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Katalin Karikó, Robert Langer y Drew Weissman acaban de ser galardonados con el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en la categoría de Biología y Biomedicina «por sus contribuciones a las terapias de ARN mensajero (ARNm) y a la tecnología de transferencia que ... permite a nuestras propias células producir proteínas para la prevención y el tratamiento de enfermedades», según el acta del jurado. La primera aplicación clínica de los avances desarrollados por los tres científicos, que se repartirán el premio de 400.000 euros, han sido las vacunas contra el coronavirus.
Katalin Karikó (Szeged, Hungría, 1955) y Drew Weissman (Lexington, Estados Unidos, 1959) descubrieron cómo modificar las moléculas de ARNm para que pudieran ser utilizadas como agentes terapéuticos, y Robert Langer (Albany, Estados Unidos, 1948) inventó la tecnología para introducir el ARNm en el cuerpo. Catedrático del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Langer demostró en los años 70 que era posible encapsular en nanopartículas moléculas de ácidos nucleicos, como el ARN, e insertarlas en el organismo. Karikó y Weissman, catedráticos de la Universidad de Pensilvania, desarrollaron ya en este siglo «métodos de modificación del ARNm para evitar su destrucción por parte del sistema inmunitario humano».
El ADN y el ARN –ácido desoxirribonucleico y ribonucleico, respectivamente– contienen la información para que un organismo fabrique las proteínas que necesita para vivir. El ADN de cada uno de nosotros es único, una combinación de los de nuestro padre y madre biológicos. El ARN copia la información del ADN y la transporta hasta la maquinaria celular que fabrica las proteínas. «Nuestra hipótesis central cuando empezamos este trabajo era que el ARN sería un sistema mejor para transferir proteínas al organismo, porque convertiría al propio cuerpo receptor en la fábrica que produce la terapia», ha explicado Weissman.
Las vacunas de ARNm contra la Covid-19 –como las de Pfizer-BioNTech y Moderna– contienen ARN con instrucciones para fabricar la proteína S del SARS-COV-2, la que utiliza el coronavirus como una llave para entrar en nuestras células. Cuando se inyectan, células del sistema inmune próximas al lugar del pinchazo ingieren ese ARN, empiezan a producir la proteína S del coronavirus y el sistema inmune se activa como si hubiéramos sido infectados, pero sin el riesgo de que desarrollemos la enfermedad. Las vacunas de ARNm no solo se producen más rápido y son más adaptables a mutaciones del virus que las tradicionales, sino que además son más seguras, puesto que en el proceso no interviene ningún virus.
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Para Karikó, las vacunas contra la Covid-19 son solo el principio de una revolución biomédica en ciernes. «Ahora que ya se ha demostrado la utilidad de esta técnica para desarrollar vacunas, estoy convencida de que pronto tendremos más para otras enfermedades. Además es una terapia especialmente barata porque la medicina se produce en tu propio cuerpo, tú mismo te conviertes en la fábrica de medicamentos. Las aplicaciones son infinitas». Se está trabajando ya en vacunas de ARNm contra el VIH, la malaria y el cáncer, y en tratamientos contra la esclerosis múltiple y la anemia falciforme.
«Este premio reconoce a los creadores de las dos tecnologías que, unidas, no solo han hecho posible las vacunas contra la Covid-19, sino que abren todo un abanico de posibilidades terapéuticas en áreas muy diversas para el futuro», ha dicho Óscar Marín, director del Centro de Trastornos del Neurodesarrollo en el King's College London (Reino Unido) y secretario del jurado, quien ha destacado que «tanto Langer como Karikó y Weissman son un ejemplo de perseverancia». «Sufrieron múltiples rechazos por lo arriesgado de su investigación y la tendencia al cortoplacismo de la política científica; su triunfo nos hace pensar en lo difícil que es vaticinar qué va a funcionar en biología, y cuántos avances han podido quedar en el camino por no asumir riesgos».
Los galardonados el año pasado con el Fronteras de Biología y Biomedicina fueron David Julius y Ardem Patapoutian, por identificar los sensores que nos permiten sentir el dolor, la temperatura y la presión. En noviembre, mes y medio después de recibir en Bilbao el premio de la Fundación BBVA, ganaron por esos mismos descubrimientos el Nobel de Fisiología o Medicina.
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