2022
Esperanza contenida. Son las dos palabras que mejor resumen las muchas expectativas abiertas ante la primera vacuna preventiva del sida de ARN mensajero que se prueba en humanos. Esperanza porque los ensayos realizados hasta la fecha, con sólo 28 personas, han permitido comprobar que el ... preparado que va a ensayarse logra una respuesta inmunitaria del 97%. Aunque sea con un grupo mínimo de voluntarios, supone uno de los mejores resultados logrados nunca por una vacuna.
Esperanza también porque el prototipo –que se probará en cuatro centros de Estados Unidos– llega amparado por uno de laboratorio ahora más de referencia que nunca: Moderna, el responsable de una de las dos vacunas contra el coronavirus que más se está pinchando en el mundo. La firma camina de la mano de la más prestigiosa organización científica sin ánimo de lucro en el ámbito de la lucha contra la infección, el IAVI, que son las siglas en inglés de Iniciativa Internacional por la Vacuna del Sida. Pero toda ilusión, por grande que sea, ha de ser contenida cuando se trata del virus de inmunodeficiencia humana. Sus 40 años de historia son también 40 años de fracasos en el ámbito de la inmunización.
«Estamos ya ante la tercera generación de vacunas contra el sida. Las primeras que se intentaron seguían modelos clásicos que no funcionaron», relata el investigador José Alcamí, director de la Unidad de Inmunopatología del sida en el Centro Nacional de Microbiología, del Instituto de Salud Carlos III. «Después se intentó con modelos más avanzados, que tampoco han dado los resultados que se esperaban», añade el experto, referencia internacional en el ámbito de la inmunología del VIH. ¿Y ahora, qué?
«Ahora –concluye– llega un nuevo concepto, que aunque se estaba ensayando nunca hasta la irrupción de la pandemia de coronavirus se había utilizado en medicina. Es algo completamente nuevo y llega precedido de unos buenos resultados previos», afirma e insiste en el que considera el dato definitivo: «Es la primera vez que un prototipo contra el VIH logra un resultado del 97%».
josé alcamí
Jefe de Laboratorio del Sida Instituto de Salud Carlos III
¿Cambiará esta nueva vacuna la historia del sida como parece haber cambiado la de la pandemia de coronavirus? Está por verse. Se trata de dos vacunas que comparten tecnología para hacer frente a dos virus, que en realidad tienen muy poco que ver uno con el otro. Fundamentalmente porque el organismo tiene recursos para vencer por sí sólo al ataque del SARS-Cov-2. El del sida, en cambio, es un virus endiablado, capaz de integrarse en el genoma del hospedador. Nada que ver.
El discurso de Alcamí destila, por ello, esperanza y cautela a partes iguales. «Que sea de ARN mensajero no es lo importante frente al VIH. Lo complejo –determina– es dar con un diseño que permita conseguir una buena inmunidad frente a la infección».
Sí hay algo, sin embargo, en el ARN mensajero que puede ser muy útil para combatir al virus del sida. El prototipo de Moderna y el IAVI, que cuenta también con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates, busca estimular la producción de unos anticuerpos muy escasos en el cuerpo, producidos por los leucocitos B, que son muy minoritarios. De cada 100.000 glóbulos blancos solo uno es de este tipo.
La ciencia ha descubierto que las personas con mejor y más fuerte inmunidad frente a la infección por VIH son justo aquellas que cuentan con más defensas de este tipo, llamadas anticuerpos neutralizantes de amplio espectro. Se conocen así por su capacidad para hacer frente a muchas y diferentes variantes del virus.
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El problema que plantean es que cuando se estimulan en una persona no infectada (y la que se quiere probar es una vacuna preventiva, no terapéutica), los anticuerpos que se generan no son tan potentes como los que produce el cuerpo de un paciente de largo recorrido. Esa primera versión de anticuerpos neutralizantes que provoca el preparado no es, por tanto, lo suficientemente robusta como para enfrentarse al virus del sida. Los voluntarios tendrán que pincharse por ello, hasta seis dosis para lograr la respuesta inmunitaria que se busca.
Esa respuesta diferente, y cada vez más potente, sería muy difícil y complicado de conseguir si para despertar la inmunidad se utilizaran proteínas, que deberían ser diferentes en cada revacunación. La tecnología del ARN mensajero lo pone más fácil, pero dilatará la obtención de resultados. Quizás no se conozcan hasta dentro de 18 meses o tal vez dos años.
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