Borrar
Cuidar el coral para cuidar los océanos
Ciencia | Oceanografía

Cuidar el coral para cuidar los océanos

Los arrecifes coralinos son obras de diminutos animales y la mayoría de ellos tienen de 5.000 a 10.000 años

MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ

Sábado, 28 de mayo 2022, 00:37

Probablemente usted nunca ha visto un coral. Aunque le guste el buceo, pase horas contemplando la complejidad de un arrecife como variado ecosistema o aprecie con asombro sus colores, que van del púrpura al azul al verde, amarillo, rojo y el más abundante, el rosa. Lo único que ha visto es el esqueleto externo del coral, no a los diminutos animales que lo elaboran.

Los arrecifes coralinos son obra de diminutos animales de literalmente miles de especies pertenecientes al subfilo de los Anthozoa, del filo Cnidaria. Aunque estas clasificaciones en latín puedan decirnos poco, en el filo Cnidaria tenemos también a las medusas y en el subfilo Anthozoa a las venenosas anémonas entre cuyos pólipos vive, por supuesto, el pez payaso Nemo.

El pólipo es el coral viviente, precisamente, un animal en forma cilíndrica en uno de cuyos extremos está una boca central. Los pólipos se alimentan de dos formas. Algunos capturan directamente los pequeños animales que forman el zooplancton, utilizando los tentáculos que rodean a su boca y que aturden a sus presas con pequeñas células productoras de veneno, los nematocistos. Otros han establecido una simbiosis con algas llamadas zooxantelas que les suministran alimento producido mediante la fotosíntesis y que a cambio obtienen el entorno protegido del exoesqueleto y el dióxido de carbono necesario para dicha fotosíntesis.

Los pólipos coralinos duros se agrupan en colonias donde cada uno crea su pequeño exoesqueleto de carbonato de calcio (la misma sustancia que forma las conchas de los moluscos y la cáscara de los huevos de las aves) del que saca parte de su cuerpo de noche para alimentarse, pero que no abandona jamás. Unidos, los exoesqueletos forman las aglomeraciones que solemos llamar, precisamente, coral.

Las colonias de pólipos coralinos crecen a medida que sus integrantes prosperan y van ocupando los exoesqueletos de sus ancestros y creando nuevos. Así, con la modestia de un pequeño ser que mide uno, dos o como mucho tres milímetros, han surgido estructuras enormes que tienen una influencia decisiva en la vida de los océanos. La mayor de ellas es, sin duda, la gran barrera de Australia, formada por casi 3.000 arrecifes que se extienden a lo largo de 2.300 kilómetros cubriendo un área de unos 344.400 kilómetros cuadrados, apenas algo menos que la extensión de Alemania.

Submarinistas exploran los arrecifes de coral en el Santuario Marino de Cayo Largo. STEPHEN FRINK / AP

La gran barrera es como otros arrecifes de barrera: son paralelos a las costas de continentes e islas, y se llaman así porque al crecer pueden llegar a la superficie del agua, formando una barrera para la navegación. Hay también arrecifes costeros, los más comunes, separados de la costa por apenas lagunas estrechas. Otro tipo de arrecife es el atolón, un anillo de coral que crea lagunas, que se forman en el mar cuando las islas a las que rodearon en el pasado se han hundido. Un tipo final de arrecife es el de parche, es el más pequeño y suele formarse entre los costeros y los de barrera, como si no pudiera decidirse a cuál pertenecer y prefiriera declarar su independencia. Todos se encuentran en aguas poco profundas ya que necesitan la luz del sol para la fotosíntesis.

Cada arrecife está formado por muchas especies de pólipos coralinos, cuyos exoesqueletos adoptan distintas formas, sean como cerebros enormes o bien hojas de una alcachofa de fantasía, un encaje delicado, plataformas que recuerdan mesas, árboles sin hojas en un invierno cálido o enormes setas. Y aunque cubren una pequeña extensión total, los arrecifes están entre los ecosistemas más productivos y diversos del planeta. Una de cada cuatro especies marinas tiene una relación estrecha, permanente o temporal, con los arrecifes, donde se alimenta, se reproduce o se refugia. La biodiversidad que albergan es gigantesca, como hábitat principal de incalculables números de otras especies de plantas y animales, entre ellas unas 4.000 de peces.

Sin contar con que además son clave para más de 500 millones de personas que dependen de ellos para su alimentación, su forma de vida y su herencia cultural.

Y un arrecife es una obra a largo plazo. Según los oceanógrafos, la mayoría de los arrecifes de coral de gran tamaño que existen hoy en los océanos tienen entre 5.000 y 10.000 años de antigüedad. Es decir, si les ocurre algo, su reemplazo es asunto a muy largo plazo.

Esto hace más urgente atender los peligros a los que se enfrentan. El cambio climático, al elevar la temperatura de los océanos, provoca que los corales pierdan las zooxantelas que los alimentan, lo que puede llevar a su muerte por falta de alimentos o por volverse vulnerables a infecciones, dejando atrás solo el exoesqueleto. El aumento en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, además, aumenta en las aguas marinas produciendo ácido carbónico, que hace crecer la acidez del océano. Esta acidez se ha multiplicado en un 30% desde el inicio de la revolución industrial, y al reducir las sales e iones que el coral usa para formar el carbonato de calcio, el crecimiento y renovación de los arrecifes se ven afectados, entre otros problemas.

Añádase a esto la contaminación de los océanos, con materiales que pueden ser directamente dañinos o resultar perjudiciales indirectamente, como los fertilizantes nitrogenados y desechos animales y humanos que pueden favorecer el crecimiento explosivo de algas que bloquean la luz del sol y de organismos dañinos como bacterias y hongos.

Los arrecifes están además expuestos a amenazas físicas, como las prácticas de pesca destructivas con explosivos o arrastre en el fondo marino, que acaban directamente con los arrecifes. Lo mismo hacen los turistas irresponsables y quienes trabajan en la minería de coral, pues el carbonato de calcio se utiliza igual para hacer ladrillos o relleno de caminos que en joyería o como mero recuerdo de viaje.

Las previsiones de expertos en los océanos indican el peligro de que los sistemas de arrecifes se vean degradados de manera grave en los próximos 30 años si no se cumplen las metas del Acuerdo de París. Para abordar el problema, hay iniciativas como la de '50 arrecifes' que propone una serie de acciones para proteger los arrecifes directa o indirectamente.

Los colores del coral

Los diversos y atractivos colores del coral, que incluso puede ser fluorescente, se deben a las concentraciones de las algas zooxantela en su interior, que pueden ser de varios millones por centímetro cuadrado. Problemas como el aumento de la temperatura marina hacen que estas algas abandonen el coral, que asume entonces su color blanco natural, que puede ser el anuncio de su agonía.

En un planeta de agua llamado Tierra, cuidar estos espacios singulares, hermosos y llenos de vida es otra forma más de proteger una existencia satisfactoria para todos a largo plazo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja Cuidar el coral para cuidar los océanos