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La Estación Espacial Internacional (ISS) se ha convertido de un tiempo a esta parte en una especie de 'casa de los líos' en órbita. El último capítulo del largo listado de averías y achaques que acechan al vetusto laboratorio estelar son hasta 50 «áreas de ... preocupación» y cuatro grietas que han obligado a los siete tripulantes que actualmente están a bordo a refugiarse en la parte estadounidense de la estación. La Nasa les ha advertido incluso de que se preparen para una posible evacuación urgente y se baraja también que esta última incidencia adelante el final del laboratorio en órbita, previsto para 2030.
Esas «áreas de preocupación» y las grietas se localizan en el segmento ruso de la infraestructura, en concreto, en una especie de túnel que comunica el módulo Zvezda ('estrella') y una esclusa donde atraca la nave espacial Progress. Según el diario 'Daily Mail', que ha destapado el caso, las fugas en esta zona se conocen desde 2019 y fueron reconocidas oficialmente en 2021, pero hasta ahora no se les había dado mayor importancia. «Problemas de mantenimiento», se dijo en febrero de este año desde Roscosmos, que confiaba en poder «controlar y cerrar la escotilla del módulo de servicio antes de que la tasa de fugas alcance un nivel insostenible». Pese a que se cubrieron con «una combinación de sellador y parches», su nivel ha ido incrementándose desde abril, como ha reconocido la Nasa en un informe publicado recientemente. Es este informe el que ha elevado la gravedad de la incidencia a «riesgo de seguridad máximo», un nivel «de cinco sobre cinco». El peligro para el laboratorio en órbita es que pierda oxígeno y presión.
Mientras se da con la causa de las filtraciones, la solución más sencilla sería clausurar la esclusa afectada, lo que dejaría a los rusos sin uno de sus cuatro puertos de atraque en la estación. Ambas partes llegaron a un acuerdo para que permaneciera cerrada por la noche. Mientras esté abierta, la Nasa pidió a los astronautas refugiarse en el sector estadounidense y cerca de la cápsula Dragon, el 'taxi espacial' que transporta a los tripulantes de la Nasa -no todos porque también se embarcan en las Soyuz-. Ambas cápsulas cuentan en su interior con trajes espaciales de emergencia y al menos en el caso de la Dragon, podría encenderse en cuestión de minutos, según el organismo norteamericano.
Este recurso a los 'botes salvavidas' no es tan infrecuente como podría parecer. Ocurrió este mismo verano, cuando los ocupantes de la ISS tuvieron que recluirse en la lanzadera por la amenaza que suponían los fragmentos desprendidos de un satélite ruso. Antes había sucedido 2011, también por el peligro de la basura espacial.
La ISS fue lanzada al espacio en 1998 y fue creciendo a medida que se le fueron incorporando módulos -el problemático Zvezda fue el tercero- hasta alcanzar una superficie similar a la de un campo de fútbol. Desde entonces ha sufrido un sinfín de incidencias. Además de los dos astronautas atrapados desde el pasado mes de junio, este pasado verano tuvieron que suspenderse las caminatas espaciales -'actividades extravehiculares', en lenguaje técnico- por un escape encontrado en uno de los trajes espaciales. En 2022 pasó lo mismo, en este caso porque los cascos de los astronautas se llenaban de agua, trance que ya había sufrido en 2013 el italiano Luca Parmitano, que acabó con litro y medio de agua fría cubriéndole el rostro. Tuvo que volver a la nave casi a tientas.
Insólita fue la avería ocurrida en noviembre de 2019: los dos únicos inodoros disponibles se averiaron al mismo tiempo. El de la parte estadounidense, que había costado 19 millones de dólares, sufrió un problema con una manguera de agua mientras el del sector ruso ya estaba a máxima carga. Para estos casos, los astronautas tienen pañales a bordo, aunque finalmente la incidencia pudo ser resuelta antes de echar mano de este recurso. En 2010 también falló el sistema de refrigeración y se han perdido las comunicaciones en varias ocasiones.
Esta sucesión de problemas, más el dinero que cuesta su mantenimiento -unos 4.000 millones anuales, el 16% del presupuesto anual de la Nasa- han llevado a las autoridades estadounidenses a plantear el final de la ISS en 2030. La agencia espacial encargó a Musk la construcción de una nave que arrastraría al laboratorio desde su actual órbita, en torno a los 400 kilómetros de distancia de la Tierra, para dejarla caer en la atmósfera y que se desintegrara por las temperaturas de hasta 3.000 grados que se alcanzan. Los restos caerían en el Pacífico. En el mismo contrato, de 843 millones de dólares, se recogía también la elaboración de un plan de rescate urgente que actualmente no existe.
«La NASA y sus socios no tienen vehículos de evacuación de emergencia listos para lanzar ya que tienen un costo prohibitivo y requieren tiempo adicional de certificación», se reconoce en la página 19 de las 40 que componen el informe que ha activado las alarmas. Como recurso, añaden, se podría habilitar una quinta plaza para un astronauta más en las cápsulas Dragon, pero esta solución tendría inconvenientes. Este tripulante correría «un mayor riesgo de lesiones si el vehículo se despresuriza, ya que no tendrían casco, soporte vital o el mismo asiento que los otros cuatro miembros de la tripulación».
Suni Williams y 'Butch' Wilmore , dos de los siete astronautas que actualmente ocupan la Estación Espacial Internacional, debían haber regresado a la Tierra el pasado mes de junio. Su estancia, de ocho o diez días según el plan inicial, se ha prolongado ya por encima de los 150 y se alargará hasta febrero por los problemas de la Starliner , la fracasada nave de Boeing que tuvo que regresar sin su tripulación a bordo. En total, de no mediar una salida urgente, acumularán más de 200 jornadas en el espacio. Esta estancia parece estar notándose en su estado de salud. Las últimas fotos de Williams, con un aspecto desmejorado, han despertado la preocupación. «Lo que estás viendo en esa imagen es a alguien que creo que está experimentando el estrés natural de vivir a gran altura, incluso en una cabina presurizada, durante períodos prolongados. Sus mejillas parecen un poco hundidas y, por lo general, esto sucede cuando se pierde peso corporal», ha explicado un médico al periódico inglés 'Daily Mail'.
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