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Los padres de las vacunas: «El ARNm tiene potencial para curar otras enfermedades»
Ciencia | Investigación

Los padres de las vacunas: «El ARNm tiene potencial para curar otras enfermedades»

«Durante 40 años no es que no recibiéramos premios, es que ni siquiera encontrábamos financiación para investigar», dicen los descubridores de la tecnología que ha hecho posible la vacuna del coronavirus

Luis Alfonso Gámez

Jueves, 27 de enero 2022

Katalin Karikó, Robert Langer y Drew Weissman, los padres de la tecnología en la que se basan las vacunas con las que estamos haciendo frente a la pandemia del Covid-19, obtuvieron ayer el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en la categoría de Biología y Biomedicina «por sus contribuciones a las terapias de ARN mensajero (ARNm) y a la tecnología de transferencia que permite a nuestras propias células producir proteínas para la prevención y el tratamiento de enfermedades», según el acta del jurado. La primera aplicación clínica de los avances desarrollados por los tres científicos, que se repartirán el premio de 400.000 euros, han sido las vacunas contra el coronavirus.

Katalin Karikó (Szeged, Hungría, 1955) y Drew Weissman (Lexington, Estados Unidos, 1959) descubrieron cómo modificar las moléculas de ARNm para que pudieran ser utilizadas como agentes terapéuticos, y Robert Langer (Albany, Estados Unidos, 1948) inventó la tecnología para introducir el ARNm en el cuerpo. Catedrático del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Langer demostró en los años 70 que era posible encapsular en nanopartículas moléculas de ácidos nucleicos, como el ARN, e insertarlas en el organismo. Karikó y Weissman, catedráticos de la Universidad de Pensilvania, desarrollaron ya en este siglo «métodos de modificación del ARNm para evitar su destrucción por parte del sistema inmunitario humano».

  1. Robert Langer, profesor del MIT y cofundador de Moderna

    «Rechazaron mis primeros nueve proyectos»

El ingeniero químico Robert Langer, en su laboratorio. MIT

«Si el ARN se inyectara directamente, simplemente se destruiría», explica Robert Langer, ingeniero químico y profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). En 1974, publicó en la revista 'Nature' un trabajo que demostraba que era posible encapsular grandes moléculas en nanopartículas. «Antes de eso, la gente no creía que fuera posible y, después de publicarlo y de que yo lo presentara, mucha gente me dijo que estaba equivocado y no se lo creía. De hecho, las primeras nueve ayudas que solicité para financiar mi investigación fueron rechazadas y no pude conseguir un trabajo en un departamento de ingeniería química, que es mi disciplina», recuerda. Cuando obtuvo un empleo, en un departamento de nutrición, «muchos de los profesores» le animaron a marcharse

Casi cinco décadas después, Langer es uno de los científicos más citados. Las nanopartículas protegen el ARNm y «le permiten sobrevivir para actuar en el cuerpo». Y no solo eso. «Si se cuenta con los principios de diseño correctos, se puede suministrar a la velocidad adecuada y, en algunos casos, incluso en el lugar correcto del cuerpo, por lo que permite un suministro de fármacos muy preciso, ya sea el ARNm o muchas otras macromoléculas y muchos otros fármacos.

Su hallazgo ha abierto un amplio campo de investigación en el que trabajan numerosos grupos de investigadores. «Hoy en día, las partículas se utilizan para tratar algunos tipos de cáncer, enfermedades mentales como la esquizofrenia y la adicción a los opiáceos. También en el tratamiento de la diabetes de tipo 2, en la prevención de hemorragias y diferentes enfermedades oculares, para aliviar el dolor y enfermedades cardiovasculares», declara el científico, autor de más de un millar de patentes y confundador de la farmacéutica Moderna.

  1. Katalin Karikó, Universidad de Pensilvania y vicepresidenta de BioNTech

    «El ARNm se puede usar para muchos medicamentos»

Katalin Karikó. FUNDACION BBVA

Katalin Karikó no buscaba desarrollar vacunas cuando empezó a trabajar con el ARNm. «Mi objetivo era utilizar el ARNm para codificar una proteína terapéutica que se pudiera administrar a un paciente con un ictus o un infarto de miocardio, porque yo trabajaba en el campo de la cardiología y la neurocirugía, y quería evitar que se produjera una inflamación que pudiera empeorar la situación del enfermo», recuerda la bioquímica húngara, premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2021 junto con Drew Weissman y otros cuatro investigadores por sus contribuciones para frenar la pandemia.

Ella y Weissman se encontraron con que el ARNm era muy inflamatorio, pero con el tiempo dieron con la solución al problema. Estaban ya en una fase avanzada de ensayos clínicos para usar esta técnica en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, «introduciendo el ARNm en el corazón durante una cirugía 'by-pass', para mejorar la capacidad cardiaca», cuando el coronavirus paró el mundo. «Pensábamos que esta sería la primera aplicación autorizada, pero la pandemia aceleró el desarrollo de las vacunas».

«Algunas personas rechazan la vacuna porque asumen que la de ARNm se desarrolló demasiado rápido y por eso probablemente no sea fiable. Yo les diría que la terapia de ARN se ha desarrollado durante décadas y solo la última fase ha sido muy rápida, pero todos los componentes estaban listos para ser aplicados», indica la profesora de la Universidad de Pensilvania y vicepresidenta de BioNTech.

«Durante 40 años no solo no recibí ningún premio, sino que no recibí ningún apoyo económico para mi investigación, así que este reconocimiento es un gran honor», dice respecto al premio de la Fundación BBVA. Y destaca el potencial de la técnica que ha ayudado a desarrollar: «El ARNm es una plataforma. Se puede utilizar para desarrollar muchos tipos de medicamentos, no solo vacunas».

  1. Drew Weissman, Catedrático de la Universidad de Pensilvania

    «Esta tecnología tiene un potencial increíble»

Drew Weissman. FUNDACION BBVA

«Las ideas que se nos ocurrieron a Katy (Katalin Karikó) y a mí simplemente se han construido sobre la base de las ideas previas de muchos otros investigadores a lo largo de los años, y necesitamos que los jóvenes tomen el relevo por nosotros y que amplíen esas ideas y las prueben, y desarrollen la siguiente generación de terapias», dice el inmunólogo Drew Weissman. Para este catedrático de la Universidad de Pensilvania, «una de las cosas más importantes» en las que está trabajando es «la formación de la próxima generación de investigadores. Formar a los jóvenes para que se conviertan en investigadores principales que dirijan su propio laboratorio y desarrollen sus propias terapias. Para que la investigación terapéutica continúe para siempre».

Weissman se incorporó a la Universidad de Pensilvania en 1997, después de haber trabajado cuatro años conAnthony Fauci en el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos.Su colaboración conKarikó se plasmó en 2005 en un primer gran avance: descubrieron cómo modificar el ARN para que el sistema inmutario no lo detecte. Después de «muchos años», dieron con una solución que, recuerda, «además tuvo el efecto de incrementar la cantidad de proteína que se producía, lo cual fue una ventaja adicional».

«Las vacunas son increíblemente importantes, especialmente esta (se refiere a la de ARNm) que se ha administrado a más de mil millones de personas y que se espera que acabará con la pandemia. Pero el ARN tiene un potencial increíble para muchas otras enfermedades», asegura el científico estadounidense. Él trabaja actualmente en ensayos en animales de laboratorio contra el cáncer y en el desarrollo de una terapia contra la anemia falciforma, una enfermedad con la que nacen cada año 200.000 personas a las que espera que se pueda curar con una inyección de ARN.

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