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Los glaciares de los Alpes, como los del resto del planeta, están en grave riesgo. En el mejor de los casos, incluso aunque el calentamiento global se detuviera bruscamente, las masas de hielo alpinas retrocederían un mínimo de un tercio (34%) en 2050. Si se mantuviera el aumento de las temperaturas de las dos últimas décadas, la pérdida alcanzaría el 50%. Y en el caso de tener en cuenta las cifras del último decenio, se dispararía a los dos tercios (64%). Así lo asegura un nuevo modelo matemático con inteligencia artificial desarrollado por científicos de la Facultad de Geociencias y Medio Ambiente de la Universidad de Lausana (UNIL), en colaboración con la Universidad de Grenoble, ETHZ y la Universidad de Zurich. «Los datos utilizados para construir los escenarios se detienen en 2022, año al que siguió un verano excepcionalmente caluroso. Por lo tanto, es probable que la situación sea incluso peor que la que presentamos», asegura uno de los autores del estudio, publicado en la revista 'Geophysical Research Letters'.
Los glaciares más afectados serían los más pequeños y situados a altitudes más bajas. «Hacia mediados de siglo, solo los más grandes y situados a mayor altitud retendrán volúmenes sustanciales de hielo», destacan. Pero incluso estos se verían gravemente mermados. El más extenso de todos, el Grosser Aletschgletscher, en el macizo del Jungfrau, en Suiza, cedería tres kilómetros, como el Mer de Glace (Mar de Hielo), en las laderas norte del macizo del Mont Blanc. Pero suerte correría el Hinterreisferner, en Austria, que perdería la mitad de su volumen.
A diferencia de los modelos tradicionales, que hacen previsiones hacia finales de siglo, esta investigación permite proyecciones a más corto plazo gracias al empleo de algoritmos de inteligencia artificial. Los científicos utilizaron métodos de aprendizaje profundo para entrenar su modelo para que comprendiera conceptos físicos y lo alimentaron con datos climáticos y glaciológicos reales. «El aprendizaje automático está revolucionando la integración de datos complejos en nuestros modelos. Este paso esencial, antes notoriamente complicado y costoso desde el punto de vista computacional, ahora se está volviendo más preciso y eficiente», explican.
La situación de los glaciares pirenáicos es todavía más alarmante. Los últimos estudios publicados aseguran que el más grande de todos ellos, el del Aneto, podría 'morir' en la próxima década. «Como le ocurrió hace unos años al de Monte Perdido, se fragmentará y quizás resista como un helero -masa de hielo inmóvil- el situado debajo del Pico Maldito», advirtió el pasado mes de septiembre a este periódico Eñaut Izagirre, colaborador externo del grupo de investigación CryoPyr del IPE-CSI. Con una superficie de 34,5 hectáreas, ha disminuido un 64,7% en cuatro décadas, entre 1981 y 2022, pasando de 1,36 kilómetros cuadrados a solo 0,48.
Igual de preocupante es la situación del mencionado de Monte Perdido. En noviembre se confirmó que se había dividido de forma definitiva tras un verano en el que había perdido una media de 3,8 metros de grosor con máximos de hasta ocho metros. «A este ritmo, en unos diez años, apenas quedará nada», alertaba el experto vasco. Otro de los más destacados, el de Ossoue, situado a la espalda del Vignemale, adelgazó el último verano una media de 4,5 metros con máximos de hasta nueve.
En el conjunto de la cordillera solo quedan 15 de los más de cien que había en 1850. Su declinar no ha hecho más que acelerarse: de ese centenar de hace 170 años se pasó a 39 en 1984, 21 en 2020, 18 en 2022 y los citados 15 del pasado año tras la desaparición de los de La Paul, Boum y Barrancs.
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