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De repente, el mundo se convirtió en un infierno. Incendios, terremotos, tsunamis, polvo, lluvia ácida... Sucedió hace 66 millones de años, a finales del Cretácico, tras la caída de un asteroide de 12 kilómetros de diámetro en la actual península de Yucatán (México). Abrió un ... cráter de 180 kilómetros, lanzó a la atmósfera millones de toneladas polvo y rocas –que al caer formaron una capa en toda la Tierra que contiene iridio, por encima de la cual no hay restos de dinosurios– y en lo que hoy es Dakota del Norte (Estados Unidos) murieron en minutos miles y miles de peces. Ahora, un equipo de investigadores europeos ha determinado, gracias al análisis de huesos de esos peces, que el impacto que acabó con el reinado de los dinosaurios ocurrió durante la primavera del hemisferio norte.
La gran extinción de hace 66 millones de años intriga todavía a los científicos. «Se calcula que desaparecieron el 76% de las especies, mientras que en la del Pérmico, hace 250 millones de años, lo hizo el 90%. La del Cretácico es una de las crisis biológicas más estudiadas y se sabe que fue muy selectiva», indica el paleontólogo Xabier Pereda Suberbiola, de la Universidad del País Vasco y que no ha participado en el estudio que publica la revista 'Nature'. Aunque se extinguieron los dinosaurios, los pterosaurios, los amonites y muchos reptiles, sobrevivieron las aves, los mamíferos, los cocodrilos y las tortugas.
En Dakota del Norte, el yacimiento de Tanis contiene gran cantidad de animales y plantas muertas en los minutos posteriores a la catástrofe debido a movimientos masivos de tierra y agua que los enterraron vivos. «Se les cayó el mundo encima», resume el paleontólogo bilbaíno. Los fósiles de esturiones y peces espátula de Tanis tienen esférulas –perlitas de vidrio– producidas por el impacto en las agallas, pero no más abajo en el aparato digestivo, lo que apunta a una muerte casi instantánea.
Los huesos de esos peces no muestran alteración geoquímica alguna, y los autores del estudio los sometieron a análisis en el Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF). Allí, obtuvieron tomografías de rayos X de alta resolución de un espécimen y de secciones de huesos. «Gracias al ESRF, descubrimos que los huesos de los peces registraban un crecimiento estacional muy parecido al de los anillos de los árboles, creciendo una nueva capa en el exterior del hueso cada año», explica Sophie Sánchez, investigadora de la Universidad de Upsala y del ESRF.
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Luis Alfonso Gámez
En general, en la naturaleza se da un patrón generalizado de máximo crecimiento en primavera-verano. «En todos los peces estudiados, la densidad y los volúmenes de las células óseas pueden rastrearse a lo largo de varios años e indican si era primavera, verano, otoño o invierno. Vimos que durante el año de la muerte tanto la densidad como los volúmenes de células iban en aumento, pero no habían alcanzado el máximo, lo que implica que el crecimiento se detuvo bruscamente en primavera», dice Dennis Voeten, investigador de la Universidad de Upsala. Es decir, que el impacto del Cretácico ocurrió en la primavera boreal. Eso, apuntan los autores, pudo influir en la extinción de especies en el hemisferio norte, donde se vivió la catástrofe en la época del año de la reproducción y el desarrollo de las crías.
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