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Los Pirineos se quedan sin glaciares

Los Pirineos se quedan sin glaciares

Cambio climático. Las masas de hielo de la cordillera se han reducido hasta en un 92% desde 1850. El del Aneto, el más grande, ha perdido dos tercios de su superficie en cuatro décadas

Jon Garay

Sábado, 16 de septiembre 2023, 07:24

A principios del pasado mes de julio, los Grupos de Rescate e Intervención en Montaña de la Guardia Civil (Greim) y los guardas del refugio de La Renclusa pidieron a los montañeros que pensaban subir al Aneto (3.404 metros) que evitaran la ruta más habitual de ascenso a la cumbre más elevada de los Pirineos. Esta arranca casi en línea recta desde el refugio en dirección a la Maladeta para girar a la izquierda a unos 2.700 metros de altura y enfilar el paso del Portillón Superior, una abertura en una especie de arista en la montaña que da paso al glaciar. Una vez cruzado este, se enfila hacia el collado de Coronas y, finalmente, a la cima tras superar el paso de Mahoma.

La alternativa es el camino que pasa por el ibón -así se llaman los lagos de montaña en Pirineos- del Salterillo, que permite evitar el glaciar. La razón de la advertencia que se hizo a los montañeros es que, con la llegada del verano y las altas temperaturas, el hielo de este «empieza a aparecer y, además, caen bastantes piedras». En este caso, ni con crampones y piolets es recomendable atravesarlo, ya que ni siquiera su acero se clava en la superficie helada. Lo habitual era que este aviso se diera ya entrado el mes de agosto, pero en los últimos años se ha ido adelantado por efecto del cambio climático. Y puede que, finalmente, no se pueda pasar en ningún momento del año por el acelerado declive provocado por la subida de las temperaturas.

Según un estudio liderado por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) en el que ha participado un experto de la Universidad del País Vasco y se ha publicado en la revista 'The Cryosphere', la superficie del glaciar del Aneto ha disminuido un 64,7% en cuatro décadas, entre 1981 y 2022, pasando de 1,36 kilómetros cuadrados a solo 0,48. Si en el pasado se extendía desde el mencionado collado de Coronas, en la base de la antecima de la montaña, hasta el Portillón Superior, su presencia se ha ido reduciendo hacia este último enclave.

Más datos atestiguan este declinar. Su espesor se ha reducido de los 32,9 metros que tenía en el inicio del periodo estudiado a los 11,9 medidos el año pasado. Algunas zonas, de hecho, no tienen más que dos metros de grosor y esa fragilidad podría hacer que desaparecieran en los próximos veranos, de continuar esta tendencia de incremento de temperatura.

«Las tasas de adelgazamiento del glaciar, que estaban en torno a un metro por año, se han triplicado en el último año de estudio (entre 2021 y 2022), lo cual demuestra la afección de un año bastante seco y, sobre todo, extremadamente cálido como lo fue 2022, sobre la fusión de la nieve y el hielo en el glaciar de Aneto», explica Eñaut Izagirre Estibaritz, profesor del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología de la UPV.

Los glaciares de montaña son fieles indicadores de los efectos del cambio climático porque su evolución depende del equilibrio entre la acumulación de nieve durante el período frío y la fusión de hielo y nieve durante la estación más cálida. Una mirada al resto de los existentes en la cordillera pirenaica tampoco invita a la esperanza. Todo lo contrario. Demuestra que lo que ha sucedido con el Aneto es la tónica general. Y es que de los más de cien glaciares que había en 1850 en los Pirineos, se pasó a solo 39 en 1984, quedaban solo 21 en 2020 y únicamente 18 en 2022. En otras palabras, en los últimos 172 años se ha perdido el 92% del área glaciar. Y la tendencia es que siga a yendo a menos.

Un piolet del siglo XIX

Pese a su dramática situación, el del Aneto sigue siendo el mayor glaciar de la cordillera y el más grande del sur de Europa. Otros destacados son los que descansan en las vertientes norte del Vignemale y de Monte Perdido. En el caso de esta última montaña, la tercera más alta de los Pirineos solo por detrás del mencionado Aneto y del Posets (3.369 metros), su glaciar se dividió en 2010 y el año pasado volvió a fragmentarse en su parte inferior. Tan extensa fue la capa que desapareció que incluso se llegaron a encontrar unos restos humanos que habían permanecido ocultos bajo la capa de hielo. También se halló un piolet que databa del siglo XIX.

Para realizar este estudio -«el más detallado y con datos del periodo de tiempo más largo estudiado hasta el momento»- se han utilizado imágenes aéreas de muy alta resolución obtenidas por el Instituto Geográfico Nacional para el año 1981 y mediante vuelos Lidar -una tecnología que permite crear modelos en 3D a partir de pulsos láser- para el año 2011. Además se han empleado drones para sobrevolar la zona y obtener datos de los tres últimos años del periodo analizado.

Uno de los glaciares del macizo del Mont Blanc. Efe

Derrumbes en el Mont Blanc y estaciones de esquí cerradas

El estado de los glaciares de los Pirineos no es un caso aislado. En los Alpes la situación es igualmente preocupante. Como ocurrió el año pasado en los Pirineos, el calor del 2022 se llevó por delante una buena parte de su superficie. Se calcula que hasta tres kilómetros cúbicos, un 6,2% de su masa total. Hasta ahora, los expertos consideraban extremos los años con una pérdida que superara al 2% y el año pasado esa cifra se multiplicó por tres. «La escala del cambio es abrumadora», alertó el geólogo de la Universidad de Salford (Reino Unido) Neil Entwistle. Lleva casi veinte veranos acudiendo a la estación de esquí de Zermatt, a los pies del Cervino (o Matterhorn, según la denominación que se prefiera), y se la encontró cerrada por primera vez en dos décadas. El Mont Blanc, la segunda cumbre más alta de Europa, también está sufriendo los embates del calentamiento global. El año pasado quedó vedado el acceso a los montañeros por los derrumbes de las masas de hielo causados por las altas temperaturas. Y ya antes, en 2019, las autoridades dieron la alarma ante el estado de uno de sus glaciares, el de Planpincieux, que corría el riesgo de derrumbarse. Las autoridades cortaron entonces las carreteras que podían verse afectadas por los desprendimientos e instalaron un sistema de radar para controlar la masa helada las veinticuatro horas del día.

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